Lindsay leyó por enésima vez la dirección que indicaba el anunció del periódico local, se sentía insegura pero estaba decidida a experimentar lo que es estar en una discoteca. Era su primavera vez en una y su corazón bombeaba frenético por la adrenalina que sentía. Por más tonto que pareciese.
No llevaba nada extravagante, un suéter sin mangas color negro ajustado, unos jeans azules, sus inmortales converse, una chaqueta de jean y más nada. Como maquillaje solo tenía un poco de rímel para resaltar sus hermosos ojos azules, brillo de labios, y un poco de rubor. Muy natural, como siempre.
Salió de su pequeño apartamento justamente a las ocho en punto. Dejando atrás la protección de su casa, adentrándose a las oscuras calles, una sola estrella no había en el cielo oscuro, y la luna no ayudaba mucho para aplacar la tétrica oscuridad que envolvía la ciudad.
Llegó en doce minutos a la discoteca, los jóvenes hacían cola luciendo eufóricos por pasar al sitio. Ella lucía muy diferente a ellos, se sentía fuera de lugar. No sentía que tuviera que estar ahí. Por ridículo que sonase; ella se sentía juzgada a pesar de que nadie la observara con algún interés. Las miradas sobre ella no duraban más de dos segundos.
Pero no la podían culpar por sentirse de tal forma, era una adolescente insegura que jamás había ido a una fiesta. Era muy asocial, casi no tenía amigos, por no decir ninguno.
Ya dentro de la discoteca sintió que su estómago se revolvía al sentir el olor a nicotina, alcohol, sudor y perfumes de todo tipo. Se sentía muy pequeña, su estatura de apenas un metro cincuenta y nueve no ayudaba a que resaltara entre la multitud. Se sentía como en un laberinto de personas bailando y brincando sin parar.
Se quedó allí, inerte, sin saber exactamente qué hacer, se sentía perdida. Entre toda la multitud no pudo dejar de sentir que alguien la miraba atentamente. Sentía que lo estaban haciendo. Su mirada insegura buscó entre toda la gente, pero su mirada cayó sobre un hombre.
No logró contenerse, se sonrojó inevitablemente, él la observaba como si de un león observando a su presa se tratase.
Ella no pasó desapercibida su altura, era muy grande por donde lo miraras. Su cabello estaba perfectamente peinado hacia arriba, era castaño y muy brillante, sus rasgos eran definidos, tenía cejas tupidas, labios carnosos y rosas, nariz perfilada y su mandíbula bien definida.
Ella apartó la mirada con las mejillas sonrosadas. Los minutos pasaban y la mirada del joven apuesto no se apartaba de ella, intimidándola.
Ella empezó a removerse incómoda, llevó su mirada hasta él y segundos después él le sonrió, sabiendo los efectos de su mirada penetrante y constante. La chica suspiró y le dedicó una pequeña sonrisa sin mostrar sus perlados dientes.
Sintió que su piel se erizaba, que sus latidos se aceleraban cada vez más. El chico se aproximaba a ella como si fuera una película; adolescentes bailando y saltando, sus miradas conectadas y un pasadizo sin interrupciones le daba la libertad de mirarla, de aproximarse.
Ella no podía creer que un chico tan guapo y de aspecto tan elegante le dirigiera la mirada, ni mucho menos que se le estuviera acercando.
-Hola- él murmuró con voz aterciopelada cuando llegó hasta ella. A ella se le cortó la respiración.
Por un corto lapso, que ella sintió como una eternidad, quedó perdida en sus ojos avellanas. Eran tan cálidos y hermosos, que se preguntó si eran lentes de contacto, simplemente no podía creer que fuese tan perfecto (si del aspecto físico hablamos).
-Hola...- respondió después de salir de su embelesamiento. Para su mala suerte, su voz salió ahogada, como un susurro asustado.
-¿Quieres bailar?- la invitó yendo directo al grano, era un hombre directo.
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El diablo de fiesta. ▶J.B◀ |One Shot|
FanfictionEsta historia está inspirada totalmente en cierta leyenda urbana que ha recorrido toda latinoamérica.