Capítulo 11

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—¡Nicole! Me alegra mucho que hayan tenido tiempo de venir.— una chica de cabellos verdes se acercó.

—Lindsay, bueno, tenía que venir después de todo ya sabes, trabajo. Ha pasado un tiempo...

El esposo de Nicole se encontraba a varios pasos de la platica, estaba tan metido en la barra de snacks comiendo de eso y aquello, aceptando las copas de vino que traían los meseros. La madre de cabellos celestes sonrió débilmente, no se sentía muy cómoda con su vieja amiga pero ciertamente la había extrañado.

—No te veía hace mucho Nicole, te vez más...¿desgastada? Supe que tienes dos hijos.— su amiga aceptó un de copas que le ofreció el mesero, le dio una a Nicole y dio un sorbo a la suya.

—Tres, adoptamos un chico hace unos años.

Inevitablemente el pecho de Nicole se oprimió cuando implícitamente mencionó a Darwin, se sentía mal con todo lo que los estaba haciendo pasar. Pero era su deber como madre corregir esas conductas antes de que fuera demasiado tarde.

Antes de que fueran heridos por la sociedad.

—Woah, no sé como lo haces. Recién tuve un hijo hace un par de años y me está volviendo loca, ¡con el trabajo, él y mi esposo no encuentro tiempo ni para dormir! 

Ambas madres rieron, aunque Nicole no hacía más que hacer ruidos de incomodidad.

—Ha sido un gusto volver a verte, Lindsay. Pero debo buscar a mi jefe y hacerme cargo de...esto.— con una mueca se despidió de su amiga y huyó junto a su esposo.

Lo encontró con la boca llena de bocadillos de queso y jamón, no pudo evitar reír antes la inmadurez de su esposo, tomó una servilleta y limpió la baba que empezaba a escurrir de su boca.

Pensó en su familia, sus hijos, su esposo... jamás pensó que llegaría a tener una familia así de rara, y aún con todas las travesuras de Gumball y Darwin y la actitud de su esposo ella los amaba más que nada en el mundo.

Ellos eran su mundo.

No tenía nada de cruel querer enmendar el camino de sus hijos, ¿verdad? Lo hacía por su bien. 

—Terminaste rápido con tu amiga.— rió Richard tragando lo que comía, Nicole fingió molestia.

—Rayos Richard, ¿no puedes actuar como un adulto al menos una vez? Es una junta de mi trabajo, por amor de Dios.— se cruzó de brazos, frunciendo el ceño.

Richard agachó la mirada.

—Lo siento, tienes razón...— y con las cejas caídas por la tristeza dejó el pequeño plato atiborrado de comida.

Nicole hizo una mueca y tomó las manos de su esposo.

—Vamos Richard, estaba bromeando, pero si necesito que guardes un poco la compostura. Tal vez me den el aumento que necesitamos. 

Vio a su esposo asentir con ganas y lanzarse acorralando su cuello con sus brazos.

Richard era muy alto y robusto, gordo, a decir verdad. Su nariz era grande y un poco tosca, pero tenía ojos aniñados: redondos y brillantes. 

Nicole pasó sus manos por el extraño cabello rosado de su esposo, como si le diera palmadas a un perro bien educado. Lo tomó de las mejillas y le plantó un beso en la mejilla, cerca de los labios. Ambos se sonrieron por un rato.

—Esta no ha sido una buena semana Nicole, pero confío en que hacemos lo correcto.

Y a pesar de que Richard le sonrió con su típica inocencia y alegría, a Nicole le revolvió el estómago hasta el punto de hacerle vomitar.

Una palabra: ADOLESCENCIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora