En el balcón del piso más alto, dejas que te arrope el sereno, mientras tus ojos se pierden naturalmente en la curvatura de la luna colosal. Atrapas un celaje negro por el rincón de tu ojo, pero el silencio es propagante. Otra noche donde te ciega la niebla, donde sientes que eres el único ser en el mundo, y manifiestas ese sociego en ese balcón. Ruedas una silla roja de madera, lo único llamativo de la escena. Sacas de tu chaqueta apergaminada un libro. No lleva título, pero sabes muy bien de que se trata. Lo abres en la página marcada y te sumerges en el contexto de sus palabras.
Un hombre, esbelto, enchaquetado, camina entre los árboles de una noche pálida---
Marcas la página con el dedo y cierras el libro. Te paras a estirar todas tus coyunturas. Se te había olvidado dicha rutina. Vulves a sentarte y continuas.
Ese hombre se detiene y saca de su chaqueta un papel achicado. Lo abre y con la luz de la luna puede leer su contenido. Acerta lo confirmado y sigue su marcha. Aquel hombre viajaba con sed de venganza y le decían y le seguirán diciendo Forseti.
Hacía ya unas cuantas lunas que Forseti había meditado ese encuentro. Se pasaba sumergido en libros de Sherlock Holmes, en investigaciones de la CIA y en teorías de las ciencias forences.
El hombre esbelto, enchaquetado se desliza sigilosamente por los árboles como una serpentina hambrienta de presa. Finalmente llega a su destino. Una casa brumosa, gris, al borde de desplomarse al suelo y que en ella quede polvo. Los siguientes pasos los hace en cámara lenta: sube los tres escalones que gritaban con cada pisada que se les hacía encima, desliza el borde de sus dedos por la baranda pero nunca la toca, liga la puerta de arriba hacia abajo. La toca. Estaba abierta. La puerta se abre hacia Forseti como si lo hubiera estado esperando hacía un tiempo inmemorable. Lo atraganta una oscuridad increíble al entrar. Al forjar sus ojos, Forseti ve desde lo lejos una luz tenue. Extiende sus manos hacia ella. Llega directamente sin interrupciones. La luz alumbra la baranda de otra escalera, pero esta no se le hallaba el tope. Tenía más de treinta escalones. Forseti pega a correr por las escaleras. El eco de cada pisada hacía rugir la casa.
La puerta. Sí. Llega a la puerta. Esta como la otra, ya estaba abierta. Ya le daba la bienvenida. Forseti toma dos pasos y contempla el escenario. Esta en un balcón; la luna se pinta sobre la madera escriquillada elegantemente, la niebla le ciega, pero logra captar un celaje negro, justo al frente de él. Justo al frente de la silla roja. Forseti se acerca, levanta sus brazos, los trinca y asecha la figura.
"Ya regresas?" Se levanta la figura.
Forseti le da a sus manos algo para agarrar. Lo voltea y se sienta. No contesta.
"Ah, esa es tu silla. Disculpa por haberme sentado en ella. Es que no esperé tu pronto retorno. (Aunque si, si lo esperaba)"
Aún no contesta.
"Que decía el papel esta vez?"
"El culpable eres tú." Forseti señaló al hombre. El hombre de la chaqueta apergaminada se rió. Su figura se arrugaba entre cada risa.
"Han sido ya varias lunas en las que nos hemos encontrado para platicar el mismo relajo. De dónde diablos haz sacado que soy yo el culpable?"
"Todo este tiempo estuve leyendo, informandome. Todas las pistas te señalan a tí! Culpable! Asesino!"
Tomó un tiempo para que se callara ese último eco. El hombre llenó sus pulmones con el sereno de la noche y lo soltó en un suspiro. Sacó un objeto de su pantalón y le comenzó a dar vueltas. Caminaba de lado a lado. Se arrecostó del borde del balcón y la casa se inclinó. Sacó el objeto, le dió unas vueltas y lo apretó. En aquel silencio, el sonido de la bala se escuchó como un cañón. El hombre se acercó a Forseti. Le levanta la cara con el pico del revolver.
"Y eso, que solo tenía una bala." El hombre deja ir una leve sonrisa. "El mundo ya se hartó de tí, Forseti, yo me harté de tí. Que mucho tiempo perdí en este juego de ímbeciles. Que la muerte te acoja con los brazos abiertos, tal vez nos veamos pronto."
La sangre de Forseti se deslizaba por la silla roja, pero apenas se podía distinguir. El hombre restrega el revolver en las manos de Forseti y lo pone justamente debajo de la mano recaída. Tuvo suerte que le disparó en la cabeza. Se quita su chaqueta apergaminada y camina fuera de la escena.
"Detective Omega, sí? Algo ocurrió con Forseti?" Se manifiesta el señor de la llamada mientras el hombre, Omega, camina entre los árboles negros y espinosos.
"Terrible." Omega murmura sin expresión alguna. "Forseti se suicidó ante mis ojos. Traté de quitarle el revolver que tenía en mano, pero me amenazó con quitarme la vida. Se sentó en su silla roja, le supliqué que se detuviera, y se disparó. Aún sigue sentado. Pobre de ese demente."
"Y eso?! No estaba escrito en su libro?!"
"No. Este acontesimiento no lo pre-indicó."
"Es lamentable, y eso que lo ibamos a internar al hospital psiquiátrico pronto. Solo se tenía que probar que era inocente o el culpable del crimen. Se hizo lo que se pudo... Esperanos cerca de la parada. Mandaré al equipo enseguida. Gracias por reportar, Omega."
Mientras tanto, en la casa brumosa, gris, en el balcón del piso más alto, en la silla roja adjuntada al cadáver de Forseti, recae al suelo, justamente al lado del revolver, se encaja el papel achicado. Se puede leer su contenido:
El señor Omega es el culpable de mi muerte. Todavía se escucha el ruído del cañón.
ESTÁS LEYENDO
El relato enigmático
Mystery / ThrillerEn una noche de tinieblas, sereno y luna, un señor en lo alto de un balcón, se pone a leer un cuento. Qué es real y qué es parte del cuento? Quién es el culpable? Te invito a que lo descubras en las palabras de este cuento corto: El relato enigmátic...