Salvado por una leyenda

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Frío. Nieve. Fué lo primero que se me cruzó a la mente. Me sentía fatigado, como si hubiese hecho enojar a un montón de Khajiitas y me hubiesen dado por todo el cuerpo. Al principio, moví un pie. Una superficie plana me sostenía, así que, lentamente, abrí mis ojos. Estaba en un carruaje tirado por un caballo marrón y de gran melena negra, comandado por un soldado imperial que se notaba bastante que estaba cansado e irritado, cada golpe que le daba al pobre caballo con sus cuerdas era menos fuerte y estaba tan encorvado que parecía enfermo. Enfrente mío estaba un rubiazo nórdico con una armadura que nunca había visto. Tenía colores azules y celestes y la armadura en sí era mayormente piel con algún decorado de malla tallada. Al lado del nórdico había un hombre que parecía mucho más pobre, se notaba la suciedad y sus harapos no decían lo contrario. Éste parecía más un imperial. Y finalmente, a mi derecha, estaba otro nórdico con una armadura quizá más elaborada que su compatriota pero no llevaba mucha ventaja: estaba amordazado. Su pelo llegaba hasta su cuello y, a diferencia que los dos primeros, estaba consciente.

El primer nórdico empezó a moverse y a abrir los ojos. Parecía como si estuviera soñando o convulsionando, pero no. Empezó a ver todo el paisaje que lo rodeaba mientras que mis ojos se clavaron en él. No parecía muy confundido. Cuando terminó su recorrido con la vista, se volvió hacia mí. Pudo hablar con claridad.

- Bueno, parece que al final hoy sí vamos a Sovngarde.- sus labios color piel se movieron por primera vez en mucho tiempo de viaje.

- Escucha, no sé porqué mierda estoy aquí, pero justo ahora no me gustaría ir a Sovngarde.- dije. No sé en que porquería se habían metido estos dos, si eran de una secta o algo así, pero yo estoy seguro de que no soy uno de ellos. Puede que me haya colado en Skyrim, pero no para que me maten.

- Colega, ¿de dónde te colaste?

- ¿Cómo sabes eso?- en mi mente quise hacer distintas respuestas de cómo sabía eso, pero no hubo respuesta alguna en mi cabeza.

- Bueno, estabas en el mismo carro dónde nos pusieron a nosotros después de una emboscada en el Cruce de Agua Oscura. Es el mismo pelotón que te emboscó a tí. En todo caso, mi nombre es Ralof.

- Rayor. Vengo de Cyrodiil.

- Yo nací aquí.

- ¡Silencio atrás!- el soldado imperial estaba muy irritado y cansado. Jadeaba cada tanto. Pero hicimos caso omiso a su advertencia. El último que quedaba por despertarse, empezó a hablar.

- ¿Dónde...? ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué hago aquí?- se notaba asustado e hiperactivo. Aunque, como todos, un poco cansado.

- Mira... te lo resumo.- no quería dolores de cabeza más de los que iba a tener después.- Cometiste un delito, y ahora nos están llevando a un matadero. Yo soy Rayor, él es Ralof y el señor que nos acompaña...- miré a Ralof en busca de respuesta para acabar el discurso.

- Ulfric... ¿es que en Cyrodiil la gente no sabe de nosotros?- el nórdico se mostró pensativo.

- Un momento... ¿Ulfric Capa de la Tormenta?- el pobre se sorprendió, aunque yo todavía no tenía idea de lo que hablaba.

- El mismo.- Ralof sonrió.

- Oh... demonios. Si no fuera por ustedes, ya habría robado el caballo de Layara y estaría ya a medio camino de Páramo del Martillo.

- Nunca simpaticé con los guardias rojos...- dije recordando un feo recuerdo que me dejó algún dolor de espalda en su momento.

- Nah, ni yo.- mi compatriota nórdico tenía mis mismos gustos.

Me detuve de hablar un tiempo y empecé a ver el gran paisaje que me rodeaba. No lo había hecho antes, y como me dirijía directo a Sovngarde... ¿por qué no ahora?
Ya no había tanta nieve rodeándonos todo el tiempo. Hacía un poco más de calor y se olía en el aire un olor más primaveral. Después de mucho tiempo de viaje, creo que ya estábamos llegando a nuestro destino. Después de todo, si los Capas de la Tormenta son terroristas o algo así, dudo mucho que los vayan a recibir con cariño y poner en una celda por el resto de su vida, no. Este viaje llevaba directo al verdugo.

Ya se veía un camino empedrado bajo nosotros. Ví un zorro corriendo libremente por el bosque. Quería ser como él. LIBRE.

Unos metros más adelante, ya veía un pequeño pueblo.- Eso es Helgen.- Ralof respondió mi pregunta mental.- Solía vivir aquí.

- Supongo que morir en un lugar que conoces no es tan malo.- quise ser optimista.

- Bueno... solía salir con una chica de por aquí.- ya cruzamos la gran puerta del pueblo mientras miraba al general Tulio, líder imperial y una elfa muy conocida, del bando de los Thalmor, Elenwen.- Espero que Vilod siga haciendo esa cerveza tan rica.

- Yo ahora mismo no esperaría eso. Esperaría que Talos baje del cielo y que me lleve a otro lugar.- el basallo estaba rezando a todos los dioses que existieron y existirán. Cada vez estaba más inquieto.

De repente, el carro y el que le seguía estacionaron. Ya pude ver al verdugo y a la sacerdotisa, junto a una centinela y el general Tulio. Elenwen se fue con sus elfos del diablo fuera de Helgen. El chofer también se bajó y empezó a contar a los prisioneros del otro carro. La centinela con otro soldado empezaron también a contar nuestro carro.

- Ulfric Capa de la Tormenta.- el imperial hizo un tic en su lista. Ralof saludó por última vez a su líder.- Ralof, de Cauce Boscoso.- Los dos nórdicos obedecieron y fueron caminando al sitio del verdugo.- Lokir, de Paraje de Rorik.

- ¡No, no quiero morir!- el desafortunado basallo terminó con una flecha en el pecho por querer correr. Al menos no sufrió.

- ¿Tú también quieres correr?- la centinela me miró desafiante.

- Perdona, pero este no está en la lista.- el soldado que la acompañaba le mostró la lista.

La chica la miró de arriba a abajo.- No importa, el general dijo que hay que eliminar a los que estén en los carros.

- Lo siento. Al menos morirás aquí, en tu patria.- dijo el soldado con cierta pena.

Empecé mi caminata hacia mi fin. ¿Quién me iba a salvar?

- Ulfric Capa de la Tormenta...- el general Tulio le plantó cara.- Algunos te creen un héroe. Pero un héroe no mata a su líder a gritos para usurpar el trono. ¡Tú comenzaste esta guerra, sumiste a Skyrim en el caos y ahora el Imperio quiere acabar contigo para la paz!

Ulfric quizo responderle, pero la tela que lo amordazaba no le dejaba. Se notaba furioso, como todos los Capas presentes.

- Dispensádles los últimos sacramentos.- ordenó la centinela.

- ¡¿Qué sacramentos ni qué sacramentos?! Terminemos esto.- el primer Capa que iba a Sovngarde se encaminó al tajo.

Se arrodilló al cesto de piedra y el verdugo no tardó en elevar su hacha y bajarla con rapidez contra su cuello. La cabeza salió limpia con sangre chorreando. En eso se escuchó un grito ahogado, gutural, a unos kilómetros de distancia. Todos se sorprendieron, pero la centinela ordenó que siguieran.

- ¡Tú, el nórdico harapiento!- el soldado me ordenó a seguir al anterior soldado Capa de la Tormenta, pero en mi camino a la muerte se volvió a escuchar el mismo sonido de antes, pero más cerca.

- ¿Y eso?- el general Tulio se sorprendió.- ¿Otra vez?

- No importa...- la centinela apuró mi muerte.

Me arrodillé al canasto y contemplé la cabeza del terrorista. No la habían sacado todavía. Daba miedo. Miré al verdugo directo a los ojos, mientras alzaba el hacha, pero antes de que lo haga, un dragón aterrizó sobre una torre atacando al verdugo que cayó al suelo. El mismo dragón empezó a atacar a todo lo que se movía, sus escamas negras le cubrían todo el cuerpo y cada vez que aleteaba, una onda de viento sacudía a todos. Tiraba llamaradas sin control, a cada lugar de Helgen. Me sentía... salvado por una leyenda.



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⏰ Última actualización: Dec 10, 2017 ⏰

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El Sangre de Dragon- Skyrim (Remasterizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora