El Diario de Amber - Retazos de una vida
Amber aún recordaba perfectamente el viaje hacía su nuevo destino, aún tenía grabadas a fuego las vividas imágenes de cuando vinieron a buscarla a su casa para arrancarla de los brazos de sus padres...
Unos padres que la habían educado toda su vida para ser justamente lo que ahora iba a ser, una esposa, una más de las esposas del príncipe ni más ni menos.
Recordaba aún como había suplicado por que no la llevaran, pero eso sólo había servido para sentirse aún más dolida y repudiada a causa del desagravio y el deshonor que estaba causando a los suyos, ella... una mujer insignificante, la pequeña de ocho hermanos.
Sentía aún en sus huesos el traqueteo que aquel vagón donde la metieron desnuda y aterida... el viaje le había resultado eterno, y ella en vano se aferraba aquellos tablones de madera tratando de vislumbrar algo del paisaje que iban cambiando cada vez más hasta hacer el olor irreconocible.
Por lo que se decía el príncipe se había encaprichado de que deseaba una mujer con el cabello de oro y los ojos de una puesta de sol o el reflejo de un buen licor a contra luz que se tornasen a la vez del color del cielo en un día de tormenta, un gris plata casi imposible, con la piel de seda bronceada por el calor y esa... era ella... Amber. De ahí su nombre...
Estaba aún tiritando mirando aquel rico suelo de mármol pulido cuando el padre del príncipe le había aferrado la barbilla y los mofletes hasta hacerle daño mientras la examinaba. Oía sus palabras pero era como si su mente aún no fuese capaz de procesarlas a medida que la empujaba hacía una de las habitaciones que aquel palacio de ensueño con arcos de llamativos colores.
La habían vestido y preparado pero Amber sentía que le faltaba el aire y sólo se mantenía regía por pura fuerza de voluntad, la había educado para mostrarse siempre calmada y diplomática, para pasar inadvertida pese a su hermosura y a hablar sólo cuando se le ordenase. Debía ser una sombra sumisa y obediente y lo odiaba con todas sus fuerzas. Se sentía como una más de esas tigres que tenían ahí enjaulados sólo para capricho y placer de los soberanos, sólo por que estos eran magníficos ejemplares que admirar, temer y reverenciar, les gustaba poder dominar un animal salvaje y reducirlo a aquello...
Aquel iba a ser el día en que pusiera la entrada de su muerte en su querido diario, ese día pondría punto y final a lo que había sido su niñez... esa misma noche sería desposada y tras sus nupcias ya sería una más del harén particular del príncipe, entonces de nada le servirían ya sus letras y sus sueños, para ella ya no habría más fantasías ni letras.
Jamás había deseado mal a nadie, pero en esos momentos gustosamente les sesgaría el cuello a todos aquellos hombres que la escoltaban, incluido el rey con una de sus propias espadas curvas. Pero eso sólo podía suceder en su mente por que ella deseaba seguir respirando con toda su alma.
__Ya me has oído bien muchacha, recuerda todo lo que te dije, la primera mujer esta tan enganchada que no es más que una sombra de lo una vez fue. Y la otra es tan estúpida, vanidosa e inconsciente que ni tolero verla. Disfruta demasiado de los lujos las fiestas. Me consta que te han educado en las mejores condiciones y espero no me defraudes, tengo grandes expectativas para mi hijo y mi reino y estas están depositadas en parte en ti. Entiendo que podrás soportar esa presión, no quisiera tener que cortar ninguna cabeza más ni buscar más candidatas. ¿Sabes lo que nos ha costado dar contigo? Mi hijo no esta de acuerdo con mi modo de hacer, peor accedió a aceptar una nueva esposa y esta reunía las condiciones que él impuso por que creyó que sería imposible y aquí estas... con esa piel de seda, un cuerpo firme y sensual, labios rosados, pelo de oro y tus ojos ámbar...