El día que los pájaros se volvieron de papel, atravesé el cristal del metro y mi mochila se transformó en una calavera, ¿donde estaba mi libro? Pues ahora sostenía un mapa en la otra mano que no me dirigía a ninguna parte. Mi máscara se transformó en la de un conejo, igual a los que llevaba en la maleta mi acompañante poseído, lobo universal, veía las estrellas en su sedoso pelaje. Mire hacia arriba y pude observar que las barras del metro eran ahora ramas de árboles infinitos que filtraban una tenue luz recordándome a la de la luna, mi acompañante se ha ido, ahora hay dos oseznos que juegan a tocar el cristal que nos separa de la realidad.
-llevad cuidado pequeños, no os aproximeis demasiado al infierno aquel que se hace llamar vida real.
Pero su inocencia y su curiosidad son más seductoras que las de una joven escondida tras una máscara.