4-El cumpleaños.

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Después de esa noche en la que Alex me beso y yo lo saque a empujones de mi habitación, no he vuelto a hablar con él, han pasado tres semanas en las cuales me ha ignorado, ni siquiera habla cuando sus amigos me están molestando, solo observa o hace cualquier cosa que no implique abrir la boca. Cada vez que estoy cerca, se va hacia otro lado o deja de hacer lo que esté haciendo, pero lo que más me molesta es ¿Por qué me interesa eso? Debería de estar feliz por el hecho de que no me hable y no tener que escuchar sus estupideces, pero una parte de mí quiere escuchar su voz.

Lo sé, es estúpido.

Los días han sido grises y casi tan opacos como mis ánimos, me he sentido más sola que nunca, no he hablado mucho, a excepción de cuando mi tía me insulta y debo responderle con monosílabos o cuando debí hacer el trabajo de Literatura junto a Lorena, pero lo único que hizo fue tratarme como a su mascota y ponerme a hacer el trabajo sola, mientras ella se pintaba las uñas o hacia cualquiera de sus estupideces, de todas maneras al final salí ganando yo, porque en la sustentación ella no fue lo suficientemente capaz de responder ni una de las cosas que le preguntó la docente y como consecuencia lo que le sucedió se puede definir en dos palabras “absoluta humillación”

Me han llegado de nuevo los mensajes de apoyo del anónimo, estos llegan una vez cada semana, debo confesar que han sido mi único consuelo y calmante.

Estoy en mi habitación mirando por la ventana el oscuro cielo. Las estrellas ya se están asomando y la luna está más hermosa que nunca.

Salgo de la casa, camino en medio de las tan habitadas calles de Madrid, camino sin rumbo alguno, esa es mi debilidad, ver a la gente pasar de un lado a otro, sumida en mis pensamientos llegue a la fuente dela Cibeles, sonreí al ver aquel lugar, es uno de los lugares que más me gustan de esta ciudad.

Me senté al otro lado de la calle a observar, solo quiero hacer eso.

Me quede mirando a una pequeña niña que está tratando de ayudar a una anciana a cruzar la calle pero se le dificulta un poco, un señor salió corriendo en su ayuda. Hecho que me pareció realmente hermoso y humilde de su parte. Le mire a los ojos y estos desataban una tristeza más abismal que un océano, solo él sabe que es lo que se oculta en esos frágiles y profundos ojos.

Seguí mirando a mi alrededor y me encontré con un mendigo, cayendo en la más profunda dosis de la droga, aunque está lejos de mí, puedo observar perfectamente lo decaído que esta por su vicio, luego pude ver a un hombre con un moretón en su ojo izquierdo, parece de esos que se hacen en medio de luchas y guerras sin fin, en su cara se nota la frustración, solo Dios sabe lo que se esconde en esos débiles y borrachos corazones.

Contemple cientos de personas durante horas, algunas me hicieron sonreír con la felicidad que emanaba en sus rostros y otros me demostraron que en el mundo hay millones de personas que sufren, que no soy la única con problemas, que hay personas que realmente están mil veces peor que yo y que soy afortunada de tener una familia, aunque disfuncional y extraña.

Ya se estaban desolando las calles, todo se ve más nostálgico sin la alegría que irradia la gente en mí, pero no quiero ir a la casa de mi tía, no quiero ver a esa gente empalagosa.

Empiezo mi camino sin destino alguno, luego de unos minutos, recuerdo el lugar al que me había llevado Alex esa noche tan peculiar y emprendo mi rumbo hacia allí.

Cuando llego a dicho lugar me quedo contemplando las maravillas que éste me ofrece, todo aquí es realmente perfecto, desde los árboles, hasta la luna que lo ilumina todo gracias al pequeño claro que da luz al río. Me acosté cerca de la piedra y al cabo de una hora me quede dormida.

En el momento en que desperté ya había salido el sol.

— ¡Oh mi Dios! Mi tía me va a matar— exclame al darme cuenta de la gravedad del asunto.

Estúpido amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora