Capítulo 32

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—¡No estás hablando en serio!

El tono de Jamie atrae al resto a nuestro alrededor, este repite para ellos las últimas palabras de Andoni y todos le observamos expectantes.

—No me miréis así —dice un tanto azorado—. Yo no soy responsable de lo que ocurre aquí.

—Pues parece que Víctor te tiene muy en cuenta —responde David desafiante.

Andoni levanta las manos y da un paso atrás intentando excusarse.

—Solo digo que yo no tomo las decisiones ni pongo las normas. Además, no sé si os dais cuenta de que estoy poniendo en riesgo mi posición por contaros esto. Tengo que irme, ¿dónde vais a estar?

Nos miramos unos a otros sin saber qué decir, aunque creo que todos tenemos claro que hemos de hablar de unas cuantas cosas.

—Estaremos en nuestro contenedor —responde Mikael.

—De acuerdo. Dentro de un rato pasaré a buscaros e iremos a comer. Le diré a Víctor que yo me ocuparé de explicaros todo.

Se aleja con paso seguro y yo miro a Jamie con dudas.

—¿Crees que podemos confiar en él?

Este, observa al chico que se aleja, antes de responder.

—Era mi mejor amigo, Ari. Quiero pensar que queda algo de esa amistad. Además, tal y como ha dicho, él no tenía ninguna obligación de contarnos el riesgo que corremos, ni el que corre María.

Tiene razón, asiento con firmeza y nos ponemos en marcha hacia el contenedor. Mientras caminamos, me doy cuenta de que no sé cómo identificar nuestra torre de contenedores, entre tantas similares. En la zona en la que estamos son todas de dos por dos y seis de alto.

—Neo —Me acerco a él—, ¿sabes cómo llegar a nuestro bloque? Parecen todos iguales...

Una sonrisa de autosuficiencia aparece en su rostro.

—Como Claire te llevó de noche, no pudiste fijarte, pero mira —Me señala la torre más cercana—, cada puerta tiene un código. Es parecido al sistema de vagones de la estación de Julianna, solo que aquí combinan letras y números. Cada fila, una letra del abecedario. Cada bloque un número y cada piso otros dos. Nuestro contenedor es el K409.

Miro los bloque que vamos dejando atrás y presto atención a las numeraciones. Ahora que sé cual es la fórmula, no me costará encontrar nuestro habitáculo. Nos detenemos de golpe y Mikael señala la torre que tenemos delante.

—Aquí es.

Comienza a subir por la escalera y me fijo que se detiene en la puerta correspondiente a la cuarta planta. El resto no tardan en seguirle y cuando voy a comenzar el ascenso, David que aún está abajo, me detiene.

—¿Puedes hacerlo? —pregunta con un reconocible tono de preocupación en su voz.

—Sí, tranquilo. Después de lo que he pasado los últimos días, esto es lo de menos. Siguen sin gustarme las alturas, pero ya no es el pánico que sentía antes...

Neo se acerca a mí, dispuesto a seguirme a corta distancia.

—¿Vamos?

Asiento y escalo, peldaño tras peldaño hasta llegar a la puerta. Al entrar veo que el lugar es idéntico al nuestro, el mismo mobiliario funcional, solo lo justo y necesario. Nos sentamos en el suelo formando un corro y nos miramos unos a otros sin saber por dónde empezar.

Árboles de metalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora