La hoguera era una de las mejores cosas que pude hacer en mi vida. Compartir mi tiempo con aquellos chicos me ayudó a despejarme, y el calor de la hoguera, la poca luz amarillenta del fuego, y las caras de los niños disfrutando de cada palabra que decía la monitora, desde luego la mejor noche de mi vida. Pero todo mejoró cuando me dirigía a la oficina a recoger mis cosas, y volví a la hoguera a ver si me había dejado ahí mi cartera. Me paro en seco
— Hanae— decía Ibrahim a la chica de gafas, llamada Hanae— Me gustas ¿vale? No puedo dejar de mirarte porque eres jodidamente perfecta— ¿lo ha dicho?
— La verdad es que tu también, me pareces atractivo— dice acercándose a él— y siempre quise saber a qué sabías— dicho esto se lanza a sus labios.
Veo una sonrisa al otro lado de la hoguera, tras la pared de pienso, su cara quedaba iluminada por la sutil y amarilla luz del fuego que aún no han apagado. Sus facciones quedan marcadas, y sus labios parecen ahora mas grandes. Coloca su dedo sobre ellos en señal de silencio y me sonríe. Ella también veía la misma escena. Me hace una seña y desaparece. Doy media vuelta y camino hacia mi oficina, cuando escucho sus tacones.
— No sé cómo darte las gracias— me giro para verla. Sonriente, enseñando su blanca dentadura, y aquellos hoyuelos— No sé lo que le has dicho o hecho, pero es la primera vez que habla con alguien mas que no sea yo, o su monitora para ir al baño
— Pues la verdad no le dije mucho, conversamos sobre la chica y lo animé a hablar con ella— me rasco la nuca nervioso esperando que no adivine lo que hablamos en realidad.
— Muchas gracias-—me regala otra sonrisa y se da la vuelta de camino a las escaleras por las que subían las niñas. Reía con ellas mientras corrían todas escaleras arriba. Supongo que dormirá ahí.
* * *
He trabajado por algunas horas más ya que no podía conciliar el sueño. Me canso de dar vueltas sobre el mismo tema, necesitaba el testamento del niño. Cojo mi moto y acelero camino a casa. Me siento feliz, eufórico y no sé por qué. Esto merece unas copas y una buena carrera.
Hoy en la pista no están los buenos. Qué pena, por una vez que quiero correr en serio... Dejo mi moto en el garaje y cojo uno de los coches. En las gradas no hay mucha peña, hoy no hay carrera seria. En la meta hay dos personas, que me acerco y veo que son Santi y Krizsto, este último bastante bueno. Pongo 100 euros y ellos ponen 50, si gano tengo 100 euros para mi bolsillo. Una morenita, de unas bonitas piernas, y un banderín en la mano da la salida.
Acelero todo lo que puedo, y siento la adrenalina dominar mi cuerpo. Los veo delante de mi, piso a fondo y derrapo en una curva, superando a Santi, que maldice chocando contra una de las paredes acolchadas de la pista. Krizsto está cerca, sin querer choco contra su coche, y el hombro me duele al roce del cinturón. Supero a Krizsto y cruzo la meta. La adrenalina explota en mi organismo, salgo del coche y corro a por mi dinero
— Que te den por el culo niñata— dice Krizsto entre dientes, dejando un billete de 50 en mi palma
Santi se une y deja otro, mientras me mira fastidiado.
Subo a mi coche y lo llevo al garaje para que miren el rasguño que le había dejado. Les dejo 20 euros y me dirijo a mi moto, cuando siento que alguien me sujeta del hombro. Me giro y veo a la morenita del banderín
— ¿No sabías que el ganador se lleva un premio?— se acerca más a mi. Sonrió altivo, coloco mis manos en sus caderas y la subo encima de mis piernas, a horcajadas sobre la moto. Ella me besa, con ferocidad, mientras tira de mi chaqueta
— Joder, no seais tan guarros cojones, iros a otra parte— escucho decir.
Ella ríe en mi boca y se baja de mi moto. Camina y yo la sigo. Entramos por una puerta, el baño. La empujo contra la pared y me lanzo a sus pechos. Busco el aroma de Melek, y frustrado al no encontrarlo tiro de sus pantaloncitos bajándolos. Busco en sus bolsillos un preservativo, nada. Yo tampoco llevo encima
— ¿No llevas condones?
— Me tomo las pastillas— dice respirando agitadamente.
La toco y siento lo excitada que está. Mentiría si digo que no estoy excitado como ella, y como ella dijo que se cuidaba, saco mi miembro de mis pantalones y lo meto en ella. Su calor me rodea, escucho que suelta un chillido, y tira de mi pelo. Segundos después estoy entrando y saliendo de ella. No soporto que me toque con sus manos, así que las cojo y las pego a la pared, mientras acelero mis movimientos. Ella gime, grita y se estremece debajo de mi. Segundos después el orgasmo se está formando, y por fin, con unas embestidas más llego al climax. Salgo de ella, la bajo, y ella con las piernas aun temblorosas dice:
— Eres un monstruo— sonríe— Un monstruo con un buen paquete, que suerte la que te tiene pillado— se sube los pantalones
— Suerte tienes tú de que te la meta— digo sin pensar.
Termino de abrocharme los pantalones y salgo de ahí. Subo a mi moto y acelero todo lo que puedo. Frustrado por no estar entre las piernas de Melek, por no besar sus labios, por no oler su aroma, por no escuchar sus gemidos, por no saborear su piel... Frustrado por la desesperación que siento, por no poder hacerla mía como hago con todas las que tengo alrededor. Acelero viendo cómo las farolas desaparecen a gran velocidad de mi vista
Siento una corriente en mi hombro que me paraliza el brazo hasta que pierdo el control sobre mi moto y salgo de la carretera. La moto se vuelca y yo derrapo por el áspero suelo de la autovía. Mi casco impide que salga mi cerebro en mi impacto contra la barandilla. Mi vista se emborrona, intento mirar a mi alrededor, y una alarma detona en mi cerebro al ver sangre por mis piernas y mi brazo derecho. Intento mover mi brazo pero me duele el hombro. Muevo mi otro brazo y tanteo mi móvil. Tecleo el número de emergencias y justo cuando voy a darle al botón de llamar, mi móvil vibra entre mis dedos, sin saber quien es acepto la llamada y coloco el altavoz
— ¿Ángel?— suena la voz de Melek— siento molestarte a estas horas solo quería decirte que mañana...—se calla al escuchar cómo pasa un coche cerca de mi— ¿Ángel? ¿Estas bien?
— Melek, he tenido un accidente, llama a una ambulancia— me estoy quedando inconsciente
— ¡Ángel dime dónde estás!— suena alarmada
— Una placa... Que dice bienvenido a...—no puedo hablar y su voz suena como en un tubo.
—... ¡¿Donde?!— consigo diferenciar
— Murcia...
* * *
— Ángel— su voz— Por favor solo abre los ojos y mírame. La ambulancia está de camino— tengo frío, me estoy congelando.
Siento sus piernas bajo mi cabeza, y lo agradezco ya que el suelo está congelado. Su mano se posa sobre mi mejilla y la otra me acaricia el pelo. Abro los ojos y lo primero que veo son sus ojos, luego su cara fruncida por frustración, miedo
— ¡Allah!— suspira para el cielo— Por favor mantente despierto— me suplica casi
— Me duele...— consigo vocalizar, pero es como si me hubieran pinchado dos jeringuillas de sedantes
— Sí, sí, sólo tranquilízate ¿vale? No tienes nada, solo son algunos rasguños— me sonríe con ternura, y yo intento tirar de la comisura de mis labios a modo de sonrisa, pero fallo.
Escucho el sonido de la ambulancia, y las cegadoras luces de color azul y rojo. Y con ese sonido de fondo me dejo llevar por el sueño, o lo que sea que me esté llevando
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Y aquí vuelvo, ves como había sorpresas, pues espera al próximo capítulo, aún tengo un as bajo la manga (En realidad tengo más ases, pero prefiero usarlos más tarde, ya veréis)
Yyyyyy lo de siempre, comenta, vota y compártelo con tus amigos si te parece chupiguay
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La Chica del Hijab ©
Romance1er premio de #MuslimAwards2017 en Novela Juvenil No ven en ella lo que piensa, lo que opina, lo que hace, su personalidad, sus aficiones, sus metas... Sólo ven el pañuelo que cubre su cabeza. Melek guarda tras su armadura de fuerza un corazón ente...