Capítulo 2

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La dinastía Lee llevaba gobernando desde cientos de años atrás. El actual rey era muy respetado, ejerciendo su poder desde una buen parte de su vida hasta el momento. Casándose a una edad muy temprana, -porque las normas eran irrefutables- formó una familia trayendo al mundo primero a su futuro heredero, Lee Seunghyun y unos años después, una niña a la cual llamaron Hanna.

Su hijo había tenido que aprender toda la historia de la familia incluso de números que no sabía que existían al ser una criatura de tan sólo cinco años. Era ridículo cómo, a medida que pasaban los años, lo que en algún momento le pareció un cuento lleno de magia, se iba convirtiendo en una película de peleas, codicia y sangre, todo por mantener vivo el linaje y seguir ejerciendo el poder que le había pertenecido a alguien que murió hacía siglos atrás.

No lo malinterpreten, fue un muchacho muy orgulloso del gobierno de su padre. Corea había crecido considerablemente gracias a los acuerdos que compartían con los europeos y la paz reinaba en cada esquina del gran país. Sólo que el control puede transformar a las personas.

A medida que Seunghyun se iba haciendo mayor y había podido escabullirse en las reuniones donde su padre estaba horas hablando con los gobernantes de las distintos lugares, debatiendo asuntos que ni su propia madre conocía, y llegó a temer al hombre que en algún momento había sido un rey comprensivo y caritativo, llenándose la boca de las palabras oro, poder y expansión.

La mañana del doce de diciembre en la cual el pequeño cumpliría 16 años, sus padres lo despertaron con la noticia de que iría el monarca de un lugar que no podía ni mencionar el nombre sin que se le trabe la lengua, con su hija para presentarlos y comenzar los preparativos para la boda. Atónito, todavía confundido por el sueño y lo que estaba escuchando, sólo se quedó sentado entre las frazadas, mientras veía a su padre retirarse de la habitación, cargando con su madre del brazo la cual gesticulaba un "lo siento" con los labios. Luego, el silencio lo invadió. ¿Qué? ¿Hablaron de una boda? Ni siquiera le dieron las felicitaciones por su cumpleaños y ahora le llevaban una niña que no conocía para que se casara con él. Seunghyun era un muchacho inteligente, aprendía demasiado rápido y eso había llegado a sorprender a los más sabios maestres y filósofos encargados de llenar su cerebro de conocimiento hasta que tuviera la edad exacta para ocupar el lugar de su padre en el poder. Así de inteligente era, como para saber que no podía oponerse a una boda de la que no quería formar parte. De sólo pensarlo sentía cómo le oprimía el pecho; ya no era un niño, pero todavía disfrutaba de tener aventuras con sus amigos en palacio trepando árboles y cabalgando lo más lejos que pudieran de su hogar hasta que los soldados de su padre iban a buscarlo y lo traían arrastrando de regreso.

En algún momento debería terminar la dinastía, y lo haría ahora. No desposaría a una muchacha porque su padre lo obligara, seguro que el fin de todo era hacerse de las riquezas de la familia del monarca y a nadie le importaría si él era feliz o se suicidaba en el proceso.

No se casaría.


Y no lo hizo.


Luego de que sus padres abandonaran la habitación, tardó tan sólo tres minutos para salir corriendo de sus aposentos y escapar por una pequeña puerta que había descubierto con uno de sus amigos hacía un tiempo atrás, antes que las sirvientas entraran con sus vestimentas para comenzar a prepararlo. Corrió el pesado hierro y se escabulló saliendo a una de las habitaciones abandonadas del palacio, que se encontraba en desuso desde hacía muchísimos años. Corrió a través de los sucios pasadizos, afilando la mirada para ayudarse a ver lo poco que la luz del sol filtraba entre la estructura de piedra, llegando así tres pisos más abajo, a un rincón de la caballeriza, donde nadie se había percatado que la vieja y herrumbrada puerta donde colgaban las riendas, todavía podía abrirse sin problema alguno.

De frente al mar ~ [Nyongtory]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora