Divinura

120 22 9
                                    

—Éste es el lugar. —exclama Matteo sentándose bajo un gran árbol en medio del campo abierto. Durante todo el viaje en auto jamás quiso revelarle su destino, aparte del hecho de que era un sitio muy importante para él.

Luna se sentó junto a él y aspiro el aire fresco, disfrutando la ausencia de contaminación de ciudad en éste.

—Aquí es demasiado padre, el paisaje, la tranquilidad, puedo ver porque disfrutas venir aquí, chico fresa.

—Está eso, sí. Además acá viví muchas experiencias extraordinarias junto a Gastón.

—¿Cómo cuál? —lo mira intrigada.

—Cuando eramos peques, pasamos un treinta y uno de diciembre en la casa de campo de mis abuelos. En la noche, mientras ellos dormian, nos escapamos, robamos fuegos artificiales y los tiramos donde estaban las vacas. Debiste verlas correr, estaban demasiado asustadas—se ríe recordando el momento—. Después, nos desnudamos y corrimos tirándonos bombitas de agua hasta llegar acá—pausa un momento recordando algo más—. Ah, también incendiamos la casa de unos vecinos.

—Matteo, sé que ya recibís atención psicológica pero ¿no has considerado aumentar las sesiones?—Luna lo mira preocupada.

—Chica delivery, no te hagas la santita, de seguro has hecho cosas mucho peores que esas.

—Bueno, no te voy a negar que tengo mi pasado oscuro como todo el mundo—dice a la defensiva—y que en algun momento bailé en el caño de un antro en México para ayudar a papá con la renta pero eso está en mi pasado, ya no tenemos deudas con el señor Barriga.

—No me sorprende que lo hayas hecho, si te soy sincero, lo que me molesta es que nunca me hayas hecho ningun bailecito, me siento discriminado. —se queja Matteo haciendo un puchero.

—Pues eso se puede revertir—asegura Luna acercándose a él provocativamente.

—Me gusta cómo pensas, Luna.

En un bar en Buenos Aires

—TE AMO, SIMÓN. TE AMO, PEDRO. LOS AMO A TODOS. ¿PARA CUÁNDO LA ORGIA? —grita Jazmín pasada de copas desde arriba de la barra.

Los hombres cincuentones la miran encantados. —¡Cuándo quieras, divinura! —promete uno que apesta más que Simón y el Brayan juntos.

—Creo que deberíamos bajarla de ahí, se podría caer y fracturarse un dedo. O peor, romperse una uña.

—Tenes razón, Simón. Por una vez concuerdo contigo. No por lo de la uña, pelotudo, pero no quiero que esos mafiosos se acerquen a mi chica. Solo existe un mafioso en su vida y ese soy yo. —gruñe Pedro mirando mal a los borrachos.

—Veo que te encariñaste, Pedrito. Lastima que ella me quiere a mí.—dice Simón con cara de inocente, sonriendo con la boca cerrada.

—¿De dónde sacaste eso, imbécil? Además, ¿por qué siempre sonreís así? ¿qué ocultas? —lo amenaza con una botella rota de cerveza. 

—Mis dientes podrídos, nunca me prestaste pasta de dientes y no me quejo pero no me los he lavado desde que llegue de México, hermano.

—Qué asco, y yo que pensé que ese olor venía de un animal muerto.

—Pues no, misterio resuelto.

—Aún no me dijiste porque decis que mi mujer te quiere, cuando ambos sabemos que nadie en este mundo te quiere. Estás solo y solo siempre vas a estar.

—Es que—antes de que Simón pueda explicar la situación a su amigo, Jazmín cae inconsciente al suelo, interrumpiéndolo con el impacto de su caída.

Pedro alarmado va a su lado a cerciorarse de que esté bien y ya de paso manosearla un poco.

Simón, indignado de verse interrumpido, sigue tomando su cóctel sin alcohol.

Mientras observa a Pedro hacerle respiración boca a boca a Jazmín por la quinta vez, se pone a pensar en la voz de su sueño. Ya tanto lo ha pensado que ahora hasta cuestiona que sea una chica, pero ¿quién podría ser? y ¿por qué soño eso?

—Simón, ya pasaron dos minutos creo que murió. Ni me he casado y ya soy viudo.

—No exageres, wey. —se arrodilla al lado de Jazmín y le da una fuerte cachetada. La pelirroja se sienta abruptamente y mira a su alrededor.

—¿Dónde estoy? —pregunta desorientada.

—¡Mi amor! ¡Estás viva! —grita Pedro y la sofoca entre sus brazos.

—Hermano, creo que no puede respirar.

—Mejor, así no podrá ser de nadie más que mia. —la suelta y besa su frente—Es broma, amor.

—¿Amor? Creo que tome demasiado, ¿me llevan a casa?

—Claro, de todas formas ya tengo que irme a dormir antes de que me roben el lugar en el callejón.

Los tres amigos parten del bar, sin percatarse de que alguien captura su foto. —Muy pronto—susurra mientras elije un buen filtro para la fotografía—Muy pronto.

Amando a un Vagabundo ➳ crack fic ✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora