Capitulo unico

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Destruida....

Esa era la palabra que definía a Rebecca en ese momento. Todo había sido una mentira: sus caricias, gestos y sobretodo el dichoso amor que se suponía le tenía. Y ni siquiera fue como para decírselo en la cara, sino que le había dejado una carta. ¡Una maldita carta!

Después de cinco años de relación uno espera más en un rompimiento ¿no?, por lo menos la valentía de decir las cosas de frente.


Igual... ya no importaba, aunque se estaba mintiendo a si misma, porque si realmente lo hubiera superado no estaría en ese bar buscándolo a él,

Algo simplemente patético.


Ella no era fea, tenía un largo cabello castaño siempre bien cuidado y peinado, sus ojos eran verdes, ni grandes ni pequeños, enmarcados por unas largas pestañas.


Era bajita, eso sí, apenas medía 1. 50 metros pero era delgada y tenía el cuerpo tonificado. Y por sobretodo se esmeraba en su cuidado personal.

Pero al parecer a Marcus eso le daba igual, en ella solo veía un juguete el cual presumir. Cuando dejó de parecerle útil se consiguió un modelo nuevo.

Dolió... claro que dolió.

Estaba rota tanto por dentro como por fuera y ahora quería venganza.

—¡Eh pequeña! ¿Te sirvo lo de siempre? — se le acercó el cantinero a la chica.

Desde que había terminado con Marcus, ese bar era su lugar habitual, así que ya era conocida por todos allí.

—Quizá hoy no venga — le comentó — he oído que ha roto con la chica esa... la rubia.


Una parte de la chica no pudo sentirse más feliz pero por otra...

"Que poco le ha durado el gusto" pensó.

Quería hacerle pagar a esa chica y a él, sobretodo, todo lo que le habían hecho.

Bueno, de la chica ya no podría vengarse.

Pero de él... sería interesante.


Era algo que tenía que planear bien, paso a paso para poder saborear mejor el momento. Estuvo días observándolo y analizando su rutina, fue de ese modo como cayó en ese bar de mala muerte (aunque después le tomó aprecio). Y hoy finalmente era tiempo de llevar a cabo su venganza.


Para ese día en especial su aspecto cambió radicalmente: su lindo cabello castaño ahora era negro y sus ojos verdes se convirtieron en dos gemas azules, gracias a unos lentes de contacto.


En cuanto a su vestimenta.... esta era muy provocativa: un vestido negro entallado, algo corto (era arriba de la rodilla, casi en los muslos) y unos zapatos negros con brillos bastante altos.

Su maquillaje era totalmente distinto a lo que llevaba siempre: ahora predominaban los colores oscuros, algo que la hacía ver más sensual y madura.

— Oye, parece que llego tu hombre — le dijo Iago, el cantinero, al ver entrar a Marcus con aire despreocupado.

"Vaya que se le nota lo deprimido" pensó con sarcasmo la chica.

Dejó que él la observara, ya conocía sus modos: primero iba a mirarla, después le invitaría un trago para charlar queriendo ser interesante y al final trataría de engatusarla para llevarla a su casa.

Patético...


No duró mucho tiempo cuando Iago, puso una bebida enfrente de ella y con un guiño señaló a Marcus. Ella le sonrió con coquetería, incitándolo a acercarse, él ni tardío ni perezoso, sin reconocerla fue a su encuentro.

—Gracias por la bebida, pero no era necesario.

—Una bebida no es nada para la mujer más hermosa que ha pisado este bar.

Rebecca dejó que siguiera con sus halagos, total ya nada podía embaucarla como antes, de momento dejaría que se le subiera el ego y pensara que tenía el control.

Él siguió platicando, tratando de endulzar a su "supuesta" nueva conquista.

—Guapa, ¿te apetece ir a otro sitio más guay? Como mi casa por ejemplo.


Ella rió, y se enroscó un mechón de cabello en el dedo.

—No lo sé... no te conozco de nada — añadió con tono coqueto.

—Te divertirás, te lo prometo — le dijo guiñando un ojo.

"Pues claro que me voy a divertir" pensó ella.

Finalmente el chico "logró" su cometido y fueron a la casa de él.

Todo estaba saliendo a la perfección, aunque por un momento ella sintió pánico al notar que trataba de reconocerla.

— ¿No nos hemos visto en algún lado?

—No— Dijo nerviosa — Soy nueva en la ciudad.


Él pareció pensarlo un momento pero finalmente se encogió de hombros, siguiendo su camino.

—Ven, pasa por aquí— le indicó.


A pesar de que parecía pequeño, el departamento estaba decorado de manera muy masculina y sobria, bastante lindo pero para nada acogedor.

—Lamento un poco el desorden.

—No te preocupes, disculpa...¿Podrías prestarme tu baño?

—Claro, por aquí — le indicó una puerta pero al abrirla se encontró con lo que supuso sería su habitación.

— Oye pero...

—Solo tengo un baño y está dentro de la habitación — se excusó.

Ella solo asintió y se fue al baño.

Una vez adentro, se retocó el maquillaje, pero antes de salir se miró fijamente en el espejo, meditando lo que estaba a punto de hacer. Iba a volver a acostarse con Marcus, solo para hacerle pagar todo el sufrimiento, todas las mentiras...


Sus amigas le dijeron que pasara la página y dejara al capullo de Marcus tranquilo.


Pero... esto se había convertido en obsesión, preocupando a Aileen. No podía culparla, ella siempre la estaba cuidando: como cuando su madre le pegaba tremendas palizas o la dejaba afuera en plena lluvia, muchas veces deseó tener una familia como la de ella, con padres amorosos, que se preocuparan por ella, pero solo se podía conformar con un padre ausente y una madre agresiva y drogadicta.

Muchas veces quiso morir, dejar de existir y justo cuando se había convencido de acabar con su vida...


Llegó Marcus, él fue su bálsamo, su ancla, su vida entera. Pensó en una vida con él, en casarse y porque no, quizá tener uno o dos hijos, pero él lo arruinó todo. Volvía a estar rota...

—¿Te encuentras bien? — le preguntó el chico, un tanto impaciente, al notar su tardanza.

—¡Un momento!


Dejó sus pensamientos de lado y sacó una pistola de su bolso, estaba decidida a terminar todo... si él no era de ella pues no sería de nadie.

¿Estaba rota? Quizá, pero no volverían a lastimarla ... ya no.

Y salió.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora