-¿Cecilia? - masculló lentamente, como si no lo pudiera creer.
Una brillante y hermosa sonrisa se amplió en su rostro y entre caminó y corrió hacia ella con ese gesto.
Ella lo miró perpleja, sus piernas se habian convertido en gelatina. Había soñado desde hace muchos años con este momento.
Imaginaba que lo vería y correria hacia él, confundido, aún así jorge la abrazaría, ella empezaria a llorar y le repetiría una y otra vez cuanto lo amaba. Luego se podría separar de él, le pediría una foto, un autógrafo y se iría sin más. Eso es lo que siempre se cruzaba por su mente todas las noches antes de acostarse y dormir.
Pero esto era diferente.
Jorge la había reconocido, él habia caminado hacia ella, más sin embargo la última se encontraba tiesa como una estatua parada frente a él sin decir nada.
Solo estaban a un metro uno de otro, la hermosa sonrisa de jorge adornaba su rostro, tan brillante como siempre e incluso parecía más hermosa de lo que cualquier persona pueda imaginar, incluso cecilia.
Sus ojos estaban puestos en la pequeña figura delante de él, la estudiaba minuciosamente, cada detalle.
Lo primero que buscaron sus ojos sin ser completamente consciente de ello fueron sus muñecas, y como él lo esperaba estas estaban cubiertas con dos manillas de color blanco. Cecilia noto inmediatamente su mirada de él puesta en la parte del cuerpo que menos le gustaba, se sintió incómoda y vulnerable así que movió sus manos discretamente para que él prestara atención en otro lugar que no sea eso.
Jorge la miró directamente a los ojos, reflejaban soledad y las bolsas debajo de ellos exponía todas sus noches en vela.
Dió unos cuantos pasos más adelante y sus tenis chocaron con las botas de ella. Relamió sus labios, no sabía que decir exactamente, tenía tantas cosas que decirles, tantas palabras queriendo salir de su cabeza pero estar frente a ella era algo diferente.
Ella aún se encontraba parada en su lugar era como si una especie de fuerza magnética la hubiera atraido ahí y no le permitiera moverse. Jorge suspiró decidido a decir y hacer lo que siempre quiso.- ¿puedo abrazarte? - preguntó suavemente como un leve susurro. Las lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos ella. Se sentía incapaz de poder decir algo, si abría la boca se echaría a llorar sin poder detenerse.
Una especie de sollozo mezclado con un leve "por favor" salió de su boca antes de que jorge se inclinara sobre ella para rodear sus brazos alrededor de su pequeño y débil cuerpo.
Su mente todavía procesaba el hecho de sentir a jorge rodeandola, podía sentir sus fuertes brazos sonsteniendola, como siempre lo habian hecho.
Todavía estaba quieta en su lugar, sus músculos se tensaron un poco, no estaban acostumbrados a ese tipo de gestos que no fueran de sus padres.
Jorge era por mucha diferencia más alto que ella, así que cecilia podía escuchar con claridad los latidos del corazón de su ángel, y ahí en ese lugar, escuchando el rítmico palpitar, sentir sus brazos rodeandola y su aliento contra su cuello ella se perdió por un instante , hasta que algo demasiado inesperado pasó.
Jorge, al igual que cecilia todavía se encontraba algo sorprendido por como pasan las cosas, aún recordaba como fue que se sintió cuando cecilia le envió la carta, no podía creer por todas las horribles cosas que pasó siendo aún una niña. Podía sentir como el cuerpo de ella se relajaba, y un dolor en su pecho creció cuando en a cabeza le vinieron esas espantosas imágenes creadas por su mente de como la persona que estaba intentando reparar con un abrazo habia sido dañada. Entonces sin poder evitarlo, un sollozo se escapó de los la labios de jorge, él comenzó a llorar.- lo siento - susurró - no debí dejarte ir, no debí dejarte caer, ángel
Entonces, las lágrimas de ella también comenzaron a salir sin control alguno y no le importó, no le importó porque en ese leve momento se sentía protegida y querida.
Podía oler su dulce e intenso perfume impregnado en su cuello. Podía sentir su respiración acelerada en su nuca, sus lágrimas mojar su blusa y su cabello, él acarició su espalda con suavidad.
Tantas palabras que decirle pero jorge lo único que podía hacer era repetir contra el oído de ella unos "te quiero" casi incomprensibles debido a que aún seguía llorando.
Entonces, ella se dejó llevar por eso, el latir del corazón de su ángel, su cuerpo protegiéndola con un abrazo como un escudo humano en contra de todos sus males, protegiéndola de la tormenta y su perfume, su dulce perfume que la llevó a un lugar mucho más hermoso que la realidad.
...Eran las 12:00 a.m cuando las máquinas emitieron un pitido largo anunciando el infierno para las personas que estaban detrás de las puertas que llevaban a la sala de emergencias pero a la vez e irónicamente también anunciaban el fin de una vida llena de demonios para ella.
Sus párpados estaban cerrados y una sonrisa adornaba su rostro pálido aún con el sentimiento de su último sueño.
Un sueño del que jamás despertaría.The end.