Capitulo 28

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De vez en cuando, le compraba obsequios a Julia

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De vez en cuando, le compraba obsequios a Julia. Chocolates, globos, flores, golosinas o hasta un peluche. A mi madre le parecía absurdo y ridiculo cuando la veía llegar con algo distinto.

Comencé a comprarle joyería en cuanto descubrí que cada día estaba queriéndola más, amando su sonrisa, amando la manera en que se esforzaba por hacer su trabajo tan pulcro y perfecto. Sí, amaba su perfeccionismo. La amaba a ella, y correría el riesgo.

—¿Qué harás esta noche?... Es fin de semana —ladee una sonrisa, mirándola desde la entrada de su habitación.

La fiesta de Halloween estaba a un par de días, habíamos acordado disfrazarnos ambos y salir a conseguir dulces, para después venir a casa y mirar películas acorde a la fecha. Por otro lado las casas que estábamos reconstruyendo, ya estaban terminadas. Solo que aún no las considerábamos habitables. No hasta que pasara el invierno y puliéramos los últimos detalles.

—Tu dime... —devolvió la sonrisa, mirándome con atención.

No pude evitar ampliar mi sonrisa. —Bueno, esta noche será algo elegante. Así que vete preparada y usa un abrigo —guiñé un ojo y no esperé su respuesta. Me alejé de su habitación y me fui a ver a mi madre, que se ha quejado tanto de que la tengo abandonada.

Cuando ella está en la casa, tengo que sacar a Julia, porque simplemente no quiere verla. Sé que Julia se da cuenta, es una chica inteligente. No protesta, simplemente busca algo que hacer y olvidarse de que su recelo es mutuo entre ellas dos.

—Hola mamá —ella se encontraba en su oficina, junto a su habitación.

—¡Cielo! —movió las manos para que me acercara, lo hice y plantó un largo beso en mi mejilla —. ¿Ya almorzaste?

—Ya lo hice, Julia y papá me acompañaron— hizo una mueca de disgusto —. Vamos mamá, ella no te ha hecho nada.

—¿Que no me ha hecho nada? Ja... —su quejido era de indignación.

Rodé los ojos. —Dime que te ha hecho —no esperé su respuesta y respondí por ella —. Nada... ella no ha hecha nada más que hacer su trabajo.

—¿No te das cuenta hijo? —sus ojos estaban abiertos, indescifrable —. Ella los está usando.

Reí. —Ay mamá.

—Quiere tenerte, pero a tus espaldas coquetea con Dan —mi sonrisa se borró. Sus ojos eran cristales impenetrables. Ser cautelosa no estaba en su vocabulario, ella era directa como la mierda. Sin escrúpulos.

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