Prólogo

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28 de Enero de 2154

Cuartel de la Hermandad: 02:03 a.m.

-¡DEBEMOS ATACAR YA! -dijo la comandante Sarah Cromler- Después será demasiado tarde.

A esas horas de la madrugada, en el cuartel de la Hermandad, se discutía su plan de ataque para su guinda del pastel. La muerte del presidente. Su golpe más fuerte hasta el momento, y probablemente el último de todos, ya sea por las perdidas o por que su propio objetivo se cumpliria.

-¿Alguna cosa a decir, subcomandante Schoppe? -volvió a levantar la voz la comandante.

-Señor, con su permiso me opongo a la siguiente orden -dijo ella decidida-. Usted sabe tan bien como yo el número de bajas que eso conllevaría.

Se hizo un silencio tremendo en el cuartel. Nadie osaba decir la suya en una ocasión de esas. No era la primera vez que pasaba. Normalmente la Comandante hacia todos los preparativos, mientras que la subcomandante tenia otros planes, y su objetivo no era desobedecer las ordenes de su superior, sino ella hacia lo que creía que era mejor para sus camaradas, y, sobretodo para su marido, que también estaba a listado en la Rebelión. Los dos eran la pareja imbatible en combate. Letales. Eran buenos, los mejores. Ella era la mejor francotirador, mientras que él dominaba mucho más los fusiles de asalto. Como era de esperar ella le cubría las espaldas en las batallas.

-Estoy con la comandante -se oyó una voz tímida por el fondo del cuartel-. Creo que en nuestro último golpe en la industria herrera del Gobierno hemos aumentado mucho más las defensas en el sur de la ciudad, dejando así la parte superior descubierta, oportunidad perfecta para atacar.

La voz provenía del Teniente Charles, un militar del Gobierno infiltrado, el cual transfería información privilegiada del Gobierno hacia la Resistencia.

-En eso Charles tiene razón. Nuestro objetivo no es salvar nuestras vidas, sino liberar a otras, dejar a la siguiente generación sin un tirano en el Gobierno. Todos sabemos lo que el Presidente ha hecho a este país y a esta ciudad. Nuestra ciudad.

Se alzaron voces de aprobación por toda la sala, lo cual hizo dibujar una sonrisa de satisfacción a la Comandante. Por otra parte, la subcomandante Schoppe se fue sin decir nada. Todos sabían lo mucho que ella se preocupaba por todas sus tropas. Todos sabían que podían contar con ella, si fuese necesario ella daría la vida por cualquiera de los presentes en esa sala, al igual que ellos la darían para salvar a toda la generación por venir. Al fin y al cabo su misión era esa.

-Pues decidido. Preparad las armas que hoy... ¡EL PRESIDENTE CAERÁ ANTE NOSOTROS!

Después de esas palabras se oyeron gritos de guerra por toda la sala.

28 de Enero de 2154

Sala de armas de la Hermandad: 2:54 a.m.

-No lo sé James... -le dijo a su marido con la mirada por el suelo- Sabes, tengo esa extraña sensación, un mal presentimiento... No vamos a salir de esta...

James se abalanzó hacia ella cuidadosamente extendiendo sus brazos cálidos al rededor de Elisabeth Schoppe, su mujer.

-Elis, no vamos a morir. Hoy no. Ese hijo puta debe morir -hizo una pausa. Sus ojos se volvieron fríos como un iceberg-. Sabes igual de bien que yo lo que le hizo a nuestra familia. A la nuestra y a muchas de las presentes.

James extendió su brazo izquierdo (era zurdo, cosa extraña en esos momentos, ya que con una simple operación podías cambiar todo tu cuerpo e incluso si eras zurdo o diestro. Estaba mal visto ser zurdo, aun que a él no le importaba ni la más mínima) y señalo a todos los solados con el fin de hacerle ver a Elis que todos estaban ahí por voluntad própia, nadie les estaba obligando.

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⏰ Última actualización: Feb 07, 2017 ⏰

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