D. M.

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Desde lo alto del lujoso edificio que conformaba la sede central de Malfoy's Inc, un joven heredero de fríos ojos plateados observó la gran extensión de lo que era el centro de Liverpool, en Inglaterra.

-¡Vamos, Draco! ¡Tenemos que irnos!-. Le había escuchado decir a su compañero, Theodore.

Pero su cuerpo no reaccionaba, sus inexpresivos ojos parecían sólo poder observar los edificios, que a esas grandes alturas se asemejaban más a las pequeñas piezas de un rasti que a edificios con compiladas estructuras completamente reales.

Manten la compostura, Draco. Lo hecho, hecho está. No hay forma de cambiarlo. Supongo que estas son las consecuencias.

Había dicho su padre. Y sabía que ese había sido exactamente el problema.

¡Padre! ¡Fue un accidente! ¡Realmente no quise hacerlo!

Las lágrimas surcaban sus ojos, tan arrepentidos, tan asustados por lo que podría llegar a suceder. Tan adoloridos, tan perdidos.

Y ahora el estaba allí, sus brazos laxos a sus costados, su camisa fuera de lugar, la botamanga de una de las piernas de su pantalón hecha un completo jirón alrededor de una herida que prometía no curarse con facilidad, su cabello que alguna vez se mantuvo pulcramente arreglado ahora se pegaba sobre su frente mientras algunas gotas de frío sudor se perdían en sus doradas cejas.

-¡DRACO! ¡JODER, VAMOS!-. Volvió a insistir Theo pero su cuerpo parecía seguir negándose a responder como debía.

De repente sintió un jalón en el brazo, la imagen de los edificios fue borrosa y pronto se volvieron simples manchas en la oscuridad de la noche, con algunas pequeñas luces plateadas y destellantes.

Parecen estrellas.

Pensó.

***

Cuatro meses antes.

Los años habían pasado y Draco luego del arduo esfuerzo y dedicación que había puesto en su trabajo, ahora por fin había sido capaz de comenzar a dirigir junto con su padre una de las más famosas empresas innovadoras en tecnología, Malfoy's Inc. Con tan solo veintiséis años, gran astucia e inteligencia, el joven de ojos grises había movido cada hilo posible y había logrado hacer grandes ingresos millonarios, cosa que su padre apreciaba. En los tres años desde que él se había incorporado las ganancias se habían cuadriplicado, habían cerrado más tratos que nunca y se habían expandido no sólo por todo Estados Unidos sino también en toda América Latina.

Pero no todo era color de rosas y nadar en dinero, no. El mundo de los negocios a veces era más complicado, por no decir corrupto, de lo que debía de admitir. A estas alturas no era nada extraño que con el tiempo hubiesen puesto un precio sobre su cabeza, tampoco era de extrañar que Draco hubiese hecho lo mismo con otros empresarios de su mismo nivel.

-Draco, ¿En que piensas? -preguntó su novio, Harry Potter, con quien llevaba poco más de cuatro años.

-En nada interesante, Potter. Sólo negocios. -respondio el rubio con una sonrisa ladeada. No era una completa mentira pero tampoco era del todo verdad.- Ingresos, números, los nuevos clientes. -continuó, caminando hacia el para luego sentarse sobre su regazo. Sus manos se deslizaron alrededor de su cuello y sus ojos se cerraron al acercar su rostro al contrario para posar un suave beso sobre sus labios. Si Draco tuviese que elegir a su persona favorita, exceptuando a su madre, él elegiría a Harry, estaba seguro. Y es que estando entre sus brazos, sintiendo sus caricias y sus labios presionado contra los suyos, él podía sentir un placer mucho más allá del que podía experimentar cuando cerraba un trato del que saldría muy beneficiado.- Ha... Harry... habitación. -susurró, moviendo tentativamente sus caderas. Notando rápidamente la dureza de su novio bajo aquellos jeans.

Parecen estrellas. | Draco Malfoy [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora