Parte única.

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Baekhyun miró el reloj frente a él mientras ponía el cigarrillo entre sus labios, aspirando el humo y reteniendolo en su boca por unos segundos. Miró de reojo por la ventana de la cocina a los tres hombres y expulsó la nube tóxica con suavidad, centrándose en uno de ellos.

Chanyeol sacaba un fajo de billetes y lo ponía sobre la madera, terminando de fumar su cigarro y sacando otro rápidamente para encenderlo, casi con desespero.

"Está estresado" Pensó el castaño, notando también que jugaba con el anillo de matrimonio en su dedo. Lo conocía como la palma de su mano.

Volvió a mirar el reloj con nerviosismo, notando que esa reunión se estaba tardando más de lo usual. Se mordió la uña del dedo pulgar, notando que Kim Jongdae sacaba de un gran bolso la droga envuelta y la dejaba entre ellos. Su hermano, JongIn, había comenzado a contar las bolsitas mientras discutía con los demás, todos planeando cómo distribuir esa mierda por todo el país.

Chanyeol volvió a rodar la sortija en su falange, cruzando mirada con el chico bajito en la cocina a través de la ventana. Este último la apartó, mirando sus zapatos y sintiendo una pesadez en el corazón. Lanzó el cigarrillo de mala gana al cenicero y sacó una cerveza de la nevera, destapandola con el borde pelado del mesón

Los tres hombres se levantaron y dejaron escondido el paquete en un pasaje de la pared que habían construido hace unos años. Todos se dirigieron a la sala para terminar de charlar y el alto le dirigió una mirada profunda, que por mucho que trató de esquivar, no pudo. Baekhyun sabía que estaba buscando una manera de no enojarlo, pero eso era imposible. Ya estaba cansado de la asquerosa vida que estaba llevando, no quería que su hijo creciera entre todo eso.

— ¿Chanhyun está dormido?— Cuestionó, sobándose la nuca con los magullados dedos.

— Son las tres de la mañana, obviamente está descansando— Habló borde, apretando la botella de alcohol entre sus dedos. Notó que el hombre suspiraba mientras rodeaba el muro que dividía el comedor de la cocina y entraba, rebuscando tres latas de cerveza en el refrigerador.

El bajito observó como las dejó en el mármol rallado y lo miró, mordiéndose los labios por dentro. Pasaron unos segundos en silencio, hasta que el orejón comenzó a acercarse a él, acorralandolo contra el lavavajillas. Posó una gigante mano en su mejilla, inclinándose para poder mirar sus pupilas.

— Este es el último negocio que hago, te lo prometo— Se inclinó para besarlo, pero su pareja giró la cabeza, provocando que su boca se estampara contra su comisura.

— No quiero que me beses cuando me mientes tan descaradamente— Murmuró, apretando con fuerza la mano que le sostenía el rostro.

— Baek...

El menor buscó con desespero sus ojos y no le gustó encontrarlos cristalizados. El pequeño hombre apartó la palma con brusquedad, dejando que las lágrimas comenzaran a bajar lentamente por sus pómulos.

— A veces creo que nunca debí casarme contigo.

No dudó en separarse y salir de la cocina, ignorando la expresión dolida de su marido, tratando de no centrarse tanto en las palabras que pronunció, porque si lo hacía, iba a  correr a sus brazos y caer en lo mismo de nuevo. Era tan débil ante él, que una simple mirada podría resolverlo todo, como muchas veces ocurrió en el pasado.

Se secó las lágrimas de las mejillas y entreabrió la puerta de la alcoba de su hijo, comprobando si aún seguía dormido. Se mordió el labio y entró con cuidado, acercándose a la cama para acomodar al osito rilakkuma mitad vaca que el padre le había entregado como regalo. Dejó un besito suave sobre su cabello, cubriéndolo un poco más con las mantas y sonriendo ante la adorable vista.

Sirens ||ChanBaek||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora