Yoongi y yo nos miramos a los ojos. Aquella mirada fue muy distinta a cualquier otra que nos hubiéramos podido dedicar en cualquier momento de nuestra vida. Era una mirada que no sabría cómo explicar, cómo calificar.
El cuerpo de Hoseok desapareció cuando apartamos nuestra mirada de él. Y no sé por qué, pero el corazón me dolió más al no ver a mi amigo allí, en el suelo. Puede que para algunas personas incluso sea peor seguir mirando el cuerpo sin vida de un ser querido, pero para mí en aquel momento era necesario verlo, sentirlo lo más cerca que pudiera. Porque encima no tenía ni idea de adónde se los podía llevar el guardián.
Yoongi no decía nada y yo tampoco, ambos estábamos en silencio. Y aunque aquel silencio me doliera, no me molestaba del todo. No sabía qué decir, y al parecer él tampoco, por lo que prefería que ambos no dijéramos nada antes de volvernos a echar a llorar.
Se levantó del suelo lentamente, sin dirigirme la mirada. Sus ojos estaban más negros que de costumbre, pero, aunque me gustara ver cuán oscuros podían volverse en distintas ocasiones, esta vez no me gustaban. Era un negro vacío. Profundamente vacío.
—Yoongi... —lo llamé lo suficientemente alto para que este me escuchara, aunque mi voz no sonó todo lo fuerte que me hubiera gustado.
Se giró en mi dirección, sin embargo, cuando vio que yo no decía nada, retomó su camino a la cocina.
Me levanté yo también y cogí la bolsa que trajera Hoseok, con esfuerzo para no sacar algunas lagrimillas. Me encaminé despacio hacia la cocina.
Retiro lo que había dicho antes, no hay nada que me incomode más que el silencio sepulcral de Yoongi. Prefiero llorar hasta quedarme sin lágrimas y quejarme de algo que no va a cambiar, antes que tener que fingir que nada ha pasado y no hablar del tema.
Necesito desahogarme, y sé que Yoongi también.
Lo ví mirando en el interior de la nevera, frunciendo su ceño. Después extendió su mano para que le entregara la bolsa, sin dirigirme la mirada. Yo se la extendí.
Cerró la nevera y posó la bolsa sobre la encimera, abriéndola y mirando el interior. Mi mirada no se separaba de él ni de sus acciones. No sabía qué decir o hacer en esta situación.
Frunció su ceño de nuevo al ir posando uno a uno el contenido que había comprado Hoseok, siendo en su mayoría dulces. Hasta que me dí cuenta de que no eran dulces cualquiera. Aquellos dulces eran los que nos encantaban a los tres. Unos dulces chocolateados que comíamos de vez en cuando, debido a lo caros que eran. Una vez al mes, siempre alguno de nosotros los compraba a escondidas del resto y nos sorprendía. El hecho de que Hoseok se haya gastado una gran cantidad de dinero en aquellos dulces provocó que unas lágrimas resbalaran por mis mejillas.
Esto estaba podiendo conmigo...
Entonces Yoongi me miró, pero por el contrario él no estaba llorando. Su expresión se relajó, y aunque no sonriera, sabía que estaba más calmado y dispuesto a hablar.
—Ha sido muy considerado comprándolo... —su voz ronca y grave. Esa voz que me calma y me enciende a la vez—. Sin embargo, no es sano que cenemos todo esto...
Asentí mientras me acercaba hasta su posición, mirando todo lo que había esparcido sobre el mueble.
—Ha tenido que gastar mucho dinero... —Yoongi asintió a mis palabras—. Oh, aquí hay ramen. Podemos cenar esto. —cogí el paquete de plástico en el que venía, mirando a Yoongi inquisitiva.
Suspiró.
—Cenarías mejor con mi kimchi... Estás adelgazando, ya te lo dije aquella vez. —me miró de arriba a abajo, para después clavarme sus ojos.
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Prodigies. ➳Min Yoongi.
Fanfiction❝A veces, las cosas llegan en el momento más inesperado de todos. Otras veces, son las cosas que llegan las más inesperadas de todas.❞ ;no copias ni adaptaciones; ©_miinmin