Capítulo 38

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El hogar de Kuroo siempre olía a granos de café molidos por la mañana, a las hojas de los libros nuevos la primera vez que los abres para impregnarte de su contenido, y a madera añejada y recién barnizada. Al menos así era para Kenma. Allí donde fuera y percibiera esos aromas, automáticamente lo transportaban a la casa de su mejor amigo desde la infancia. Quizá se debía a que la primera vez que un pequeño Kuro lo arrastró hasta su casa para jugar, el padre del muchacho molía sus adorados granos de café importado, como lo seguiría haciendo siempre en el desayuno, y la madre de Tetsuro depositaba un sinfín de libros en las estanterías de la sala, llenándolas desde piso al techo, como ávida lectora y profesora que era. Además, la casa a la que se acababa de mudar la familia Kuroo estaba recién reciclada y aún olía a barniz. Aquella primera visita quedó fuertemente impresa en la memoria de Kenma, pues fue la primera vez que se sintió cómodo en un lugar que no era su propio hogar. Y así hubiese querido que fuese por siempre...

Iniciaba la última semana de Agosto en Tokio y el calor resultaba agobiante aún al caer el sol. Aquella noche Kenma estaba cenando en casa de la familia de Kuroo, invitado a comer allí porque sus propios padres se habían ido de viaje hacía una semana atrás y el chico no quiso acompañarlos. Aunque la noche continuaba demasiado cálida, la sala estaba fresca gracias al aire acondicionado. El fuurin o campanilla de viento, que estaba colgado en la ventana, a penas se movía por la brisa exterior; su suave tintineo metálico quedaba ahogado por las estridentes voces provenientes de un programa cómico en el televisor, acompañando los sonidos de la cena.

—¿Quieres más ensalada? —La madre de Kuroo se dirigió a Kenma con una sonrisa.

Él denegó con la cabeza.

—No, gracias, estoy bien así.

—Pásamela a mí, por favor —pidió Kuroo estirando un brazo; se sirvió más ensalada en su plato y luego hizo lo mismo en el plato de Kenma. Tanto él como su madre solían ignorar las negativas del chico en cuanto a comer más de una porción.

—Sigues sin engordar un gramo, cariño —comentó la mujer observando a Kenma, al tiempo que le servía más empanadillas gyoza, cuyo aroma a ajo mezclado con carne de cerdo impregnaba el aire alrededor de la mesa.— Me gustaría tener tu metabolismo.

—No es su metabolismo, solo come mal —replicó Kuroo.

El gesto de Kenma se veía un poco hastiado pero no dijo nada, pues estaba acostumbrado a que lo regañaran seguido por sus malos hábitos alimenticios. Continuaron comiendo mientras la madre de Kuroo les preguntaba por sus vidas en la universidad, en tanto el padre del chico miraba la TV y se reía del diálogo de los cómicos. En un momento dado todos guardaron silencio al escuchar el estridente sonido de una ambulancia que se detenía frente a la casa; a través de las cortinas de la ventana se podían apreciar las intensas luces de emergencia del vehículo.

—Ya es la tercera vez en este mes —se lamentó la madre de Kuroo, y su marido chasqueó la lengua.

—¿Qué sucede? —Quiso saber Tetsuro mirando hacia la ventana como sus padres. Kenma aprovechó la distracción y le pasó a su plato sus propias empanadillas.

—La señora Furukawa está con algunos... problemas de salud —le explicó su mamá.

—Oh, qué mal...

—¿Problemas de salud? —El marido miró a su mujer con sarcasmo.— ¡Es todo culpa de ese condenado hijo suyo!

—Querido...

—Todo porque es un desviado y una deshonra para su decente familia.

—¿Desviado? —Repitió Kuroo con los palillos a medio camino de tomar una gyoza.

El Club de los 5 - Haikyuu!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora