Epílogo

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—Hace mucho tiempo que no disfruto de un bello atardecer como éste — confesé alegre, sin perder de vista el astro rey

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—Hace mucho tiempo que no disfruto de un bello atardecer como éste — confesé alegre, sin perder de vista el astro rey.

—Ni yo, se siente bien estar en casa de nuevo —confesó abrazándome por detrás, enlazando sus hojas sobre mi tronco.

—¡Mamá!, ¿Podemos ir a jugar con Tom? —preguntó mi pequeño David, un Florecimiento Dorado.

—Sólo si cuidas de tu hermana menor —condicioné sonriente.

—¡Claro!, ¡Vamos, Regina! —apuró a su hermana menor, una Repetidora.

—¡Voy!, ¡Voy! —respondió alegre, siguiendo los saltos de su hermano.

Lo vimos bajar de la pequeña montaña dónde vivíamos, llegando al campo dónde el resto de sus primos y amigos los estaban esperando.

Al final, Erick y yo no habíamos ido a ese prado que tanto habíamos soñado, en cambio habíamos regresado al campo dónde nos conocimos por primera vez, pues nos habían recibido con mucho gusto mi familia y amigos. No pasó mucho tiempo para que nuestra pequeña familia comenzara a crecer, teniendo primero a mi pequeño David y después a Regina, aunque ahora estábamos en espera de otro nuevo integrante a la familia.

—Es igual a un ti, un pequeño Solecito sonriente y alegre —comentó Erick, descansando cabeza sobre la mía.

—Y Regina es toda una líder, no cabe duda de que será muy buena soldado cuando llegue su momento —el sentimiento llegó muy hondo en mi semilla, haciendo que unas pequeñas lágrimas bajaran por mis mejillas.

—Tranquila Solecito —besó una de mis mejillas, haciéndome sonreír—, te prometo que jamás estaremos solos.

—¿Lo prometes? —me giré entre sus ramas, perdiéndome en su mirada.

—¡Claro! —me dio un rápido beso en los labios—, tendremos un montón de semillitas para criar juntos —comentó con una mirada brillando por un deseo pasional que me hizo sonrojar.

—¡Erick!... debemos de tomarnos nuestro tiempo, soldado —respondí con una sonrisa.

—Me encanta que me diga soldado, enfermera, pero preferiría que lo dijera cuando estemos a solas —me dio un beso en mi cuello, haciéndome sonrojar.

Sin duda, nuestra vida después del retiro de la batalla contra los zombis sólo pintaría un mejor paisaje, un paisaje dónde nuestros hijos crecieran felices y dónde nuestro amor crecería cada vez más y más.

Viejas HeridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora