Austin
Al llegar al enorme edificio, saludo a la recepcionista que ahora se ha convertido en mi compañera de trabajo, aunque quizá no por mucho tiempo más. Estudio la posibilidad de hablar con Lucas apenas entro a su oficina, pero lo veo un poco malhumorado esta mañana, así que decido pasar el tema por alto y esperar el momento adecuado.
Mi jefe me trae pilas de papeles con datos de clientes que debo cargar en la computadora y me los quedo mirando por un rato largo. Si hoy será mi último día aquí, debo terminar todo esto como sea.
— Austin, cualquier cosa me llamas a mi oficina —dice Smith y se larga sin esperar a que le responda.
Parece que Lucas no es el único en haberse levantado con el pie izquierdo. Y yo no habría podido elegir un mejor día para tratar mi pequeño problemita.
— ¿Qué tal tu fin de semana? —Pregunta Lucas rompiendo el silencio desde su enorme escritorio.
— Lo de siempre. Con los altibajos que suelo tener normalmente. Pero bien, en fin. ¿Qué tal tu? —Digo sin levantar la vista de mi teclado.
— Me he peleado con Aria —confiesa con un hilo de voz.
— ¿Qué ha sucedido?
— Le he encontrado unos mensajitos un poco... innecesarios con Smith.
Ahora me cierra por qué ambos llevan una cara de perro monumental.
— ¿En serio? No lo puedo creer, tío. Ni siquiera sabía que se conocían. —Exclamo, sin saber qué mas agregar.
Me gustaría indagar más sobre el tema. Si fuese caradura, hasta me atrevería a preguntar qué decían los mensajes, pero eso no va conmigo, así que me conformo con lo que pueda llegar a decirme.
— Yo tampoco me lo puedo creer. Nos conocemos los tres hace ya varios años.
— ¿Has hablado con Smith? —Suelto luego de un rato de escuchar simplemente cómo nuestros dedos martillaban el teclado.
— Sí. Se lo he dicho esta mañana, y me lo ha negado todo. ¿Viste lo que dicen sobre los mentirosos? Cuando no encuentran escapatoria, se hacen los ofendidos.
Antes de que pudiera responderle, la puerta se abre de par en par y la figura de mi jefe aparece detrás de la puerta.
— Lucas ¿podemos hablar un momento?
— Podemos, pero aquí mismo. El chico sí que es de confianza —dice tajante mientras me señala—. Y tengo mucho trabajo por terminar.
— Creo... creo que es mejor que me valla. De todas formas quería ir a tomar un café; no he desayunado nada esta mañana. —Interrumpo. No quiero ser partícipe del momento incómodo que está a punto de generarse.
Smith me mira dubitativo y se corre de la puerta, haciendo ademán de dejarme espacio para que salga.
— Gracias —me dice por lo bajo mientras paso por al lado.
— Por cierto —digo antes de salir del todo—. Necesito hablar contigo sobre un asunto.
— Te espero en mi oficina en 20 minutos.
Nunca, desde que había llegado, lo había escuchado hablar tan seriamente... pero dadas las circunstancias, es completamente entendible.
Salgo y camino dos cuadras hacia el Starbucks más cercano. Ordeno un café negro y me siento en una de las mesas más alejadas de la tienda. Agarro mi móvil del bolsillo y veo que tengo un mensaje de la única persona que esperaba.
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Mi Casualidad Eres Tú
RomanceUn encuentro que derriba esquemas, porque el amor verdadero no tiene límites. Es una novela para lectores con la mente muy abierta. Dicho esto, y si todavía te crees capaz de soportarlo, te invito a que te aprietes el cinturón y disfrutes del viaje...