Una oportunidad para Tom

Ensuciando y corrompiendo

Kingsley y Harry saltaron de sus asientos inmediatamente, sobresaltando a Percy más de lo que estaba. Pasaron al lado del nervioso muchacho y los tres echaron a correr por el pasillo hasta los ascensores y se apretujaron dentro.

- ¿Qué ha pasado? – se atrevió a preguntar por fin.

- No lo sé... Nadie lo sabe. – respondió Percy para seguidamente llevarse una mano a la boca para detener una arcada – Le ha destrozado la cara a Hurt...

- ¡Cómo ha podido pasar! – exclamó Kingsley, quien parecía mas nervioso incluso que Percy.

Y la situación no era para menos, Tom había mandado a San Mungo, de una maldita paliza al estilo muggle a uno de los mejores y mas temidos aurores de los que contaban en el departamento. Era mucho mas que increíble... daba miedo. Pensar que Tom, un muchacho que al lado de Tomas Hurt parecía escuálido a comparación, había tratado al auror como si fuera poco menos que una muñeca de trapo.

Ese hombre se había enfrentado a alguno de los mortífagos más buscados y peligrosos después de la primera caída de Voldemort, y había luchado en la última guerra saliendo sin un solo rasguño de esta. Pensar que Tom había logrado reducirlo sin usar magia era terrorífico.

- Bonnie está destrozada – dijo Percy a continuación – Según dijo, no había visto nada igual en su vida...

- ¿La camarera? – inquirió el ministro – ¿Todo ocurrió en la cafetería?

Percy asintió mordiéndose el labio inferior. Por su propio bien, Harry esperó que todo fuera una exageración de Percy y en realidad no fuera para tanto, porque el miedo de Percy se le estaba contagiando y estaba sintiendo los primeros signos de ansiedad. Y ver a Kingsley tan decepcionado y enfadado cuando momentos antes había expresado lo contento que estaba con él y los progresos de Tom no hacía mas que ponerlo más y más nervioso. Todo estaba saliendo tan bien... si solo se hubiera quedado con Tom unos minutos mas, o le hubiese permitido acompañarlo (tal como le pidió) nada de eso habría pasado. Pero como siempre, su trabajo iba por delante de todo lo demás, incluso de Tom.

Se hizo el silencio, solo cortado por el golpeteo de cadenas del ascensor mientras ellos estaban sumidos en sus más oscuros pensamientos sobre aquella extraña situación. Hurt, hombre curtido en batallas, incansable luchador y defensor de la paz... derrotado por un muchacho. ¿O por Voldemort? Eso era, precisamente, lo que inquietaba a Harry y Kingsley; el no saber quién había atacado a Hurt. No sabían si había sido ese chico tierno y cordial, o por el contrario su contraparte malvada.

La gélida voz de mujer que anunciaba las platas y los departamentos presentes en ésta volvió a sonar anunciando que ya habían llegado a su destino.

- Percy, vuelve a tu despacho – ordenó Kingsley mientras él y Harry salían del ascensor a toda prisa dejando atrás al muchacho, que los miró marchar con una expresión bastante dolida.

Harry habría preferido que Kingsley dejase al chico con ellos, pues así se ahorraría todo lo que tuviera que decirle a solas...

Ambos se dirigieron a toda prisa a los calabozos, y de estos a la habitación contigua a la de interrogatorios, y ahí estaba Tom (quien no podía verlos porque la pared estaba encantada de modo que ellos si pudieran ver lo que pasaba en el interrogatorio, pero las personas al otro lado de esa pared no) siendo interrogado por Stephen Bale, que junto con Dominic Redmayne era encargado de custodiar la habitación de Tom en San Mungo.

Bale se paseaba de un lado a otro frente a Tom, que estaba sentado a la mesa de interrogatorio con sendos grilletes en sus muñecas a la espalda (método habitual en esos casos), cabizbajo, y con la mirada clavada sobre la mesa en una expresión difícil de descifrar pues no mostraba emoción alguna. Sus ojos estaban fijos en la mesa, su boca relajada al igual que su cuerpo, y su respiración no parecía alterada. Si no fuera porque de vez en cuando parpadeaba, Harry habría jurado que Tom era una estatua.