Ayden
Siento como si hubiera muerto y regresado a la vida. No como Jesús luego de tres días. No como el fénix entre sus cenizas. No como alguien al despertar de un coma, o algún ahogado con RCP. Regresé a la vida como sólo yo podía. Desperté para revivir mi infierno.
Respiro fuerte y abro mucho los ojos. Mi pecho sube y baja demasiado rápido y me encuentro aturdido. Por unos segundos me olvido de quién soy y por qué me encuentro en este horrible cuarto. Permanezco inmóvil y miro a mí alrededor en busca de respuestas. La cabeza me pesa aún más cuando los recuerdos vuelven a asaltarme sin piedad. Intenté suicidarme, y lo que más me aterra no es el haber fallado en el intento, sino que no me arrepiento de haberlo hecho.
El sonido de las máquinas detrás de mí me indica que estoy realmente devuelta, que no es un sueño, que no he muerto. Miro por la ventana y los colores anaranjados del cielo me hacen saber que está atardeciendo. El día está frío y vacío, como yo.
Cuando la puerta se abre de par en par, me siento un poco desilusionado al ver que no se trata de Austin, pero igual me alegro. Por primera vez en tanto tiempo la tristeza se dispersa de mi cuerpo y me encuentro más animado.
— Hijo —grita mi madre y corre a mi lado.
— Mamá —digo intentando esbozar una sonrisa.
— ¡Al fin! —repite una y otra vez mientras me llena la cara de besos.
— ¿Cuándo me iré de aquí?
Mi madre me dedica una mirada triste y me observa durante varios segundos, obviando la pregunta.
— ¿Por qué lo has hecho? —pregunta comenzando a sollozar.
— Estaba harto, mamá. Ya no sabía que más hacer.
— ¿Te duele? —dice secándose las lágrimas de la cara.
— ¿Qué cosa?
— ¿Cómo qué cosa, Ayden? Tus cortes.
A esta altura, los cortes de mi pierna habían pasado a un segundo plano. Creí que hablaba sobre mi intento de suicidio, pero por suerte no se ha enterado de esa parte. Austin debe haberlo mantenido en secreto, puesto que fue el único que estaba allí conmigo.
Interiormente le agradezco. Me ha evitado un lío tremendo.
— N-no. Ya no me duelen —confieso aturdido.
— Necesitas ayuda. No estás bien, hijo. Lo que has hecho fue muy peligroso.
Si supiera que eso no ha sido nada al lado de lo que he intentado hace algunas horas...
— Estoy bien. Es sólo que... fue demasiada presión el estar encerrado en esa celda. Todo ha sido culpa de Brooke, él fue quién... —logro decir antes de que me interrumpa.
— Ya lo sé. No lo repitas —dice y cierra los ojos con fuerza—. He hablado con Caroline.
— Estaré bien —suelto sin saber qué mas decir.
— No. No estarás bien. Tienes que volver a Los Ángeles, Ayden.
— ¿¡Qué!? ¡No! —grito aterrorizado.
— Es una decisión tomada. Necesitas estar conmigo y hacer terapia. De verdad que lo siento, lo siento muchísimo... pero se acabó.
— No me hagas esto.
No llevo ni veinte minutos de regreso que ya quiero volver a irme para siempre.
— Esto me duele más a mí que a ti, Ayden.
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Mi Casualidad Eres Tú
RomanceUn encuentro que derriba esquemas, porque el amor verdadero no tiene límites. Es una novela para lectores con la mente muy abierta. Dicho esto, y si todavía te crees capaz de soportarlo, te invito a que te aprietes el cinturón y disfrutes del viaje...