Pov. Sebastián
Admito que la primera impresión quizás no fue la mejor. Al menos tengo la certeza de que uno de los hermanos es más fácil de tratar de que el otro.
Llegué a la cabaña y entré. No tenía mucha noción de cómo o cuándo había llegado. Francamente desde que dejé a los hermanos en el bosque; no me siento yo mismo, estoy más distraído de lo normal. Tengo a una maldita persona incrustada en la cabeza.
Maximiliano Blackers
-Maldita sea...- murmuro mientras paso mis manos por mi cabello.
He de admitir que cuando lo vi me quedé hipnotizado. Nunca esperé que fuera tan jodidamente lindo y testarudo. Aunque eso solo le da cierto toque de sensualidad a su personalidad. No es como otros chicos que conozco, que son fáciles en todos los sentidos.
Él desprende un aura muy peculiar.
-Eso fue muy rápido.
Alcé la mirada y me encontré con mi hermano menor. Danilo Sheirin era básicamente una copia mía, (pero barata), con la diferencia de que él tiene los ojos azul verdoso y no llega a mi glorioso 1.90 metros.
-¿Qué dices?
-Creí que estabas cogiendo con el chico ese. Mmmm, ¿Cómo era su nombre?- me miró atento
-¿Quién? ¿Max?- sonreí con burla y me encaminé hacía uno de los muebles del juego de sala.
-Así que Max, eh?- su sonrisa me advertía que algo traía entre manos.
Voltee la mirada evitando todo tipo de contacto visual con él. Otra diferencia que tenemos los dos es el de hurgar en la mente de las personas, un poder heredado de nuestra madre y que por desgracia solo él tiene.
-¿Tienes algo que ocultar, hermano?- parpade un segundo y ahora lo tenía en frente.
Sabía que me retaba así que le confronte para demostrarle que no le temía, pero tenía que ser más inteligente. No debía dejar que en realidad supiera lo que pienso de Max.
Luego de un rato compartiendo miradas. Él se dió vuelta y comenzó a caminar a su habitación
-Bien, parece que no tienes nada que ocultar. Adiós, perra.
Cuando estuve seguro de que se había encerrado y por ende no podía oírme, solté un agobiante y pesado suspiro.
Estoy empezando a odiar aquella sensación que el idiota de Max me produce.
-Viejo, dime ¿cómo te fue con los hermanos?
Agradecí internamente aquella intervención.
Dylan Wolfgang, es uno de mis mejores y pocos amigos. Pero a su vez, es mi peor enemigo por naturaleza (por ser un licántropo). Lo conozco desde los 5 años y prácticamente me he criado con él desde entonces.
-Cállate Dyl, supongo que bien
Le miré con seriedad, puesto a que me irritaba su estúpida sonrisa burlona.
-Me alegra oír eso
Fue entonces cuando estuvo lo suficientemente cerca que noté un fuerte y asqueroso hedor, que para mi desgracia no era desconocido.
-¡Dyl!- grité echando fuego por los ojos mientras le sacaba los colmillos. Él solo se encogió de hombros ante mi mirada, para después gemir como cachorro regañado.
-Perro malo Dylan, perro malo- le regañé. Siempre hacía lo mismo. Tenía la mala costumbre de revolcarse en el lodo y no limpiarse después de hacerlo.
Masaje mi cien en un intento de calmarme
-Lárgate ya, que estás llenando la casa de olor a licántropo.
-Hermano, no seas así- se puso de rodillas tratando de convencerme.
-¡No! ¡Ahora fuera!-le señalé la ventana por la que había entrado.
Con el ceño fruncido se levantó refunfuñando.
-Rápido, te veo- con una de mis mejores miradas amenazadoras le seguí hasta estar enfrente de la ventana.
Se montó en el alfeizar y cuando estuvo apunto de salir, la puerta fue abierta.-Agh, pero ¿qué olor es ese? Huele a porquería
Hubiera podido lidiar con cualquiera del clan, pero precisamente Lia (o Elizabeth, como ella prefería que la llamaran) tuvo la suerte de encarar a mi amigo. Cabe destacar que ambos se odian.
-Oye, ahora huele más a zorra, gracias por llegar- le grita Dyl desde la cocina.
-Sebastián, no me dijiste que tú mascota estaba aquí. Hola a ti también, perra lasciva- su mirada de repugnancia era, obviamente, dirigida a ambos, pero en especial a Dylan.
-¡Te dije que te fueras!
-Bueno, ya me voy- se acercó a la ventana pero antes de salir le llamó la atención a Elizabeth, consiguiendo que le sacara los colmillos- lindo traje, perra- y ahogándose en una carcajada se fue.
-¿Y tú qué? ¿Te abortaste la cabeza?- le pregunté con burla. El vestido que llevaba le acentuaba la cintura y el trasero, al igual que le hacía sobresalir el busto. Admito que nunca me había fijado en su figura- Te ves como una zorra gótica.
-Cállate, me veo fabulosa, así que con premiso.
Volvió en sí misma logrando que su cabello me pegará en la cara. Rodé los ojos con fastidio y me dirigí a mi habitación. Una vez ahí me encontré con mi hermano durmiendo en mi cama. Molesto le agarré de las piernas y lo tiré al suelo. No me sorprendió que no se despertara, puesto que él tiene el sueño pesado. Miré la ventana y una idea se me vino a la mente al ver que el cielo se comenzaba a nublar.
Con la carcajada en la punta de la lengua, corrí a la habitación de Lia. Luego de estar rebuscando entre sus cosas, al final di con su bolsa de maquillaje. Con mi habitación y comencé el trabajo de estilista con mi hermano siendo rata de laboratorio. Cuando terminé, agarré de nuevo a mi hermano pero esta vez lo acomodé en mi espalda y salí por la ventana. Subí a la azotea y localicé la antena que se conecta a los televisores de la casa. Acomodo a mi hermano en la antena amarrándolo de pies y manos. Después de verificar el clima salté del techo a la ventana de mi alcoba, ansioso de que el espectáculo comenzará.
5...4...3...2...¡1!
-¡AHAHAHAH!- Oí el sonido de un estrepitoso rayo junto la voz de mi hermano. Sonaba tan fuerte que creo que se quedaría sin voz o por lo menos estaría ronco por un par de días- ¡SEBASTIÁN!- aguanté las ganas de reír y me tiré en la cama tratando de consolidar el sueño- ¡SÁCAME DE AQUÍ!
Solté un suspiro y sonreí
-Música para mis oídos.
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Un Amor Poco Natural (Gay-Yaoi)
VampirosAlejandro y Max Blackers son dos hermanos que próximamente irán de visita a la casa de su abuela Roxana en una pequeña cabaña alejada de un pueblo. Lugar donde experimentarán cosas que cualquiera no estaría preparado.