Lexa oyó una voz que le llamaba, una voz dulce y corrosiva, demasiado alegre últimamente. Sabía que no podía rehuir de ella mucho más, así que cerró los ojos y sintió cómo su cuerpo abandonaba su cómodo sofá para ser sustituido por un asiento de piedra fría, helada, y su tranquilidad en el silencio más absoluto se veía rota cuando las voces que retumbaban en el Inframundo no hacían otra cosa más que sufrir.
Al abrir los ojos se encontró con una hermosa mujer vestida de rojo, un llamativo vestido que se adhería a sus caderas como si de una segunda piel se tratase, y que haría enmudecer incluso al más obtuso de los mortales. Su larga cabellera negra la llevaba pulcramente recogida en una coleta alta, y su porte alto y con aires de superioridad engrandecía su enorme belleza. Sus ojos castaños brillaban de pura alegría, sus labios poco a poco se iban curvando en una sonrisa afectuosa pero cargada de la ponzoña más peligrosa. Lucifer se sentó a su lado, abrazándola como si de una hija pródiga se tratase.
-Oh, mi querida Lexa, te he echado de menos – su voz correosa, cargada de orgullo y pedantería, corroía sus oídos de una manera casi insoportable-. ¿Por qué no venías a verme? Cada día que he recibido tus preciosos obsequios y no me has regalado el placer de tu presencia... ¿es que ya no me quieres?
Cierto. Había sacrificado mucho cuando se convirtió en la favorita de Lucifer. Múltiples de amantes del Inframundo, Lucifer los fue alejando de ella hasta que quedó aislada de todos, aunque el género masculino jamás le llamase la atención, ellos la deseaban. Y fue un privilegio, al principio. Poder retozar en los aposentos privados del otrora ángel favorito de Dios, en la tan deseada intimidad que no existía en aquel mundo. Lucifer era exquisita, y cualquier otro desearía estar en su lugar, pero Lexa no lo permitió. Hizo todo lo que estaba en su mano para seguir siendo su favorita, que cuidase de ella y todos la respetaran por ser la amante de quien era.
Pero ya no era suficiente, incluso le parecía repulsivo. Antes, cada vez que conseguía un alma pura, era gratamente recompensada. Pero ya no era suficiente. Lucifer había pasado a un segundo plano, uno donde nada importaba, en el que hacía su trabajo de manera altruista, sin esperar nada a cambio. Pero la mujer de rojo la requería, tenía necesidad de ella, al parecer. Sus manos no pararon quieta desde que llegó al Inframundo, y su cercanía no dejaba lugar a dudas. Sin embargo, Lexa no estaba por la labor. Cruzada de brazos y piernas, rehuía los deseos de Lucifer sobre su cuerpo.
-¿Es que ya no me deseas? ¿Has saciado tu necesidad de mí? –inquirió, con el ceño levemente fruncido.
Cualquier humano hubiera caído rendido a sus pies, pero Lexa no era una mortal. Nunca lo había sido.
-¿Por qué conformarte únicamente conmigo, mi señora? Tienes a cientos, incluso miles de esbirros que desean yacer contigo, ¿por qué no escoger entre ellos, colmados de deseo? Ellos pueden darte algo que yo no, la inexperiencia y el nerviosismo de la primera vez; te dejarán hacer lo que sea, sólo para complacerte en todos los sentidos – Lexa intentaba sonar lo más convincente posible, orgullosa e incluso cargada de deseo, como si el tener que dejar de verla fuese una gran pérdida para ella-. ¿No te excita eso, querida?
La mujer de rojo se dejó caer en el asiento de piedra, alejándose de Lexa. ¿Y si tenía razón? Abrió las cortinas que la protegían de miradas indiscretas, y un gran número de esbirros se giraron para admirarla con una adoración casi enfermiza, con el deseo ferviente brillando en sus ojos. Escoger a un nuevo amante no era algo que le entusiasmara, muchos podían ser torpes y seguro que no tenían ni idea de dónde tocar para complacerla, al contrario que Lexa. Después de tantos años compartiendo lecho, la chica de ojos verdes había aprendido con exactitud qué debía hacer para hacerla gemir y que el Inframundo temblase a causa de ello.
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Grey Angel
FanfictionLa lucha entre el bien y el mal ha existido desde tiempos inmemoriales, mucho antes de la existencia de los humanos, cuando el mundo no era más que polvo y ceniza, y Lucifer seguía siendo el ángel favorito de Dios. Pero Lucifer se rebeló y recibió s...