NdA: ¡Saludos! Sé que es un capítulo lento, con poca acción y corto, pero es de transición y necesario para fijar las tramas que están por llegar. Un beso a todos y espero que lo disfrutéis. ♥
Lyra tuvo que ser llevaba en brazos hasta el Castillo Negro; su pierna no dejaba de sangrar y mantener los ojos abiertos le suponía un esfuerzo sobrehumano. Un latigazo de dolor y calor la recorría tanto en el pecho como en la pierna a cada paso que daba el hombre que la llevaba y sentía la sangre calentándole la piel.
La nieve se fundía a su alrededor por culpa de las altas hogueras que se repartían por el suelo cada pocos pasos, donde cientos de cuerpos inundaban el aire con su olor a carne quemada. El humo la hizo toser violentamente, por lo que el hombre que la llevaba giró su rostro para protegerla. Su portador se detuvo de pronto.
—Yo la llevaré —era la voz de Harrion.
Lyra sintió que pasaba a otros brazos lentamente, y su nariz se llenó del aroma de su escudo juramentado. Abrió los ojos, encontrándose con el rostro de Harrion a pocos centímetros del suyo. Su antigua herida seguía abierta, cubriéndolo de sangre, y su ojo emergía entre el espeso líquido como una esmeralda.
—Vas a ponerte bien —su voz fue apenas un susurro y aun así Lyra pudo detectar preocupación en ella.
Pero Lyra sabía que no iba a morir. Había escuchado la voz de la muerte cuando se encontró con el Otro, y sabía que no era su momento; la bruja había dicho que ella iba a sentarse en el Trono de Hierro. Durante medio segundo, el rostro de sus sueños relampagueó en su mente: un niño pálido como un cadáver, con inmensos ojos azules y una densa cabellera negra, sujetaba un arco tensado y cargado, y la apuntaba a ella.
Se encontró de pronto sobre una mesa de madera y escuchando la voz de Samwell Tarly, que daba órdenes a alguien. Unas manos suaves pero presurosas la desnudaron y el aire helado del norte entibió su cuerpo. De pronto alguien vertió un líquido frío sobre sus heridas, que comenzaron a escocer como mil demonios. Gritó con fuerza, temblando.
—Shh, shh —las grandes y cálidas manos de Harrion se posaron sobre sus hombro. Lyra abrió los ojos, encontrándose con los de Harrion; se había limpiado el rostro—, tienes que dejar que te cosan.
Cerraron primero la herida de su pecho. La aguja pasaba de un lado a otro muy lentamente, y cada puntada era como una daga. Lyra contó siete. La pierna fue peor. No podía evitar una sacudida cada vez que notaba la aguja atravesando su carne, haciendo que el dolor se intensificase. Cuarenta y tres puntadas después, la dejaron descansar.
—Voy a llevarte a tu dormitorio —le susurró Harrion, tomándola de nuevo en brazos.
—Alteza, bebed —era la voz del maestre Aemon.
Notó una mano alzándole la barbilla y un vaso de madera en los labios. Entreabrió la boca y dejó que la leche de amapola se deslizase por su garganta, adormeciéndola de inmediato. Se durmió de camino a su dormitorio.
* * *
Aquella noche soñó de nuevo con el niño de sus visiones. En aquel sueño era mayor, más alto que ella, y sus hombros lucían amplios y poderosos. En las manos llevaba el arco de plata que le había regalado su padre por su boda con Robb, y una corona de plata le ceñía la frente como una enredadera. Vestía una armadura completa de color negro y una capa blanca con un venado plateado, como el de la casa Baratheon. Tenía unos labios finos pero hermosos, y una barba incipiente del mismo color que su cabello le oscurecía el mentón.
En su sueño, el muchacho estaba hablando a pesar de que Lyra no podía oírle; solo podía ver cómo se movían sus labios, cómo su rostro pasaba de la furia a la pena, de la pena al dolor y de nuevo a la furia. Vio las lágrimas en sus ojos segundos antes de alzar el arco hacia ella, tensar la cuerda y disparar la flecha.
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The Lionhearted Deer | Juego de Tronos
FanfictionReyes contra reinas. A la muerte del rey Robert Baratheon, Robb Stark no tarda en autoproclamarse Rey en el Norte, apoyado por la casa Baratheon gracias a su matrimonio con Lyra Baratheon, melliza del rey Joffrey. En las Islas del Hierro, tambi...