Capítulo 1

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Hoy tengo el examen de evaluación. Quedan algunos meses para graduarme y la verdad no tengo ganas de seguir estudiando. El trabajo lo tengo asegurado, trabajaría en la empresa de papá. La verdad nunca me llegó a emocionar derecho, pero era lo que a papá le hacía ilusión. El gran heredero de la empresa de abogados Salinas. Esta tarde "estudiaría" con Miriam, mi novia, para el examen de mañana.

Mi móvil vibra en mi bolsillo. Lo saco mientras bajo las grandes escaleras de casa.

»Esta noche hay una fiesta en la casa de Nicolás, vamos a pasarla de puta madre chaval«

Sonrío cogiendo las llaves del coche de encima de la mesita de la puerta. Es de Carlos el mensaje. Es buen tío, hace culturismo y estamos metidos en las carreras ilegales, como dice mi amiga Desi, diversión de ricos. Ella es una de mis mejores amigas siendo una chica, normalmente las chicas son de todo menos amigas. Pero en ella no tengo ningún interés, la conocí de pequeño cuando ella se metió con nosotros a jugar al fútbol en medio del barro. Desde ese día somos buenos amigos. Ella ha tenido las cosas más difíciles, su padre trabaja para mantener a sus hermanos y ella hace algunos turnos en una cafetería para pagar la universidad.

Salto al asiento del piloto en mi coche y arranco camino a la casa de Miriam. Ella es modelo, y estudia cinematografía. Su madre es una de las grandes diseñadoras de moda del país, y su padre, el gran ex jugador de fútbol y entrenador de fútbol sala (por diversión mas que profesión). De Miriam me encantan sus piernas, no tiene mucho pecho, pero me encanta estar entre sus piernas. Es la típica rubia de ojos azules y perfectas facciones. Cualquier chico desearía estar entre sus piernas, pero ella solo me da ese honor a mi.

Antes de ir a su casa decido tomar alguna copa. Me paro en frente de un bar y entro. El ambiente esta lleno de olor a alcohol, tabaco y sutilmente a maría. El barullo se escucha a kilómetros de distancia del bar. La camarera se presenta delante de mi dos minutos después de entrar. Lleva un mono amarillo, y el uniforme negro y ajustado a sus anchas caderas y su voluminoso pecho. Le sonrío picarón y le guiño el ojo.

— Si esta guapa me sirve una copita

Ella me devuelve la sonrisa y se agacha, dándome otro punto de vista más privilegiado de sus pechos

— Quizás el señor prefiere tomársela en privado. La segunda puerta del fondo— y señala con la cabeza el pasillo que había al lado de la barra.

Diez minutos después tengo la cara entre sus pechos mientras entro y salgo de ella. Gime en mi oído y clava sus uñas en mi cadera. Se tensa debajo de mi, y yo voy después, salgo de ella, me subo la bragueta y me giro para darle un beso casto en la boca. Pero ella me sujeta de la nuca y me susurra:

— Al menos dime tu nombre

— Primero se presenta y luego se folla, no del revés— quito sus manos de mi nuca y salgo de aquel vestuario, dejándola confusa

Una vez que llego a la barra dejo un billete de diez euros y salgo por la puerta sin volver a mirar atrás.

Ya no tengo ganas de ir a ver a Miriam. Así que le mando un mensaje pidiéndole perdón y voy al gimnasio a pasar las horas restantes con Carlos

— Heyyyy gigante— le dije chocando nuestros hombros. Está sudado pero me da igual.

— Qué tal colega, deberías estar entre sus piernas ¿O le duele la cabeza?— me guiña un ojo y me da un golpe en el brazo

— Me pillé a otra rubia, y ya no tengo ganas de ir

— Bueno guaperas, yo prefiero reservarme para esta noche— me guiña el ojo, haciéndome recordar el rollito que llevaba con Desi—  Espérame ahora voy, me ducho y vamos a tomar algo juntos

* * *

Hay mucha gente, el olor a maría es muy fuerte y se huele en toda la casa y la música retumba en todo el barrio. Bebo un poco, pero al cabo de algunos momentos me agobié y decidí ir a tomar algo de aire. Miriam se quedó en la fiesta, con sus amigas, y Carlos desapareció nada más cruzar la puerta. Voy  algo colocado y siento náuseas, si sigo en este ambiente voy a acabar dejando mi huella en el suelo, y no la huella de mis pies precisamente.

Así que camino por las calles de este tranquilo barrio. Es un barrio pijo donde todas las casas tienen un guardia en la puerta. Me apoyo en la pared de una casa y me arrastro hasta el suelo. Unos tacones retumban por la calle en pasos cortos y pausados. Levanto la mirada y veo a una mujer, con un vestido largo y un pañuelo sobre la cabeza. Es una de esas mujeres ¿Musulmana? Si eso, de esas oprimidas por sus maridos. Una ráfaga de frío me golpea con fuerza y siento un liquido correr por mi garganta. Me agacho hasta llenar el suelo mientras que los tacones se apresuran a sonar cada vez más cerca de mi y me sujetan de los brazos, impidiendo que caiga sobre mi obra de arte.

— Dios... — susurra su voz.

Mi corazón palpita con fuerza, no se si es por el vómito, o por el dulce olor de aquella chica. Cuando hube acabado de echarlo todo me recostó sobre la pared

— ¿Necesitas una ambulancia?— Yo niego con la cabeza

<<lo que faltaba, que me recogieran con una ambulancia por fumarme dos porros>>

Sus manos dejan mis brazos y sentí frío. Me abrazo más a mi chaqueta. No puedo ver su cara, pero por la tenue luz de la farola puedo distinguir sus voluminosos labios, carnosos de un color carmín. Si tuviera fuerzas me balancearía a besarla, sin importarme el hecho de que mi aliento es una mezcla de tabaco, alcohol y maría, o que luego me caiga una denuncia por intento de abuso. Éstos se cerraron con presión mientras busca en su bolso. Saca una botellita y me la tiende. Nada más coger yo la botella ella la suelta, sin llegar a tocar su mano.

 — Esto te puede ayudar, te hará sentir mejor— su voz suena melodiosa y calmante, que causó en mi sistema un efecto sedante y tranquilizador.

No sé por qué, pero algo me gritaba que confiara en aquella chica. Abro la botella y le doy un sorbo. Un liquido amargo, pero dulce resbala por mi garganta. La combinación está deliciosa, y con tan sólo dos sorbos ya me siento mucho mejor. Cierro la botella y se la tiendo, la coge, sonríe y se pone en pie:

— Yo me tengo que ir, y tú ya tienes fuerzas para levantarte

— Sí, gracias por todo— le digo levantándome para estar a su altura.

Ella da un paso hacia atrás y pude ver sus facciones. Es cuando mi corazón se acelera y mi respiración se atasca en mi garganta, creando un nudo de aire que me impedía seguir respirando.

« Una maldita sirena, una diosa venida del cielo... Jodidamente perfecta» 

Sus pestañas son largas y casi tocan sus afiladas cejas, su nariz baja cruzando su rostro angelical y delicado, cerrando aquellos ojos infinitamente grandes, de una tonalidad indescifrablemente oscura. Y sus labios... Voluminosos, con aquella fina capa de gloss que hacía que cada arruga de ellos se vea endemoniadamente apetecible.

Asiente y retrocede varios pasos, antes de darse la vuelta y caminar lejos de mi.

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La Chica del Hijab ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora