O n e

3 2 0
                                    

<<Vístete con tu pintura de guerra...>>.

<<Y buscame en la oscuridad.>>

X.O.

Estaba escrito en mi pared con grandes letras rojas. Había esperado tanto que parecía una locura. ¿Cómo era que después de todo este tiempo, por fin volviera?

El mundo se había destrozado en todos estos años de su desaparición, las personas habían dejado de luchar y estaban resignadas a vivir en un mundo donde... donde el arte estaba prohibido.

La libertad de expresión había sido denegada, y el gobierno tenía todo el poder sobre los ciudadanos.

La primera dictadura en siglos.

Estaba tan enojado y extasiado que lo único que atiné a hacer fue llorar; llorar por una mezcla extraña entre frustración y felicidad.

Corrí a mi habitación para sacar aquello que había permanecido guardado en la espera de su regreso.

Miré aquel traje con nostalgia durante un momento. ¿Por qué seguirlo mirando de esa forma cuando el momento al fin había llegado? Negué con la cabeza. Oh nostalgia, no te necesito más. No te necesito más mientras la tenga a ella.

Sólo bastaron un par de minutos para que las negras telas de aquel traje cubrieran mi cuerpo. Por primera vez, desde su desaparición, me sentía vivo.

Estaba tan acelerado que casi me olvido de la parte más esencial de mi vestimenta; la fedora. Esa fedora que me había acompañado durante todo el proceso de la deshumanización del mundo. Volví para colocarla perfectamente sobre mi cabeza y me miré al espejo.

No me gustaba observar mi reflejo, había perdido el habito de revisar si iba bien vestido o siquiera peinado antes de salir. Había desechado ese hábito en el momento en el que me resigné a que nunca me vería bien porque en el fondo siempre estaba triste.

Pero ese día era diferente. Ese día había vuelto y mi imagen era importante para cuando me presentara ante ella. Veía algo diferente en mi rostro, en mi cuerpo. El traje me sentaba bien, pero lo que había cambiado, lo único que lograba hacerme ver reluciente... era la felicidad. Porque ella estaba aqui. Y nada más importaba en el mundo.

Desde el momento que me levanté sabía que había algo diferente, algo que no cuadraba con el fatídico día a día de los últimos diez años de la existencia de la humanidad.

El sol parecía brillar un poco más fuerte, los pájaros estaban cantando una melodía más alegre y la sonrisa en las personas que realizaban su viaje diario en bicicleta fuera de mi casa parecían verdaderas. Ese día, incluso antes de saber de su regreso, la gente, los animales e incluso el clima parecían ya estar al tanto.

Había comenzado a divagar frente al espejo, mi cabeza iba a explotar si seguía pensando sin parar.

Caminé al sótano, donde todo lo necesario estaba resguardado de las cámaras y comencé a guardarlo en maletas.

Todo ese tiempo, la muestra más grande de arte había permanecido escondida en mi hogar. A veces, cuando creía todo perdido y me olvidaba de su regreso, bajaba a observar las pinturas, las esculturas y los dibujos que había logrado rescatar antes de la completa destrucción del arte en el mundo.

Toda muestra de sentimientos que no había sido convertida en cenizas se encontraba en ese sótano. Ella y yo lo llamábamos Locura de dos. Nuestra locura de dos.

Todo el material estaba listo. Todo estaba en su sitio. Los vigilantes no sospecharían.

Las cámaras colocadas en mi casa vigilaban casi cada pequeño rincón, incluso el baño tenía cámaras de vigilancia. Sin embargo había un lugar al que ninguna lograba llegar, en el que ninguna cámara podía espiarme.

Recuerdo cuando ella lo descubrió. Estaba eligiendo una casa para vivir, entonces ella había ideado un plan para registrarla con lujo de detalle. Cuando encontramos ese sitio con una puertita casi invisible a un sótano abandonado y polvoriento supimos que era el correcto. Sin embargo, había que asegurarnos de que no nos habían visto, así que esperamos una semana. Una semana en la que no hubo ningún aviso, ningún llamado, ningún arresto. Entonces volvimos a esa casa y la compramos sin pensarlo dos veces.

La gente ya había perdido su privacidad para ese entonces, pero seguía luchando por su libertad de expresión. Aún así, todo lo logrado se perdió junto con ella.

Me dirigí rápidamente a la cocina, tratando de no lucir acelerado. No quería levantar sospechas.

La adrenalina me había hecho olvidar el hambre que me cargaba al llegar a casa luego del trabajo. Las cosas estaban tan mal que prefería no comer nada que no fuera preparado por mi. El alimento llegaba a contener cierta cantidad de drogas para el completo control del ser humano.

Me preparé un sándwich y caminé hasta la sala de estar, pasando por la pared pintada para contemplarla un segundo. La frase estaba colocada en la pared donde las cámaras no veían. No lo había olvidado.

Despejé mi cabeza y continué mi camino al sofá. Encendí el televisor y me quedé mirando la pantalla. Me valía un pepino lo que estuviera saliendo en televisión, ni siquiera estaba prestando atención, pero esa era mi rutina. La rutina que me gustaba mostrar ante el gobierno.

Terminé mi sándwich, lo cierto era que la ansiedad llegaba para disipar mi hambre.

La hora había llegado, y estaba más listo que nunca.

Tomé mis llaves y salí de la casa, caminando en la oscuridad para encontrarme con aquello que buscaba desde que ya no estaba.

"Y no pararé hasta que el mundo entero conozca mi nombre" se repetía una y otra vez en mi cabeza al momento en el que escapaba de la vista de las cámaras. Esa era su frase favorita, le hacía recordar a sus padres. Unos grandiosos periodistas que lo habían perdido todo durante el inicio de la dictadura. Incluso su libertad.

Logré llegar con rapidez al lugar en el que habíamos acordado nuestro reencuentro.

Y pude verla desde un par de metros antes, pude ver aquello que había perdido hace tantos años, lo vi en toda esa gente. Porque todos ellos habían recobrado lo mismo que yo. Para todos ellos, lo que consideraban perdido, había vuelto.

Y se manifestaba de la manera más hermosa; un pueblo unido.

Lagrimas se escapaban de mis ojos, y una sonrisa estaba plasmada en mi cara. Todo por lo que había luchado en este tiempo, todo en lo que siempre había creído... por fin lograba consolidarse.

Abrí las maletas sacando de ellas el estéreo más potente creado por el hombre y anuncié mi llegada con la canción que nos había representado como rebeldes en nuestros tiempos de gloria.

Y, entonces, empezó.

Todos y cada uno de nosotros peleamos por lo que sabemos correcto, por lo que nos arrebataron, por lo que nos prohibieron.

Y luchar con el corazón es lo que nos llevó a la victoria.

Porque aun viviendo días oscuros.

Aún cuando el sol se haya apagado por un tiempo, aún cuando las nubes se hayan creado con miedo y en el cielo no hubiera más que tonos grises...

Lo último que se pierde, es la esperanza.



Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 01, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora