Algo lo incomodaba, un estímulo que llevaba a que su cuerpo se moviera de un lado al otro, que sus manos palparan el suelo con movimientos bruscos en busca de algo que pueda aplacar esa molestia que lo mantenía en un estado de delirio entre la consciente y lo inconsciente. Pasaron en su mente cinco horas, cuando en realidad fue menos de un minuto, solo unos pocos segundos bastaron para causarle un leve dolor de cabeza, molestia detrás de los globos oculares y fatiga mental. Después de ese lapso sus ojos dejaron de moverse frenéticamente debajo de sus párpados, su cara dejó de hacer gestos involuntarios y despertó. Al instante sus pupilas dilatadas se contrajeron; el iris que por un instante había sido una circunferencia delgada y casi incolora era ahora una arandela gruesa, bien definida, de tejido celular de pigmentos verdes. Levantó una mano y la ubicó por encima de sus ojos para aplacar un poco la intensidad de la luz blanca hasta que su vista se haya acostumbrado a ella. Descubrió que la molestia que sentía era en realidad frío, mucho frío. Entonces se incorporó con lentitud apoyando sus brazos para ayudarse; sus ojos se abrieron sorprendidos al notar que sus extremidades se hundieron en el suelo. Volteó rápidamente hacia la derecha, su brazo estaba cuarenta centímetros abajo de la nieve, giró la cabeza hacia la izquierda y comprobó que lo mismo había sucedido con el otro.
Se puso de pié y se quedó observando el paisaje que lo rodeaba: delante de él se extendía un camino de unos veinticinco o treinta metros de ancho que lo delimitaba una hilera de pinos verdeazulados de cada costado del mismo, estos estaban ubicados con una perfecta precisión, con la misma distancia entre cada uno, y todos aparentaban tener la misma altura. Eran coníferas vigorosas, de gran porte, con las ramas cubiertas de nieve que, en algunos casos, era tanta cantidad que el peso las inclinaba levemente hacia abajo. El paisaje se perdía en la espesa neblina, el cielo, las partículas de agua suspendidas en el aire en forma de vapor y la nieve se fundían en el horizonte, casi parecía no haber arriba o abajo.
Estaba perplejo, no sabía lo que estaba pasando; en su ciudad no había bosques de pinos, ni mucho menos fríos tan intensos como para provocar una nevada tan feroz. La noche anterior, después de un arduo día laboral, llegó a su casa, comió una cena liviana, tomó una taza de café caliente y se preparó para descansar, y así poder renovar las energías para empezar un nuevo día. Fue al baño, cepilló sus dientes, se puso el pijama y se acostó en su cama. Solía dormirse bastante rápido, sobre todo en invierno cuando se tapaba con el acolchado blanco relleno de plumas que mantenía una temperatura ideal para soportar las noches. No hubo nada fuera de lo normal, nada que se salga de la rutina habitual. Pensar en eso lo hizo sentir un poco estúpido; estaba analizando las cosas como si algo de lo que haya hecho la noche anterior hubiera afectado la estructura espacio-tiempo, era ridículo. De alguna manera había llegado a ese lugar y estaba decidido a averiguarlo.
Primero miró hacia todos lados con la esperanza de encontrar un camino adyacente que lo lleve hasta algún lugar cercano como una ciudad, pueblo o comunidad, pero nada encontró, solo el camino que se extendía como una recta hacia el infinito. Entonces caminó hacia uno de los extremos con algo de dificultad ya que con cada paso se enterraban sus pies y el viento, suave, pero constante le complicaba aún más el avance. Necesitaba ver si detrás de esos árboles había algo, aunque creyó saber la respuesta desde un principio al ver la oscuridad que se presentaba más adentro, entre medio de los troncos, y cuando por fin pudo llegar lo confirmó: se extendía la población de pinos hasta que se perdían en el vapor, también posicionados en perfecta hilera formando pasillos, pero la frondosidad de estos más la densidad de la niebla impedía ver mucho más allá de dos pares de árboles, todo tenía una lobreguez tenebrosa.
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El camino
FantasyUna persona se despierta en medio de un lugar desconocido, a miles de kilómetros de su hogar. Está confundido y siente mucho frío, pero no tarda en descubrir que está acostado sobre un colchón de nieve, y que a ambos lados hay una hilera de pinos g...