Capítulo Dieciséis

112 23 11
                                    

Ayden

El domingo por la mañana me levanto con la mitad del cuerpo entumecido, puesto que Austin se ha quedado dormido prácticamente encima de mí. Intento moverme hacia la derecha para separar un poco el contacto y una vez cómodo lo observo dormir. Está boca abajo, con la respiración demasiado calmada y me transmite una paz indescriptible. Me pongo de costado y estiro mi brazo para coger el móvil y veo que son pasadas las doce del mediodía. Lo vuelvo a dejar en su sitio y miro por uno de los huecos de la ventana; el cielo se ha llenado de nubes negras y la temperatura parece haber descendido bastante.

A una parte de mi le toma demasiado trabajo creer que esto esté pasando realmente, pero su olor y su contacto sobre mi piel son tan reales, tan hermosos que es imposible dudarlo. Cierro los ojos y me pego más a él, disfrutando de este magnífico momento. Que haya decidido estar conmigo luego de lo que se ha enterado es un paso gigante en nuestra relación.

Después de un rato Austin comienza a moverse, y cuando vuelvo a abrir los ojos veo que ya se ha despertado.

— Buen día —susurra rascándose la cabeza con las manos.

— Buen día —respondo con una sonrisa.

Está tan encantador que no tengo más remedio que besarlo, y luego de separar nuestras bocas, nos fundimos en un abrazo de buenos días y nos quedamos así un largo rato, cada uno disfrutando de la compañía del otro.

La noche de anoche fue una de las más raras de mi vida. Mi cuerpo pasó por todo tipo de emociones; desde tristeza, a sorpresa y finalmente felicidad.

Luego de haber lidiado con los gritos de Caroline, por fin logramos calmarla y llevarla a su casa mientras nos cantaba las mil y unas. Afortunadamente estaba un poco pasada de copas, así que no recordará demasiado de lo que sucedió. La pobre se preocupó tanto nosotros que casi le agarra un ataque y lo único que pudo hacer fue beber como una desquiciada cuando regresamos.

— ¿Me he pasado? —Pregunta con una sonrisa de costado y rompiendo el silencio.

Me río tímidamente al recordar lo sucedido. Una vez solos, era evidente que necesitábamos irnos a casa cuanto antes y tener nuestro momento de reconciliación. Ni bien entramos, Austin me tomó bruscamente por el hombro y me asaltó a besos contra la puerta. Trazamos el camino hasta la habitación con las manos recorriéndonos los cuerpos explotando de deseo. Nunca lo había visto tan frenético, y todavía me siento adolorido por la fuerza con la que sucedió todo. Dejé que tomara el control durante toda la noche, y no puedo negar que la pasé de maravilla.

— Genial.

— ¿Te gustaría que lo repitiésemos?

Sonrío exagerando una mueca de dolor.

— De acuerdo, pero dentro de unos siete años. Me has dejado prácticamente en coma.

Me besa de lleno en los labios con ternura, y no tardo en responder con entusiasmo. A continuación, pasea su boca por mi cuello y, además de besármelo, me da pequeños mordiscos que me vuelven loco. Aferro sus nalgas con mis manos y me estrujo contra su cuerpo, asegurándome de que note cuán excitado estoy. Inmediatamente también noto que él lo está, y lanzo una carcajada contra su boca.

— ¿Quieres que paremos? —Pregunta contra mi oído y su voz hace que se me ericen todos los vellos del cuerpo.

— La verdad es que no, pero me duelen los músculos.

Sin dudarlo, separa su cuerpo del mío rápidamente, se sienta cruzando las piernas y me estudia con una mano en el mentón. Está para comérselo.

Mi Casualidad Eres TúWhere stories live. Discover now