capítulo único.

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Llevaba dos meses fuera de casa, oh Dios como echaba de menos a su familia, pero trabajo es trabajo y esta vez una misión lo requirió fuera del país.

No necesitó meter las llaves en la puerta pues esta al solo tocarla ya estaba abierta, esto le extraño dado la hora, cielos eran las 23:40 y desde que ambos tenían a Peter, Tony había dejado de ser el hombre descuidado que siempre conoció. Entro inmediatamente solo para encontrar una escena que le dejo fascinado.

Tony sostenía a Peter sobre sus piernas mientras ambos comían un helado y al escuchar la puerta abrirse Peter corrió a brazos de su padre, Steve inmediatamente agarro a su hijo entre sus brazos y contuvo sus ganas de llorar, si Tony lo viera seguro se reiría, pero lo que no pudo suprimir fue la gran carcajada de felicidad que su hijo le había sacado. Dio un par de vueltas con Peter en el aire y bajo a su hijo poniéndolo en el suelo, volvió a ver a Tony y al ver sus ojos vio cuanta falta le había hecho ese hombre.

Se acercó a Tony dispuesto a darle un gran beso y este se percató del olor a cigarros que traía su esposo

--No sabía que fumabas winghead -- le dijo Tony en ese tono insinuante y sensual que solía utilizar con él.

--Nunca dije que no lo hiciera Shellhead -- le respondió el rubio con una sonrisa por demás picara --Peter es demasiado tarde, ya deberías estar en tu habitación -- le dijo a su hijo, pues en parte era verdad, pero también quería pasar unos pequeños minutos con su esposo.

--Si pa, ya iré a dormir, muero de sueño -- Peter se acercó a sus padres para darles un pequeño beso en la mejilla a cada uno -- ¡Buenas noches papis! -- y este salio corriendo sabiendo que a su padre Tony no le gustaba el apodo de "papi".

Frunciendo un poco el ceño, Tony le agarro una mano al capitán, guiandolo al balcón más cercano, el también necesitaba de su marido, muchas semanas sin verlo fueron realmente una tortura.

Aun llevaba su helado más que derretido entre sus manos y Steve decidió sacar un nuevo cigarrillo y fumarlo allí afuera, no llevaba más de tres caladas cuando vio como gotas de helado caían sensualmente de la comisura de los labios ajenos distrallendole completamente dejando caer su cigarro al suelo, tomó a Tony por la nuca y empezó a besarle salvajemente, empujando su lengua por dentro de la boca del pelinegro, ¡Diablos! Si que le extrañaba.

Fue empujando a su marido hasta la habitación principal, arrancandole la ropa de camino, mientras que un helado derretido y un cigarrillo ya apagado quedaban solitarios en un balcón de la casa, ya lo recogerán después.

FIN.


El cigarro y el heladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora