—Ya voy —grité. Charlie estaba tocando la bocína fuera, y yo corría frenéticamente por la cocina, cogiendo una tostada y diciendo adiós a mis padres. Los dos parecían un poco agotados esta mañana, y estaban encorvados sobre sus tazas, bebiendo a pequeños sorbos.
—Ten un buen día —dijo mi madre entre un bostezo. Me planteé preguntarles por Selena, pero no tenía tiempo, luego. Salí corriendo, con la tostada entre los dientes.
—Hola, cosa bonita —dice Charlie—. ¿Te divertiste anoche?
Puse los ojos en blanco y subí al coche. Olivia iba detrás, lo cual es novedad. Desde que Olivia tiene su OLIVE16 no hemos ido juntas a clase.
—¿Qué está pasando? —pregunté.
—Quiero oír lo de tu cita —comenta Olivia—. Además, Ben tiene mi coche.
Charlie hacía un ruido de enfurruñamiento, pero Olivia no parecía darse cuenta. Ella rodeaba nuestros asientos con los brazos y se inclinó tan hacia adelante que podía oler su perfume de fresa. Olivia llevaba el mismo perfume desde que la conozco. Una vez estábamos comprando y ella fue a buscar más. Resulta que es un spray para la casa. Del tipo que se rocía en el sofá para cubrir el olor a perro mojado. Se lo dijimos a Olivia y lo encontramos graciosísimo, pero Olivia se negó a cambiarlo.
—Eso es como usar Clorox como jabón de manos —dijo Charlie.
—Me da igual —dijo Olivia—. Me gusta y voy a seguir usándolo.
Esa es una de las cosas que me encantan de Olivia. Si es feliz, no le importa lo que la gente piense. Todavía sigue llevando los pijamas que tenía en quinto grado. Son demasiado cortos y demasiado anchos de cintura y tienen dibujos de caballos, pero ella dice que son suaves y le ayudan a dormir. Seguro que si Ben se quedase a dormir, ella los llevaría igualmente.
—Entonces, ¿qué pasó? —preguntó Olivia—. Detalles.
—Fuimos a cenar —miré hacia la casa de Justin mientras saliamos del camino de entrada de la mía, pero íbamos demasiado rápido para que pueda ver algo bien.
—Aburriiiido —Charlie golpeó el volante con la mano como si estuviese contando—. Pasa a lo bueno.
—Bueno, nos besamos.
Olivia gimió, y Charlie empezó a dar bocinazos. Hacía como que perdía el control del coche y giró bruscamente a la derecha. Me tapé los oídos y me hundí en el asiento.
—¿Pueden calmarse, por favor? Me van a dejar sorda.
Olivia siguió repitiendo “¡Oh, dios mío! ¡Oh, dios mío!” hasta que Charlie le dedicó una mirada por el retrovisor y entonces se calló.
—¿Fue bueno? —preguntó Charlie.
—Seh – me sonrojé y me giré. Cuando les hablaba sobre besar a Jason siempre era algo más o menos situacional. “Estábamos en una fiesta” o “Intentó chuparme el cuello.” (Caso real, por cierto. Fue horrible.) Nunca habíamos hablado de si me gustó o no. O lo que sentí.
—¿”Seh”? —Charlie se puso las gafas de sol en la cabeza y me miró como si nunca hubiese estado tan decepcionada en su vida.
—Es Justin —dije.
—Lo sabemos —contestó Olivia—. Pero eso no responde a mi pregunta.
—Estuvo bien, ¿vale? —apoyé las rodillas contra el salpicadero y mantuve la vista fija hacia adelante—, Fue increíble.
—Lo sabía —chilló Olivia.
—Obviamente —dijo Charlie—. Es decir, es Justin. Estaba claro que iba a serlo.