Insomia

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Los días pasaban pero sin que puediera sentirlos, el sol brillaba fuera de la ventana pero sin que puediera sentir su calor.
Perdi la cuenta de cuanto tiempo llevo en esta situación...

Lo único que puedo sentir con lucidez son... Las noches...
Horas y horas pasando en la oscuridad, el vacío en el estómago y el corazón en pedazos. Una luna brillando en lo más alto que puedo ver, su luz cayendo sobre mi, y que me hace preguntarme porque no puedo dormir.

El único acompañamiento real que sentí durante tantas noches frías: el insomnio, me acompaña tan real como una presencia.

Nunca pensó realmente en irse de mi lado, a más horas bajo esa luz de luna acusadora, a ese silencio nocturno de ciudad ensordecedor.

Y a no poder hacer nada más que... Pensar. En todo, y en nada a la vez, repasar y revivir los mismos pensamientos cada noche: ¿Que había pasado? ¿Porque me sentía así? ¿Dónde estaba ahora "él"?

Cada vez que pensaba en "él" era como si algo me apretara el pecho, mis manos temblaban a veces y ese nudo en la garganta se apretaba cuando millones de imágenes y recuerdos pasaban en mi mente, deteniéndose justo en lo que más sabía doler: cuando lo conocí, cuando se fijó en mi, nuestro primer beso, nuestra primera vez.

Las lágrimas salían de vez en cuando al recordar.

El insomnio que se formó a mi alrededor, era curioso. Entraba más profundo en mis pensamientos, en querer saber, en querer hallar tal vez una historia de amor trágico la cual le diera razón de estar ahí.

Esta bien. ¿Quería saberlo? Se lo diré.

Desde el momento que en que lo vi por primera, hasta la última vez.

Y por noches, el insomnio venía a mi cada vez más insistente, a intentar entrar en mi mente, a ver dentro de mi corazón,

A hacerme revivir esos recuerdos, esa causa de mi tristeza. Mirar de nuevo la misma historia, y eventualmente el mismo triste final.
A hacer dolorosas preguntas  de las que nunca podré saber la respuesta. ¿Que habría pasado si...? ¿Cómo estará? ¿Tendrá a alguien más? ¿Me recordará? ¿Me llegará a extrañar alguna vez? ¿Lo veré de nuevo? ¿Podré admirar sus ojos una última vez? ¿Alguna vez...  regresará?

No se detenía. No se detenía. No se detenía.
No dormía. No dormía. No dormía.

Y cada noche, al avanzar la historia, las preguntas y recuerdos se tornaban más y más dolorosos.

Noches en vela, y la vista perdida en esa brillante luna, tan lejos de todo, tan indiferente al dolor.

Con un corazón gritando desesperado que quiere dejar de sufrir, con una mente que no escucha su petición.

Llegué a pensar que esa era mi sentencia, que el Insomnio me había hecho esto, un círculo vicioso de dolor del cual no puedes librarte, porque un Insomnio deprimido te atormentará todas las noches, de cada semana, de cada mes.

Hasta que hagas algo contra el y contra tu mente...

Pero había terminado la historia. Había contado a fondo cada detalle y pensamiento que estaban dentro de mi.

Y cuando la luna de esa última noche volvió a encontrarse abajo, el Insomnio se despidió. Se fue para dejarme con un vacío en el corazón, un dolor en la cabeza, un nudo en la garganta y unos ojos húmedos de aflicción.

La noche siguiente, algo cambió.

El Insomnio se hizo presente, pero no era el de siempre. Estaba triste y atormentado. Había entendido la razón de mi sufrir y de su propio existir.

Paseó por lo más profundo de mi corazón, estuvo en lo más escondido de mi mente, lo más lúcido de mis recuerdos.

Lloro a la par mía.
Sin recuerdos, sin preguntas, sin pensamientos atormentadores.

Y sentí su presencia de la forma más realista que puediera imaginar, sentía que podría tocarlo, que estaba conmigo, ahí conmigo, como antes. No estaba sola.

Una calidez extraña en la luz de esa luna se hizo presente, al mismo tiempo que el tacto de un abrazo singularmente familiar. Un abrazo de despedida.

Dejé de sentir la necesidad de seguir llorando, y las lágrimas dejaron de salir. El nudo tan implantado en mi garganta se fue deshaciendo. El intenso dolor de mi cabeza después de tanto sufrir, fue cediendo.

Respiré de una manera tan tranquila que me resultó casi ajena. Todos los músculos de mi rostro y cuerpo se relajaron. Y caí dormida.

Dormí, y descanse.
Descansé como nunca lo había hecho en toda mi vida.

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