Epílogo

139 6 0
                                    

Kim Shin, no estaba vivo pero tampoco estaba muerto. Era alguien que estaba atrapado en entre ambos mundos pero no era un fantasma o alguna especie de ser malévolo. Era una persona, o mejor dicho, un ser errante sin otro propósito que no fuera vivir sólo por que en realidad no podía morir.

El día en que murió; mientras la sangre abandonaba su cuerpo, los llantos de sus pocos sirvientes que habían sobrevivido se difuminaban poco a poco en sordo silencio y todo el dolor desaparecía poco a poco de su destrozado cuerpo; fue testigo de un hermoso cielo.
Dio un amargo adiós al mundo y a lo poco que dejaba atrás. La ira, el rencor y la tristeza. Fue lo único que se llevó junto a él aquel cálido día. Cerró sus ojos por lo que creyó sería su última vez pero, en algún momento, sus ojos se vieron forzados a abrirse y sus oídos a despejarse de aquel sordo silencio debido a una ronca pero calma voz, era eso, era Dios, quien le había vuelto a la vida.

Nunca entendió el por que lo hizo o si había un motivo oculto en el plan que Dios tenía para él. Lo único que si sabía era que había vuelto a la vida y ahora por más que lo deseará...no podía morir.
No hasta que su novia apareciera y arrancará aquella espada espectral que lo mantenía anclado al mundo sin posibilidad de escape.

Lo más irónico de todo es que se había vuelto un desafortunado Dios de la suerte. Vaya basura más real.

No podía ser ayudado pero tenía un deber de ayudar a los demás. Eso significaha ser un dios, un solitario dios.

Ver el principio así como el fin de los tiempos era parte de su día a día; ver el principio y final de aquellos a quienes amaba más, eso, era eso, en lo que consistía su castigo. Era lo conllevaba ser inmortal.

Sólo su novia podía ver, tocar y arrancar la espada de su pecho.

Ella era su parca personal, creada sólo para el. Sólo para traerle la ansiada muerte que venía buscando desde hace siglos.
.
.
.

Fue durante principios del otoño de 2010 que se encontró con su inevitable destino.

Vestida con ropas grandes, arrugadas y un poco sucias. Su pequeño rostro tenía pequeñas manchas en tonos violaceos y en su labio inferior una pequeña apertura, que por lo visto, era reciente. Sus ojos, a pesar de mostrarse cansados y húmedos por las lágrimas apenas contenidas lo observaron curiosamente al tiempo que una pregunta inocente salía de su boca.

-Ajusshi...¿es un fantasma?

Por alguna razón se sintió ofendido.

Ella pareció no importarle si era o no un fantasma o de alguna clase de demonio. Decidió ignorar por completo el hecho de que aquella niña parecía tener el Don de ver fantasmas, a pesar de no ser uno, podía asegurar que ella era capaz.

Pero a Kim Shin poco le importaba aquello, su verdadera pregunta era como había aparecido en aquel lugar cuando se encontraba paseando por las tranquilas calles de Vancouver.

-¿Pediste un deseo? - pregunto casi con hastío, aunque eso no explicaba el por que había regresado a Corea.
La niña agachó la mirada un poco aparentemente avergonzada. Escondió rápidamente un pequeño cup cake con una vela ya humeante tras su espalda.

-Pediste un deseo- Está vez fue una afirmación no han pregunta.

-No fue mi intención...-murmuró ella con voz temblorosa e insegura. carente de la simpleza con la que se había mostrado al principio -. Me prometí que no lo haría nunca...que nunca pediría un deseo otra vez pero....

Kim Shin resopló tratando de controlar su humor. Era una niña, ella no tenía la culpa.

Se agachó hasta quedar a su  altura y de manera apacible volvió a preguntar: -. Primero que nada, niña...¿quien eres?

Ella parpadeo un poco, desconcertada, pero ella creía que era un fantasma, ¿Que peligro habría de decirle su nombre?.

Al menos esa era el típico pensar de los niños.

-Ji Eun Tak.

Just A Little Wish Donde viven las historias. Descúbrelo ahora