Después de todo el torbellino de emociones que acababa de vivir, después de sentir que todo volvía a encajar, que su vida volvía a tener sentido... tocaba volver a la realidad por un momento. Justo cuando se acababa de arreglar volvió a sonar el timbre de su piso.
- Hola guapo -dijo Bea muy sonriente.
- Hola -contestó él fingiendo una sonrisa de mala manera.
- Ves como el terciopelo te iba a quedar genial -y le dio un pico dulce.
- ¿Eh? Ah, ya... Tú... -la miro de arriba a bajo pero sin prestar atención- tú estás preciosa.
- Ay, gracias amor -le abrazó y él le correspondió con pocas ganas.
- Acabo de peinarme y de recoger las cosas y nos vamos, ¿vale?
- Perfecto, te espero aquí.
Albert entró en el baño y se puso a arreglarse en el espejo. Empezó a pensar, no porque tuviera dudas respecto a Pablo, sabía que quería estar con él por encima de todo, pero sentía lástima por Bea, era una chica encantadora que se desvivía por él y a la que quería, no en el modo en el que quería a su madrileño, pero la quería, y no se merecía todo esto, se merecía alguien que la quisiera al cien por cien y que no pensara en otro cuando hacía el amor por ella y-
- ¿Albert? ¿Estás bien?
- Sí, sí, un segundo -terminó rápido de arreglarse, cogió las invitaciones y el móvil y salió de casa.
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- ¡Alberto!
- Hola Pablo -se acercó él sonriente- ¿Qué tal?
- Incómodo por el traje como el año pasado -ambos rieron.
- Esto... A-al-al-
- Albert viene, lo sé. He estado con él esta tarde.
- ¡¿Cómo?!
- Shhh, no hables alto.
- Perdón.
- Pues... me presenté en su casa porque estaba hecho una mierda, Alberto. Sabes que nunca llegué a superarlo y... no sé lo que pasó exactamente pero los dos empezamos a decir todo lo que teníamos dentro y acordamos vernos después de la gala y...
- ¿Y...?
- Nos besamos.
- ¡Hostia! Perdón -dijo tapándose la boca- No me lo esperaba después de todo.
- Ya, yo tampoco... Discutimos tanto aquel día que pensé que nunca más me iba a dirigir la palabra pero mira...
- ¿Y qué vas a hacer?
- Recuperarle.
- ¿Estás seguro?
- Segurísimo.
- Tú mismo. Por cierto, por ahí viene con su novia.
Pablo se giró "disimuladamente" y allí lo vio, con ese traje tan... tan... ¿diferente?, que solo le podía quedar bien a él. Iba cogido de la mano de Bea y se le notaba bastante nervioso. Sus ojos se encontraron y una sonrisa débil se les escapó a los dos.
- Voy a saludar -dijo Albert señalando hacia donde estaba Pablo.
Bea emitió un bufido pero le soltó la mano dejándolo libre mientras le seguía con la mirada para estar pendiente en todo momento de lo que estaba pasando. Era evidente, incluso para ella, que entre ellos había algo más que rivalidad política.