Con el sol pegándole en la cara, Armando Glasse despertó. Miro el reloj mecánicamente, eran las 9:37. No trabajaría ese día, era el libre y odiaba la fábrica como para ir a martirizarse de a gratis. Se levantó de la cama y se miró al espejo.
Lucia diferente, demacrado. Venia perdiendo peso desde antes y ya se le notaban las mejillas hundidas y los brazos frágiles. Sus ojos cafés reposaban sobre unas bolsas bastante notorias y las ojeras que les acompañaban. Se relamió los labios y se pasó una mano por su despeinado cabello marrón. Estaba ya más largo, no lo había cortado a tiempo pero eso ya no le preocupaba. Sonrió sin sentirlo, pues ya llevaba bastante seguro de que no tenía razones para sonreír.
Tomo unos pantalones y se los puso, con un cinto y una playera gris. No tenía nada que hacer ese día así que solo echaría flojera. No tenía hambre por lo que marcho hacia la sala. Tal vez leería un poco. Cogió un ejemplar pequeño de bolsillo y comenzó a leer. Esperaba que el esfuerzo mental en leer sin poner atención le diera hambre.
Aun en su lectura, escucho unos ruidos y miro hacia el umbral de su hogar. Noto unos piececillos sobresalir. Tenía un pequeño ladrón en casa. Se acercó y se encontró con una niña pequeña, muy pequeña, probablemente de bajo crecimiento. Su piel era pálida y blanca y contrastaba con su cabello tan oscuro. Lucía un vestidillo de campo y unas zapatillas. Era una linda niña, linda que le miraba con curiosidad e interés.
-Yo soy Hela-dijo con aplomo. Armando solo alzo la ceja –Ah.
-¿Cómo entraste?
-Estaba abierto-contesto la niña inocentemente.-No te preocupes, le cerré al entrar.
Armando suspiro, recordando que había olvidado cerrar la puerta la noche anterior, llego cansado del trabajo y ni se inmuto. Había vigilancia de todos modos- Si, lo sé. Está bien, solo no entiendo para que quieres gastar un día soleado con alguien como yo.
-Te ves interesante-dijo la niña sin pensarlo.
-Pues no lo soy, solo estoy aquí sin mucho que hacer, esperando que sea mañana. Pero hoy me encuentro aburrido. Tal vez sea la mañana, siempre es desesperanzadora.
Hela sonrió-Pero si tú quieres que sea un buen día lo será.
Armando negó con la cabeza-No puedes saberlo, quiero decir uno puede desear por un buen día pero si por azares del destino un grupo de idiotas se junta para tirarte mierda, no va a ser un buen día.
-Eso solo si permites que la mierda llegue a tu cabeza.-Armando se sorprendió al escuchar la palabra mierda salir de los puros y santos labios de Hela. Aun así le sorprendió más el hecho de todo lo que la niña podía decir con tan pocas palabras. Y con la palabra mierda siendo parte de ello.
Con inocente desfachatez Hela quito el disco que se escuchaba ya desde hace un rato y permitía el ambiente lúgubre que Armando necesitaba para poder quejarse y seguir con su cómoda rutina. Pronto, gracias a la acción de unos dedos metiches, se escuchaba en el cuarto una melodía simple pero ligera.
-Estaba escuchando eso niña-dijo Armando.
Hela sonrió con aun más descuido- No, solo te regodeabas en tu amargura. Ese disco y tú venían juntos desde el cielo.
-Como tú no, pequeño demonio.
-¡oye! No soy pequeña, ya tengo 7 y puedo peinarme sola. Soy grande e independiente- afirmo señalando el perfecto peinado de dos trenzas holandesas que se había hecho esa mañana.
Armando rio abiertamente-Entonces eres un demonio grande, independiente y que sabe demasiado. ¿Qué haces aquí de todos modos? No deberías de meterte a casas de extraños solo porque estén abiertas.
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Una visita inusual y apropiada
Short StoryArmando ha perdido al amor de su vida y al mismo tiempo es acechado por una extraña niña, ¿qué más podría perder ahora?