Capítulo Diecinueve

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Austin

Hasta hace algunas horas lo tenía todo clarísimo, pero ahora, después de haber escuchado las palabras de mi hermano, no puedo pensar y siento la cabeza embotada. No sé qué hacer ni qué decir. Esto debía ser un secreto entre nuestros padres y nosotros dos; nadie más podía enterarse de nuestra delicada situación.

Me aterroriza lo que nos puedan hacer: bombardearnos con preguntas a las que no estamos preparados para responder y, en el peor de los casos, tener que hacerlo frente a un juez.

Trago con mucha fuerza la saliva que estaba acumulando en mi boca y le indico con una mirada fugaz a Ayden que lo mejor será que nos marchemos de ese lugar inmediatamente. Las cosas se han puesto demasiado delicadas, y ahora sí que no tengo ni la más pálida idea de lo que Colton pueda llegar a hacer o decir.

La tristeza y la frustración me corrompen a pesar de que intento mantenerlas a raya, aunque trato de centrarme en el día en que él y yo quedemos emancipados de toda culpa, de todo mal, de toda acusación.

Justo cuando comenzamos a dirigirnos hacia la puerta del local, un movimiento capta mi atención. A decir verdad, un rostro demasiado familiar es el que lo hace.

— ¿Qué hacen aquí? —Masculla nuestro padre. Qué irónico suena llamarlo de esa manera.

Volteo rápidamente hacia atrás y veo que Colton se ha quedado tan petrificado como nosotros. Ahora son tres las caras de pánico en un mismo sitio. Quiero gritar. Hoy debería ser un día para pasársela bien. Quizá tengo que resignarme y aceptar que nunca podré pasar una Navidad en paz.

— ¡Tú se lo dijiste! —Grito sin importar las decenas de miradas que acabo de atraer.

Las personas están todas ahí cuchicheando. Se siente cómo si se hubieran agrupado en masa, observando fascinados mientras montamos un show. Los más pequeños lentamente se van acercando... y miran, y señalan. Sus bocas se cierran y se abren preguntando en silencio qué diablos está sucediendo.

— Austin ¡tienes que venir conmigo ahora mismo! —dice, y prosigue más calmado—. Esto iba a suceder en algún momento. Era inevitable.

— No, Brooke —interrumpe Ayden—. Esto ha sucedido porque tú y Helen han hecho todo mal.

— ¿Cuántas veces debo explicárselos? —suelta acercándose hacia nosotros para hablar con un tono de voz duro, pero que no pueda ser escuchado por el resto de los espectadores—. ¿No les ha bastado con ser maricones que también tienen que ponerse de noviecitos, eh?

La voz de mi padre es tan real cuando habla, y resuena tan fuerte en mi cabeza que hasta siento un escalofrío. Echo una mirada rápida hacia el costado y observo horrorizado la cara de Ayden: tiene el rostro rojo de ira, y las venas de su cuello parecen estar a punto de estallarse.

— ¿¡Qué mierda vas a explicarnos!? —Escupe Ayden soltándose de mi mano—. ¿¡Tú, justamente tú vendrás a darnos una lección de moral!? Eres la persona menos indicada, tío. Si quieres puedo comenzar a enumerar tus cagadas ahora mismo —agrega poniéndole un dedo en el pecho mientras gira la cabeza de un lado a otro.

— ¿Sabes? —contraataca—. Les he dado unos días para que hagan todas esas asquerosidades que las parejas de hombres suelen hacer, pero me he cansado de esperar. Creo que nunca entendieron a lo que se exponen y a lo que me exponen si siguen juntos. Se acabó.

Intento esbozar una frase, pero el sonoro guantazo que Ayden le propina a Brooke me interrumpe. El golpe me deja medio aturdido, aunque no haya sido yo quién lo recibió y retrocedo unos pasos con los ojos llenos de lágrimas.

Mi Casualidad Eres TúWhere stories live. Discover now