Capítulo Veinte

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Austin

Nunca creí que volvería a ver esta habitación en mi vida. Todo está exactamente igual a cómo lo recuerdo, salvo por el nuevo color ocre de las paredes. Me estremezco durante unos segundos al pensar todas las frases que tenía escritas detrás de mi librero. Eran palabras que realmente me salían del corazón en aquel entonces, y el plasmarlas en la pared era mi acto de rebeldía. Parece que no he estado aquí por años, aunque simplemente fueron un par de meses.

Agradezco que sea el cuarto más pequeño y alejado del resto de las otras habitaciones, así puedo llorar en paz sin que nadie me acuse de marica. Arrastro mis pies hasta la cama, me recuesto en posición fetal y me abrazo las rodillas para darme un poco de consuelo y siento como mi mundo empieza a derrumbarse una vez más, aunque ya no me afecta tanto. Creo que cada célula de mi cuerpo ha aceptado que esto es lo que les toca vivir. Que esto es lo que me merezco.

Luego del incidente en el restaurant, me llevaron a emergencias y afortunadamente no ha sido más que un golpe.

Valla forma de celebrar la navidad.

Todavía tengo un poco de hinchazón al costado de la cabeza y siguen dándome pequeñas puntadas, pero son casi imperceptibles... porque el dolor más agudo que me asalta en este momento no es físico, sino más bien interno. Es un dolor en el corazón, en el pecho. Es un dolor de soledad, de miedo, de rabia.

No sé dónde está Ayden desde lo que sucedió hoy a la mañana, y aunque una parte de mí quiere salir corriendo a averiguar a dónde se lo han llevado, mi yo interior me empuja hacia atrás, gritándome que no se lo merece. No luego de lo que me ha hecho.

Le pedí que se detuviera y no me ha escuchado, y no puedo seguir adelante sabiendo que es capaz de perder los estribos y hacer que retrocedamos diez pasos más otra vez.

— Austin —me llama Elisa por lo bajo mientras abre unos centímetros la puerta de mi habitación.

Sigo en la misma posición, todavía hecho un ovillo y de espaldas a ella.

— ¿Qué? —contesto con la voz ahogada en llanto—. ¿Qué sucede?

Intento sonar lo más amable que puedo, aunque se me hace imposible. Elisa es quién menos se merece mi maltrato... simplemente es el ama de llaves de nuestra casa e, irónicamente, la única persona con la que me he sentido a salvo durante toda mi vida aquí dentro.

— Ha venido Caroline a visitarte. ¿Le digo que pase? —pregunta con su característica voz dulce.

— Si, dile que pase —contesto y comienzo a limpiarme las lágrimas con los puños de mi buzo rápidamente.

Me incorporo en la cama, acomodo los almohadones para crear un cómodo respaldo y empiezo a inhalar y exhalar profundamente para calmar toda la mierda que llevo dentro.

Estiro mi brazo derecho hacia la izquierda y enciendo el velador que ha estado ahí desde que tengo uso de razón.

Aunque es inútil fingir frente a Caroline, no puedo darme el lujo de que sienta lástima por mí. No lo toleraría ni un segundo.

— Austin —dice desde la entrada y nuestras miradas se cruzan.

Transcurren unos segundos de silencio en el que puedo ver cómo su rostro se llena de preocupación y corre hacia mí para abrazarme. Comienzo a llorar nuevamente con una gran intensidad, tratando en vano de ocultar el suplicio del alma y el dolor de mis heridas.

Ya me da igual hasta que sienta pena por mí.

— Tranquilo —me consuela dándome pequeños besos en la frente—. Todo irá bien. Te lo prometo.

Mi Casualidad Eres TúWhere stories live. Discover now