CAPÍTULO 15

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   El viaje en coche discurrió entre risas de las niñas y música infantil que Paula llevaba para entretenerlas.

   A medida que más se acercaban al destino más nerviosa estaba. En su cabeza se planteaban mil situaciones posibles, ninguna compatible con ellos, con sus vidas, con el futuro bebé...

   Llegó un punto que Paula sintió vértigo por todo aquel torbellino de sensaciones y sentimientos, y decidió no pasarlo mal durante esos días; iba a disfrutar y punto.

   Al fin llegaron a la casita. Estaba un poco apartada del pueblo más cercano pero resultaba muy bonita y acogedora. Se notaba que estaba muy bien cuidada y que alguien se encargaba de ello casi a diario.

—Venga, princesas. Hemos llegado.Venid conmigo a ver vuestras habitaciones. Os he reservado las más bonitas para las niñas más bonitas.

—Mamá, ¿podemos ir con Mateo a ver nuestras habitaciones?

—Claro, id con él. Nosotros bajaremos las maletas, pero portaros bien. Haced caso.

—Tranquila, Paula. Son dos niñas encantadoras. No te preocupes. Ahora nos vemos dentro.

   Paula, Marian y Jorge descargaron las maletas y entraron en la casa. Marian los dejó en el comedor a los dos y se fue escaleras arriba para reunirse con Mateo y las pequeñas; no podía dejar pasar la oportunidad de pasar ratitos al lado de aquel hombre que desvelaba sus noches y alteraba sus pensamientos. Y así lo hizo.

   En cuanto pudo, dejó a la enfermera y al profesor de Zumba a su suerte.

—Parece que este fin de semana estamos destinados a compartir el abandono de nuestros familiares y amigos.

   Paula no contestó, al supuesto comentario gracioso, y se dirigió al porche. Una vez allí buscó un sitio donde sentarse y en el que no hubiera opción para que lo hiciera también Jorge. Él no tuvo ningún reparo en sentarse a su lado, en el suelo, y, poniéndole una mano sobre su muslo, le preguntó:

—¿Por qué no intentas disfrutar el momento? No pretendo hacerte nada malo, ni a los tuyos, solo relájate y déjate llevar. Somos unos amigos que hemos venido a pasar un fin de semana estupendo con una compañía maravillosa en un sitio precioso ¿No lo ves así tú?

—Pues no, Jorge. No lo veo así como tú dices. Creo que tenemos una manera de vivir la vida y gestionar nuestras emociones, sentimientos o caprichos, o como quieras llamarlo, muy pero que muy diferentes. Intentemos llevarnos lo mejor posible estos dos días, por el bien de tu padre, Marian y mis hijas. Te pido respeto y no seré grosera contigo, pero no me pidas nada más. No puede ser.

   Paula luchaba internamente con no mandar a la china su código ético y así poder tirarse al cuello de Jorge. Olía tan bien... Su olor ya estaba impreso en su memoria y, cuando él estaba cerca, su razón se nublaba y su corazón se aceleraba. Pero su fuerza de voluntad era enorme y sólida y eso la hacía no caer en la dulce tentación. Era un sinvergüenza. Cada vez se lo estaba demostrando más y más. Su pareja a punto de dar a luz y él de fin de semana. Madre mía, que cara más dura. Y Coral tan contenta, ja, no se estaba enterando de nada. Ojalá que pase el fin de semana volando, volvamos a casa y no tenga que pasar por este trago tan amargo nunca más. Todo sea por la amistad de Marian.

   Jorge se quedó sentado en el suelo, pasmado, no entendía nada él tampoco. Dejó que Paula se levantara de la silla y lo dejara allí plantado ¿Pero qué rayos le pasaba a esta mujer?, ¿acaso ser madre soltera la anulaba para cualquier otra relación posible?, ¿aún estaría Paula enfadada por no decirle realmente su identidad cuando se conocieron?, ¿o quizás aún estaba molesta por el baile subido de tono aquella noche en el pub? Fuese lo que fuese, él no creía que la cosa fuera para tanto. Cuanto más lo rechazaba ella, más interés y ganas ponía él.

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