Capítulo 11

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-¿Estás seguro de lo que sientes? -le pregunto con cierto temor.

Y me lo confirma con un movimiento de cabeza. Me llevo ambas manos a la boca por la sorpresa y él me sonríe. Es uno de los momentos más felices de mi vida. Da un paso hacia delante y lo veo inclinarse suavemente. Su boca se aproxima a la mía cuando el sonido de su teléfono nos devuelve a los dos a ese angosto callejón. Se aparta para contestar.

-Vale, en cinco minutos estamos allí.

Cuando termina vuelve a meter el móvil en el bolsillo derecho de su pantalón y me coge de la mano.

-Vamos, nos están esperando.

Ardo de felicidad. Andamos un par de manzanas hasta llegar a donde están los chicos. Antes de que nos vean Liam suelta mi mano.

-Prefiero que esta noche no cuentes nada de lo que ha sucedido. Dame un par de días.

-Vale -acierto a decir.

Aunque realmente no sé por qué necesita ese tiempo, no le pregunto, pues prefiero que sea así. Sería raro aparecer de repente los dos tomados de las manos. Además prefiero hablar con Carla antes de que se entere por otro lado.

Cruzamos la calle que nos separa de ellos y Alfonso nos ve y les debe de decir algo al resto del grupo porque todos nos apuntan con sus miradas.

-¿Dónde os habíais metido? -María es la primera en preguntar.

-Después de ir a comprar el agua nos fue imposible regresar tan cerca del escenario, así que lo hemos visto en una zona más tranquila -explica Liam.

Yo me limito a sonreír.

Una vez todos juntos charlamos un rato y comentamos sobre el concierto hasta que llega la hora de irnos.

-¿Cómo lo hacemos?, ¿llamo a mi padre para que ejerza de chofer? -pregunta María.

-No hace falta, ¿no?-contesta Alfonso -tú y Liam vais juntos y yo acompaño a Nara. Y Alex y Carla van en la misma dirección.

Al escucharlo, miro a Liam secretamente por si le dice que no, que él es el que me acompaña, pero nada de eso sucede. Estúpido Liam, acabamos de empezar y ya me enfada, ¿es que no le importa que sea su amigo el que me lleve a casa?

El reloj de mi mesilla marca las 3:00 de la mañana y no consigo dormir. No puedo mantener los ojos cerrados más de veinte minutos. Solo puedo pensar en su declaración. No me lo esperaba y me ha hecho muy feliz. Pero también debo pensar en Carla y decirle propiamente cómo han sucedido las cosas. Mañana mismo la llamo y quedo con ella, quiero disfrutar de mi relación con Liam sin grietas.
Es la primera vez que alguien se me declara de ese modo. He estado con un par de chicos en el pasado, pero nada importante, es más, uno de ellos se lió conmigo solo por una apuesta, Adrian Meyer. Lo pasé muy mal. Era uno de los chicos más populares de la clase y en una feria, cuando yo contaba con 15 años se me insinuó, yo me sentí dichosa, todas mis amigas celebraron que él me hubiese elegido a mí. Adrian y yo nos separamos del grupo y nos fuimos a una calle poco transitada, allí me besó y los fogonazos de luz me hicieron despertar. Su mejor amigo era el encargado de tomar las fotos que probasen que él me había besado. Estuvieron riéndose durante un mes. Mes que se me hizo eterno. Me daba una vergüenza atroz ir a clase, lloraba por las mañanas rogándole a mi madre que por favor me cambiara de instituto. Tuve ganas de morir. Él me robó unos meses de mi vida a cambio de un maldito videojuego. Todavía no tengo la suficiente seguridad para creer en mí misma. Pero eso ya pasó, y ahora tengo una vida nueva y Liam está en ella.

Por la mañana me despierto con un dolor intenso en el tobillo. Debió de ser a causa de mi caída por las escaleras. Cuando bajo veo que mis padres toman sus abrigos para salir.

Mi historia y su historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora