Un martes como aquel, Leonor debía estar saliendo de la universidad a las cuatro en punto. Así que me dediqué a pensar cómo es que le contaría que su novio había desaparecido del mapa y ahora nadie lo recordaba. Podía simplemente hacerlo así, pero me negaba a desaprovechar la última oportunidad que me quedaba.
—Leonor, sé que esto te puede sonar extraño. ¡No! Es obvio que le va a parecer extraño, idiota. Leonor, —dije intentándolo por millonésima vez—, mi vida... Rayos, ¡va a tomarme cómo un psicópata!
Pero justo en ese momento, la chica salió de la facultad. Observándome desde lejos interactuar con la nada.
—Leonor, no es lo que tú crees —grité.
La muchacha no hizo más que asustarse y salir corriendo.
—Por favor, detente. Necesito decirte algo.
—Aléjate o llamaré a los guardias —decía mientras intentaba atacarme con su bolso escondida detrás de una jardinera.
No aguanté más y rompí a llorar. Me tendí sobre el duro asfalto y cedí ante mi desgracia. Yo mismo lo había pedido así.
—¿E... estás bien? —preguntó Leonor acercándose con cuidado.
Agité la cabeza negando lo obvio.
—Nunca había tenido un admirador tan insistente —rio.
Las lágrimas no cesaban.
—Te he visto por las calles, de repente eres un vagabundo y al siguiente eres un chico normal, sinceramente no lo comprendo —se detuvo un momento—. No puedes culparme por salir corriendo así —esperó una respuesta, pero yo no pude dársela—. Yo... tengo que irme.
—Leonor —murmuré con la vista de nuevo al frente, pero se había marchado.
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Errante
RomanceLa valentía ante la pérdida te hace inmune a ella. Si no me crees, pregúntate las ausencias, cuestiónate los errores... y cuidado con los que deseas. Obra registrada en safe creative bajo el código de registro: 1702010499414