11. De Brujos y Reyes.

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-¿Cuánto falta?- Lanzo la pregunta al aire a la espera de que alguien quite mi duda, llevamos por lo menos una hora de cabalgata bordeando los acantilados, pero sin ver rastro del castillo.

-Poco querida.- Responde madre mientras acerca su equino hasta mi altura.- El castillo está bien escondido para no crear sospechas, justo frente a los arrecifes de coral fósil, ninguna embarcación por muy pirata que sea puede pasar por allí.

-Ya veo.- Seguimos nuestra marcha hasta que ingresamos en un cañón de rocas rojizas veteadas, sobre nosotros un grupo de arqueros confirman nuestra identidad y nos escoltan desde arriba.- Cada vez hay más protección.

-No podemos confiarnos.- Madre se acerca más y espera a que quedemos al final de la fila.- Sé que el capitán es una persona leal, pondría mi vida en sus manos, pero no puedo decir lo mismo de su tripulación, ha escogido a los más leales de la compañía, pero uno nunca debe dejar las cosas al azar.

-Planeo destruir esa compañía...- Digo con total sinceridad, con madre y las brujas como inversionistas no necesito más ayuda, menos de ese tipo de personas.

-Es un objetivo que tengo desde que tu padre murió. Después de todo son culpables de la muerte de su muerte.- Lanzo un pesado suspiro.- De todos modos, aún no es el momento, recuerda que nos tienen entre ceja y ceja, cualquier movimiento brusco les alertará.

-¿Cómo desaparecer en medio del mar?- Cuestiono su brillante plan.

-Querida, en lo que respecta a los demás, nosotras hemos tomado un barco de la compañía en dirección a Buba, donde nos estamos hospedando en el Altarminor, habitación 31 "cuarto de las mariposas", y muchos testigos nos han visto en el mercado de los perfumes.

-¿Dobles?- Madre asiente y mi boca se abre en gesto de admiración, de verdad esta mujer no deja de darme sorpresas. Ordena al equino que comience el trote para volver al grupo, le imito y nos unimos a los demás, los arqueros sobre nosotros no dejan de inquietarme, saltan de un borde al otro del cañón conforme se hace más estrecho y limita nuestra visión del cielo a una no muy gruesa franja serpenteante, que al mirarlo da la sensación de estar en el fondo de un profundo río.

Una fría briza nos golpea de repente avisando el pronto final del cañón, vuelvo a escuchar el murmullo de las olas y el húmedo aire cargado de sal, el débil resplandor del atardecer transforma las paredes el vivas llamas doradas que amenazan con quemar todo lo que se le acerque. Frente a nosotros se abre la vista a un enorme acantilado en cuyo borde de alza tímidamente un castillo de elegantes líneas, pequeñas torrecillas y banderines con el emblema Weynher, el barco y la mano, todo el edificio en un tono gris que se confunde a la perfección con las rocas.

-Es aquí.- Anuncia madre mientras la puerta doble de madera y chapa de hierro se abre permitiendo la entrada de los escoltas que se ingresan a todo galope.- Espero que disfrutes la corta estadía.

Tras la puerta nos reciben un grupo de empleados que nos ayudan a desmontar y alimentan a los caballos, el patio es pequeño, solo el espacio suficiente para los caballos y leña, madre señala que le acompañe e ingresamos en el castillo como tal, donde el olor a viejo es lo primero que nos saluda. Las lámparas de grasa han teñido las paredes que carecen de adornos. El suelo de piedra pulida carente de diseños marca el carácter meramente funcional del lugar: un punto de control, no de disfrute.

Nos abrimos paso entre puertas de madera reforzada hasta llegar a un amplio salón con una pared semicircular de ventanales ojivales emplomados. Allí nos encontramos con una escena poco usual, para variar, por lo menos una docena de gatos pasean por el salón, y ocupan cada lugar cómodo que encuentran con sus regordetes cuerpos, lo que incluye los abultados vestidos de las brujas.

Una Corona de Sangre I: Reina del Cielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora