Dulces pesadillas.

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Terror psicológico.

Era la noche más fría y oscura de aquel crudo y cruel invierno en Cheshire un pequeño pero hermoso pueblo de Reino Unido, la niebla era tan densa que no podía divisarse ni una fogata apenas a un par de pies de distancia. El aire helado y húmedo parecía penetrar hasta en los huesos.

Michael un hombre de unos 42 años de edad, caucásico de pelo rubio oscuro, volvía a su casa a las 3 am, tras un largo y duro día de trabajo en su compañía de publicidades.

Al salir del edificio su pequeña y dulce hija Susan había hablado con él por teléfono. ¡Papi me prometiste que íbamos a cenar y ver una película juntos!-Decía la niña a modo de queja hacia su padre. Perdón linda tuve un día difícil en el trabajo y no pude regresar temprano como había dicho-Reconocía él con un sentimiento de culpa en sus palabras.¡Pero lo prometiste!-Ella respondió. Deberías estar dormida a estás horas de la noche, mañana tienes clases temprano, luego te lo compensaré-Dijo Michael terminando la conversación. Su única hija y su bella esposa Sarah eran todo su mundo, todos los sacrificios y arduas horas de trabajo las dedicaba para su bienestar y futuro.

Luego de una larga hora de conducir hacia su casa en las afueras de la ciudad, la cual parecía interminable debido a las condiciones climáticas y la poca visibilidad; llegó a su hogar, una simple pero acogedora vivienda con un clásico diseño antiguo.

Al abrir la puerta de la entrada no se podía oír ningún sonido desde su interior, tal parecía que su familia ya estaba durmiendo plácidamente desde hace tiempo.

Cuando entró al living de su casa  encontró que Susan estaba acostada en el sofá abrazando un almohadón como un tierno angelito. Con una ligera sonrisa en su boca, su padre la tomó en sus brazos y la llevó lentamente hacia su alcoba para que pudiera descansar mejor. Luego de colocarla en su cama la cubrió con sus acolchados y le deseo buenas noches dándole un beso en su frente.

Después de comer una pasta recalentada que había quedado de la cena anterior, se dirigió hacia su dormitorio, se desvistió y acostó en silencio para no despertar a Sarah que yacía placidamente en su lecho matrimonial, lucía tan hermosa como siempre. En los días recientes había enfermado gravemente de gripe y debía  permanecer en reposo, pero debido a su atareada rutina como ama de casa no podía hacerlo. Por lo cual necesitaba tener un buen y largo descanso nocturno.

En aquel preciso momento en que su marido cerró sus ojos, se durmió completamente con una sensación de satisfacción y plenitud en su corazón por el buen rumbo que llevaba su vida y lo feliz que era con su amada familia.

Tras un par de horas de sueño una horrible pesadilla atormentaba su descanso, en él podia vislumbrar un grotesco ser demoníaco con oscuras alas de murciélago, cortas y putrefactas extremidades, así como también largas y afiladas uñas como espinas. Este tenía un pequeño tamaño pero mostraba una aterradora expresión de maldad y sadismo en su rostro, como jamás vió en su vida. Mirarlo directo a sus brillantes ojos carmesí le producía una forma de terror como nunca imaginó sentir, tanto era así que el aire que lo rodeaba parecía congelarce ante su presencia.

Otra silueta parecía verse a lo lejos, hacia donde se dirigía aquel engendro del infierno. Con seguridad era su querida Susan. Su padre comenzó a gritar desesperadamente su nombre e intentaba correr a su rescate, pero sus piernas no se movían, era como si permanecieran clavadas al piso. Seguía gritando con todas sus fuerzas pero fué en vano, aquella criatura horrenda había llegado al lado de la niña. Ella se veía perdida en donde estaba, con sus ojos bien abiertos pero sin mirar nada, como si estuviese dormida. Aquel horror tomó a la pequeña por su cuello y enterró sus garras completamente en este, cual si fuera manteca, Michael exclamaba impetuosamente que la soltara, en medio de su agonía y dolor inimaginables, pero sus palabras y llanto eran opacadas por un estridente sonido, el de la macabra risa del demonio, la sangre brotaba de los orificios de la herida, como cascadas a través de su cuerpo y las garras del diabólico ser. ¡Noooo!- Grita desesperadamente el hombre al despertarse de su pesadilla, completamente asustado y fuera de sí, miró rápidamente a su lado…pero se encontró con que su esposa no estaba allí. Una presencia extraña podía respirarse en el aire, como si este fuera más espeso o estuviera cargado de alguna nociva sustancia. Al dirigir su mirada hacia el ahora oscuro y lúgubre pasillo, pudo ver a la tenebrosa criatura en la entrada de la habitación de su niña. No podía permitir que sucediera lo que en sus pesadillas ocurría, así que tomó bruscamente el candelabro de bronce de la mesa de luz y se levantó velozmente lleno de furia. Su mirada estaba llena de odio, sus ojos inyectados de sangre y su mente desbordante de pensamientos violentos y deseos de masacrar al engendro. En sus oidos repercutían las carcajadas del esperpento, tenía la sensación de que desgarraban su mente desde el interior, generando un tormento para nada fácil de padecer.
Ingresó en la habitación donde se encontraba su objetivo, este estaba sobre la cama de Susan, pero a su vez ella no, había desaparecido. Esto solo acrecentó más su enceguecedora locura, por lo que en apenas unos escasos segundos, descargó toda su rabia asesina contra él. Golpe tras golpe fué quebrando uno a uno cada hueso de su cuerpo y destruyendo todos sus vasos sanguíneos en el proceso. Toda la alcoba acabó completamente enchastrada, por la sangre que se disparaba a modo de salpicaduras, luego de cada impacto en el putrefacto cuerpo. Al concluir estaba todo ensangrentado, desde sus manos hasta cada parte de su rostro, aquel diablillo objeto de su frenético desencadenamiento, se encontraba completamente destrozado en un oscuro y fétido charco de sus fluidos internos, miembros desmembrados de su cadáver estaban en todo su alrededor. Pero ver esto sólo producía una extraña sensación de saciedad retorcida y enfermiza en el sujeto, arrojó el arma homicida y caminó lentamente hacia la puerta. Al retirarse de tal macabra escena pudo percibir un distante sonido proveniente de la cocina. ¡Como es posible!- Exclamó con un tono elevado en su voz. Sus ojos no podían creer lo que veían, tal parecía que esta pesadilla nunca terminaría, el mismo demonio que había eliminado se encontraba nuevamente vivo..esta vez posado sobre una de las sillas , al pie de la mesa. En un solo segundo Michael tomó un asiento y lo estampó contra el cráneo del espíritu maligno, en un vigoroso acto de furia, el mismo fue partido con el trastazo recibido.

Por un momento todo se estremeció y su vista se nubló completamente, las sádicas risotadas del monstruillo tapaban cualquier sonido presente y se replicaban en su mente como agujas, perforándola fuertemente, haciendo al individuo caer desplomado al suelo inconsciente.Cuando pudo reintegrarse nuevamente tras unos breves minutos, se encontró con el peor paisaje imaginable, ni en sus pensamientos más oscuros hubiera podido imaginar semejante cosa. En el preciso lugar donde el esbirro de Satán había sido cercenado por sus impulsos, se encontraba su amada Sarah con su cráneo despedazado por su propia y ciega descarga violenta.

Entonces en medio de un profundo llanto, dolor y desespero, Michael se dio cuenta de lo que había causado, corrió desaforadamente, tan rápido como sus piernas se lo permitieron y en efecto su peor miedo se había hecho realidad, reafirmando lo que tristemente él ya presentía internamente. El descuartizado cuerpo y tripas de su hija se encontraban en cada pequeño espacio a su alrededor. Cayendo de rodillas, desconsolado y gritando de pena, el hombre supo que todo lo acontecido sucedió por su propia culpa. Él mismo asesinó brutalmente a todo lo que amaba, ya no existía consuelo posible.
En tan sólo una noche, la más trágica de sus vidas, todo lo que construyeron juntos, sus futuros, sueños y esperanzas murieron junto con ellos. El tiempo no puede volver hacia atrás de ninguna forma, su culpabilidad y dolor insufribles lo devoraban desde adentro, como cuervos arrancando pedazos de piel de la carroña. No existía nada que se le asemeje. Un vacío eterno en su alma se veía reflejado en su rostro, simulando ser un cuerpo sin vida. Con la mirada perdida y una total ausencia de expresividad en su ser, permaneció en el suelo a medida que lo que restaba de su miserable y agónica existencia, era drenada hacia el infinito vacío del abismo infernal. Siendo el sitio donde se perpetuaría su tormento por toda la eternidad.

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