Jurgen Quandt

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Pastor, Capellán de la Juventud y responsable del Centro Socio-Cultural Protestante ''El Hogar Social''.

El sótano del Hogar Social fue, con el correr de los años, el principal punto de encuentro de los jóvenes de la Comunidad Gropius y del barrio Neukolln. Allí acudían por las tardes alrededor de quinientos jóvenes hasta Diciembre de 1976, cuando tuvimos que cerrarla porque el consumo de las drogas estaba causando estragos. Nosotros pensamos que la clausura atraería la atención de los Servicios Públicos acerca de aquella catastrófica situación.

Nosotros los educadores fuimos los primeros en sorprendernos en observar la rapidez con que las drogas duras se habían empezado a imponer en la Comunidad Gropius. Durante la época del movimiento estudiantil discutimos acerca del uso de las drogas dulces para que surgiera una conciencia crítica en nuestro ambiente. Sin embargo, en el corto lapso de unos pocos meses, unas cincuenta personas de nuestro Hogar estaban involucradas con las drogas duras. Todo esto ocurrió como si nuestras tentativas de vigilancia, nuestros esfuerzos por persuadir a los jóvenes del peligro con argumentos, - en vez de recurrir a medidas disciplinarias-, fueron acogidas como una invitación a llegar ''más lejos'', como una ratificación de nuestra impotencia en la lucha contra la droga.

Nuestro trabajo en el Hogar Social nos hizo constatar rápidamente que los Servicios Públicos se negaban todavía a admitir que la ''epidemia de la droga'' no se batía en retirada. Por el contrario, si el problema se hubiese atacado cuantitativamente como cualitativamente, no habría logrado alcanzar dimensiones comparables a la de los Estados Unidos.

Las personas más amenazadas hoy en día son los jóvenes trabajadores sin formación y los chicos cesantes. Por lo tanto, a nosotros .los educadores no nos quedaba otra alternativa que protestar públicamente contra la política del avestruz de las autoridades. El cierre del sótano debió- así opinamos nosotros- encender una luz entre muchos que preferían dejar este problema a la sombra. Efectivamente, los Servicios Públicos de Berlín Oriental han tomado conciencia del problema de la droga y se están preocupando en forma responsable de este problema.

Nosotros reabrimos el sótano después de haber recibido algunas satisfacciones en numerosos objetivos. Estas son las condiciones que se impusieron en esta nueva incursión. Una consulta especializada, subvencionada por el Estado fue creada en Neukölln y en la Comunidad Gropius para poner en marcha un centro de prevención móvil. Estábamos mejor equipados en materias terapéuticas. A pesar de eso, dos años después, los problemas de la droga no carecían de gravedad e igual habrían arrasado con la nueva generación. En lo que se refiere a los que estaban sumidos en el mundo de la heroína durante los dos últimos años....la mayoría falleció.

Las condiciones de vida de los jóvenes de Gropius no habían mejorado. A los antiguos problemas se habían agregado otros. Cada vez, y con mayor frecuencia, los muchachos portaban armas, y no dudaban dado el caso, en hacer uso de éstas. Se constató, asimismo, que había surgido un nacionalismo agresivo acompañado de una propensión a dejarse influir por el pensamiento fascista.

La mayoría de los jóvenes con los que trabajábamos en el Hogar Social provenían de familias de obreros. A pesar de la aparente mejoría de su nivel social, sus condiciones de vida no habían cambiado y durante los últimos años tendían a empeorar. La escuela les imponía un creciente stress, una lucha por la vida cada vez más dura para sobrevivir en el seno de hogares en los que prevalecía la cesantía y los conflictos familiares.

Una circunstancia agravante: dentro del gran conjunto de la Comunidad Gropius en el que viven 45.000 personas, todos los problemas se cuestionan en términos masivos (masas de jóvenes cesantes, masivos fracasos escolares, familiares, etc.)

Por otra parte nos encontramos con el problema del ''entorno natural'' que no admitía casi ninguna naturaleza ''real'' y por tanto, ofrecía reducidas posibilidades de relajación y de reposo. Los más frágiles; los niños, los adolescentes y los ancianos, son los más expuestos y los que más sufren con esta inquietante situación.

En la Comunidad Gropius, por ejemplo, no había espacios para que jugaran los niños porque cuando terminaron los trabajos de construcción se percataron de que no había terrenos disponibles para la recreación de sus habitantes. No existían espacios para los momentos de esparcimiento de los adolescentes y los adultos, y por sobretodo, no había lugares para el disfrute de los ancianos. Allí no hay ni un gran parque, ni césped ni bosques: ningún sitio en donde los niños puedan jugar libremente y en donde los adultos pudiesen salir a pasear.

Estos grandes conjuntos fueron concebidos únicamente en función de la rentabilidad del capital y no de acuerdo a requerimientos de seres humanos. También les impusieron a las personas que viven allí, una manera de vivir en donde las condiciones solamente podemos sospecharlas hasta la fecha, y que comienzan a ser en la actualidad, cada vez más evidentes...

Las dificultades materiales constituyen siempre el origen de numerosos conflictos y problemas. El alto costo de los arriendos, la permanente alza en los precios de los productos de primera necesidad, obligan a ambos padres a salir a trabajar, induce a hombres y mujeres a invertir una mayor cantidad de energía y fuerzas vitales en sus trabajos cotidianos, sin que por esto reciban un aporte real de bienestar y recompensa económica suficiente.

La droga, es desde siempre, uno de los más horribles medios utilizados para impedir que los hombres tomen conciencia de que son víctimas de las revoluciones sociales. Este fue exactamente el rol que ejerció el alcohol durante largo tiempo entre las clases obreras. Durante los últimos decenios, otras drogas se han introducido en el mercado: los medicamentos psicotrópicos, en donde el comercio es legal y cada vez más fructífero. Abundan productos ilegales pero no menos rentables como la heroína y la cocaína.

De hecho, lo más asombroso no es el nombre de los toxicómanos, pero si el de aquellos que a pesar de sufrir enormes dificultades, no recurren a la droga. Este hecho es válido también para los jóvenes: al tomar cuenta de su situación, el aumento de la toxicomanía, la delincuencia, la violencia y la propagación de modas de orientación fascista, no deja de ser sorprendente que existan muchachos que no hayan caído en el vicio de la droga.

Christiane F. 13 años, drogada y prostituida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora