El príncipe acosador.

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Al principio creí que era raro, luego me acostumbré, al final me terminé enamorando.

El chico albino que entraba todos los días en la mañana, pero que nunca compraba nada.
En fin, mi admirador. O eso es lo que quiero creer.

Nunca me he atrevido a ir más allá de preguntarle si le podía ayudar, aunque siempre me respondía que no. No sé muy bien cuándo empezó a seguirme; pero ha estado viniendo por más o menos dos meses.

Por supuesto que no me iba a olvidar de su rostro incluso si vienen muchos clientes, es el primer chico albino que he visto. Y es definitivamente el más lindo.

Su pelo blanco y su piel clara siempre hacían mi día un poco mejor, una vez que se iba no podía concentrarme en mi trabajo ya que su rostro no salía de mi mente.

La manera en que nuestros ojos hacían contacto entre las flores y la manera en que sonreía tontamente sin darse cuenta era muy tierna. Mi corazón siempre se aceleraba un poco cada mañana al ver que la puerta se abría, también al mediodía; pero siempre me decepcionaba al ver que se trataba de la viejita que vivía a unas cuadras (venía todos los días para comprarle flores a su difunto esposo, yo siempre le tenía un ramo listo).

Un día el chico albino entró, estaba cansado de preguntarle por ayuda y que éste me la rechazara, por lo que me acerqué a él. Pregunté si se interesaba por alguna flor en específico.

No pude evitar soltar una risita ante su respuesta, era lo último que alguien esperaría.

"No gracias, soy alérgico a las flores."

- ¿Entonces qué hace en una florería?- su reacción había confirmado una vez más mis sospechas, sólo venía a verme. Sus mejillas estaban rosadas al igual que sus manos, éste terminó yéndose e ignorando todos mis intentos de detenerlo. Desde ese día no aparecía, creí que estaba enfermo o algo; pero podía verlo desde afuera por lo que estaba seguro de que me evitaba.

Esos días se me hicieron eternos, ya no tenía la misma actitud en el trabajo y no recibía a los clientes de la misma manera. Lo único que me daba esperanzas era la forma en la que el chico me miraba por la ventana, queriendo entrar. Hacíamos contacto visual de vez en cuando, y cuando eso pasaba podía ver a la distancia como la torpe y linda sonrisa aparecía de repente en el rostro del chico.

No me molestaba sentirme así, y creo que él tampoco lo hacía.

En uno de esos días (en los que me sentía completamente ignorado), la puerta se había abierto en la mañana. Había saltado desde mi puesto al escuchar la campana de la entrada sonar. Pero claro, no era él, sino que la viejita que se supone vendría al mediodía.

- Oh, bienvenida de vuelta.- suspiré, aunque no de alivio.- ¿No vendría al mediodía por sus flores? aún no empiezo a hacer el ramo.- la señora (la cual ya tenía su edad) se acercó a pasitos a la caja en donde me encontraba. Ella era algo así como un cliente habitual, aunque tanto ella como yo llevábamos un buen tiempo viéndonos y hablando dentro de la florería, por lo que ella me consideraba como uno de sus nietos. Hasta me permitía llamarla abuela, pero era algo raro llamarle así.

- ¿Estás más alto? ¡hace ya tanto que no te veo!- exclamó, yo solté una pequeña risa.

- Me vio ayer.- respondí, a lo que ella dijo que daba igual. Crecía muy rápido según ella, no estaba tan concentrado esa vez en la conversación ya que había divisado una silueta en la ventana. Era él. La abuela seguía hablando y yo respondía en una o dos palabras, hasta que volví a la realidad por una de sus manos que agitaba al frente mío.

Green. (Yaoi/Gay) [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora