Miriam no me dejó ni siquiera cambiarme de ropa. Parecía un vagabundo que acababa de asesinar a siete viejas y llevaba a su chica a comprar ropa. Llegamos a la calle de las compras. Toda la calle estaba repleta de tiendas y más tiendas, cada una y su especialidad.
Paseamos por los escaparates, la gente me miró raro cuando bajé de mi lujoso coche, y me siguió mirando raro cuando Miriam me cogió de la mano, y cuando entramos a la tienda más cara de toda la calle... Tenía que cambiarme de ropa. Me acomodé en un sofá frente al probador, mientras que Miriam se probaba una decena de vestidos, que si demasiado ceñido, que si muy tapado, que si no tiene escote... Hasta llegó a criticar por el precio. No sé qué hacía con aquella chica.
— Miriam, creo que mejor voy a cambiarme. Me voy a pasar por la tienda de aquí al lado, compro algo para ponerme y vuelvo.
Dicho esto me levanto, cruzo la tienda y salgo a la tienda de al lado. Nada más cruzar la puerta una chica morena, con una camisa blanca, metida en los pantalones ajustados con un diminuto cinturón, unas gafas y un rojo muy llamativo en los labios me paró a mitad de camino
— ¿Qué busca señor?— no puedo evitar mirar por el pequeño escote su voluminoso pecho
— Yo...— rasco mi nuca, creo que me ha pillado mirando su pecho— acabo de salir del hospital, he tenido un accidente y no he tenido tiempo de ir a cambiarme.
— Oh, perfecto— hace una seña por encima de mi hombro— mi compañera te va a atender
Me quedo mirando sus caderas mientras caminaba, y no puedo evitar compararlas con las de Melek. Entonces alguien carraspea a mis espaldas.
Me giro y me quedo petrificado. Llevaba el mismo uniforme que la chica que me atendió al principio, solo que en vez de llevar la camisa dentro de los pantalones, la dejaba suelta, cubriendo sus caderas. Y ahora llevaba el velo a juego con el uniforme. Se ha maquillado un poco, y parece una creación perfecta, toda una diosa delante de mi. Llevaba el mismo tono rojizo en sus labios, creo que entre los requisitos que piden a las empleadas es ir bien maquilladas y llevar el uniforme. Me sonríe mostrando sus hoyuelos, y su perfecta y blanca dentadura contrastada con el rojo de sus labios.
— ¿Tú?— pregunto confuso
— ¿En qué puedo ayudarlo?— me dice sonriente
«Quería pretender que no me conocía. JA JA JA ami no me la juegas muñeca.»
— Pues... Algo simple, ni muy llamativo ni invisible— ella asiente y comienza a caminar. Dios, es que hasta tapando sus caderas es jodidamente perfecta.
Caminamos por la tienda, que parece conocerla rincón por rincón. Se detiene frente a una estantería con americanas, escoge una, de color negro azulado. Me la prueba a lo lejos, cerrando un ojo. Luego vuelve a caminar, se para frente a un estante, y se gira para mirarme con el ceño fruncido.
— ¿Es algo familiar? ¿O es más bien algo entre amigos?
— Bueno...
— Esa respuesta no me vale— coge unos pantalones y me los enseña. Eran vaqueros, de un tono azul oscuro— a ver, si te pones esta Americana con estos pantalones y una camiseta lisa quedarías perfecto para una cena familiar— deja los pantalones sobre su antebrazo, para coger otros del mismo estante y mostrármelos. Tenían algún que otro agujero en las rodillas, y eran de un azul grisáceo— y bien, si es para algo entre amigos, pues con esto te aseguro que ligarás como nunca
«¿En serio ha dicho eso?»
— ¿Si digo que es para una fiesta de trabajo, donde habrá fotógrafos y demás?— ella me mira, frunce el ceño pensativa y luego me mira sonriente.
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La Chica del Hijab ©
Romance1er premio de #MuslimAwards2017 en Novela Juvenil No ven en ella lo que piensa, lo que opina, lo que hace, su personalidad, sus aficiones, sus metas... Sólo ven el pañuelo que cubre su cabeza. Melek guarda tras su armadura de fuerza un corazón ente...