Espejos

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Muerte dedicaba día tras día a su labor en el mundo humano, recolectando las distintas almas que dejaban su cuerpo físico en el olvido por incontables motivos, algunos más crueles que otros, pero no era novedad por más duro que fuera su trabajo.
Su labor se vio interrumpida cuando uno de sus sirvientes, de alto porte igual que él, totalmente oscuro, con una calavera blanca teñida por rostro, llegó a informarle sobre una petición algo extraña de Ithis...

¿Con Tiempo? Está bien, iré en un momento...

Musitó el delgado Dios, terminando por recoger el alma de un pequeño conejo a sus pies, enviando la pequeña mariposa a Ithis antes de que su cuerpo se desmaterializara, transportándose fuera de los aposentos de Tiempo, un gran palacio alejado del resto de Dioses.
Toda la estructura era imponente, tallada en mármol y cuarzo, de una altura sorprendente para el Dios que ya se consideraba alto, aunque sabía que era el segundo, pero le ponía nervioso finalmente conocer al que le superaba en altura. Así que tomó valor, una gran bocanada de aire y se adentró en la fortaleza, denotando un gran vacío en su interior, solo habían  columnas que sostenían el peso de la construcción, largos pasillos de alfombra negra que guiaban al mismo centro del lugar y se extendían a lo amplio hasta topar con una gran puerta de madera de abedul, con tallados majestuosos haciendo referencia a cada uno de los Dioses que hasta ahora existían.

Al otro lado del espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora