Los dioses también aman.

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Estar anclado a un templo no es algo que HongBin haya elegido, tampoco era algo que él amase.

Todos los días miraba a la gente, humanos de todo tipo pasando por en frente de su templo. Las miraba con recelo y a veces incluso con odio, pues él, invisible a los ojos humanos, anhelaba dejar atrás esa prisión en la que se había convertido su templo, ser visto, ser libre... En conclusión, anhelaba ser humano. Pero eso, claramente, era algo imposible siendo un dios.

Fue cuando vio a un joven moreno que todo cambió. El chico había subido corriendo las escaleras que dirigían al templo del desdichado dios, con lágrimas en los ojos, y se había sentado en la entrada de este, ocultando la cabeza entre sus piernas, llorando. 

Hongbin, que hasta ahora sólo había presenciado la felicidad y dicha del mundo, se acercó curioso al chico, sabiendo que este igualmente no podría verle.

-Estúpido, idiota, imbécil Taekwoon... -Masculló entre lágrimas, levantando el rostro para admirar el atardecer. Hongbin admiró su rostro y belleza, sintiendo un mal en su corazón al ver los ojos del humano rojos e hinchados, e inmediatamente sintió el impulso de abrazarlo, cosa que se permitió hacer, pasando sus brazos por los hombros del moreno.

El humano, sintiendo calidez, intentó descubrir de donde venía, dejando de llorar por ese sentimiento tan reconfortante. Hongbin sonrió ante su mirada desconcertada y colocó una de sus manos sobre la mejilla del chico, transmitiéndole tranquilidad y seguridad con ese contacto.

El chico, ya calmado, acarició su propia mejilla, aquella en la que aún sentía calidez, atravesando así sin saberlo la mano del dios, que se estremeció ante ese contacto etéreo, apartando su mano con brusquedad y desconcertando de nuevo al chico, que quería volver a sentir aquella calidez misteriosa.


-Hakyeon, espera.- Se oyó a otro chico en las escaleras que llamó la atención de los otros dos. El nombre que ese desconocido mencionó flotó en la conciencia de Hongbin durante lo que parecieron horas hasta que todo volvió a moverse de nuevo, ahora sabía que el moreno se llamaba Hakyeon...

Hongbin observó como el nuevo chico se acercaba a un sorprendido Hakyeon, separándose de este un poco para observarlos bien desde una prudente distancia.

-Taekwoon, yo... Perdóname.- Masculló el moreno, secándose unas nuevas lágrimas.  Hongbin reconoció el nombre porque antes lo había nombrado.

-Perdóname tú a mi, Hakyeon... Sé que no soy muy expresivo y entiendo que dudes de mi por nunca haberte dicho lo que siento en voz alta.- Hakyeon habló la boca para hablar, pero la cerró de nuevo cuando observó que el chico de pelo negro se arrodillaba, sacando una cajita negra que abrió, revelando un anillo. Hongbin simplemente observaba con una punzada en el pecho como Taekwoon, claramente avergonzado, decía: Cha Hakyeon, más conocido como N, robó mi corazón hace cinco años cuando por casualidad chocó contra mi en la escuela. Ahora, cinco años después, tras cuatro años de relación, quiero decirte que... Te amo. ¿Te casarás conmigo?

Hubo un silencio incomodo, en el que Hakyeon, sorprendido, no se movía, Hongbin mantenía la respiración, dolido, y Taekwoon, viendo como su novio no contestaba, se deprimía y avergonzaba cada vez más.

Entonces, en un rápido movimiento, Hongbin observó celoso como Hakyeon, llorando de nuevo pero esta vez de felicidad, envolvía al avergonzado chico en sus brazos.

Y fue entonces, mientras que los dos humanos juntaban sus labios en un necesitado beso, cuando Hongbin se dio cuenta de que en sólo unos minutos se había enamorado de ese humano: de su tristeza, de su rostro sorprendido, de su tacto etéreo, y sobretodo de su felicidad. Y, mientras una lágrima traicionera se deslizaba por su mejilla derecha, sonrió. 

Porque después de una eternidad, se había dado cuenta de que los dioses también pueden amar.

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¿Os ha gustado? Sé que es un poco larga, pero me lo pasé bien escribiendo esta historia ^^ Comenten y voten si os gustó :D

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