Las apariencias engañan

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Todo su viaje de Londres a Japón no había hecho otra cosa más que pensar en las nuevas experiencias que le reparaban su llegada a Japón. Sabía que el cambio que estaba haciendo le daría un gran giro a su vida, ya que de haber vivido 18 años en Londres y estar 12 años en un internado, ahora viviría en Japón con sus padres.

Pero era un cambio que estaba dispuesto a aceptar, ya que vivir con sus padres era algo que había anhelado desde que estos lo habían dejado en aquel internado cuando ingreso a la primaria, siempre le había costado entender porque estos lo habían dejado en aquel internado mientras ellos residían en Japón, estaba dispuesto a olvidar todos aquellos años en los que tanto le hicieron falta los consejos y la compañía de un padre, para empezar desde cero y ver a sus padres como algo más que unos simples extraños, que tres veces al año lo iban a visitar. Para verlos como lo que realmente eran, sus padres.

Cuando el avión por fin aterrizo, pensó que tal vez sus padres estarían esperándolo para recibirlo, pero había sido muy ingenuo al pensar que sus ocupados padres se harían un pequeño espacio en sus ocupadas agendas para ir a recibir a su único hijo, ya que cuando salió esperando ver a sus padres lo único que encontró fue al chofer esperándolo con un pequeño letrero en sus manos que tenía escrito muy pequeñamente su nombre.

Desilusionado por dicha escena suspiro y se dirigió hacia el chofer, saludándolo para después dejarse guiar por este, hacia donde estaba la limosina que lo llevaría a la mansión donde ahora viviría.

Después de ver que ninguno de sus progenitores lo había ido a recoger al aeropuerto, ya sabía que lo que le esperaba al llegar a su mansión no sería nada más y nada menos que una mansión vacía.

Y no se había equivocado, ninguno de sus padres estaba. Solo se encontraba el personal de servicio, así que les pidió que se reunieran todos para presentarse y empezar a ubicarlos, para después pedirles que lo guiaran a una habitación para que pudiera instalarse.

Ya en su habitación desempaco y acomodo todas sus pertenecías, para dormirse un rato, ya que si ninguno de sus padre estaba lo mejor que podía hacer era dormir.

No se despertó hasta que la alarma de su celular lo despertó anunciándole que ya era un nuevo día, así que bajo a desayunar encontrándose por fin con sus padres.

–Hola– dijo tímidamente saludando a sus padres mientras estos lo veían muy atentamente y le devolvían el saludo con un gesto de asentimiento, para luego continuar desayunado.

–Me preguntaba si podía tomar un auto para dar una vuelta– les dijo más que nada para intentar hacerles un poco de platica a sus padres que estaban más interesados en terminar su desayuno que en prestarle atención.

–Claro que puedes, solo dile al chofer o a alguien del servicio que te acompañe, las calles de Tokio no son como las de Londres– le dijo su madre para luego levantarse elegantemente y salir del comedor, dejándolo solo con su padre, el cual seguía más interesado en su desayuno que en hablar con su único hijo.

Al ver que su padre no tenía intenciones de hablarle se terminó rápidamente su zumo de naranja y salió del comedor rumbo a su habitación para bañarse y arreglarse ya que saldría a dar una vuelta.

Se llevó como acompañante a Iruka, uno de los choferes para que lo guiara, estuvo recorriendo tienda tras tienda hasta que se aburrió, estar en Japón lo aburría mucho, sus padres apenas y le hacían caso y no conocía a nadie, no tenía ninguna amigo en Japón, o si lo tenía, bueno tenía a Karin pero Karin técnicamente no era su amiga más bien era su prima, una prima que escasamente había visto un par de veces, pero en ese momento era Karin o nada.

Las apariencias engañan (One shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora