Capitulo 29

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Esa mañana del viernes, Carlo había aparecido en la puerta de mi habitación para informarme de nuestra cita para en la noche

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Esa mañana del viernes, Carlo había aparecido en la puerta de mi habitación para informarme de nuestra cita para en la noche.
Cita.
Nunca las había tomado como eso en realidad. Una cita era cuando alguien llegaba y tocaba a tu puerta, presentándose con un pequeño obsequio y tu pidiéndole permiso a tus padres para poder darle una oportunidad al chico. Pero los años habían pasado y yo dejé de ser una joven, para convertirme en una mujer adulta con responsabilidades. Ahora las desiciones que tomara debían ser acorde con mis principios, pero uno de mis principios los rompí al comenzar a desear pasar el rato con Carlo. Él se hallaba en mi vida, en mis pensamientos, en los miles de regalos que se encontraban esparcidos por la que de momento, era mi habitación.

Esa misma mañana le pedí que si por favor me podía llevar a ver a mi amiga Ashley. Necesitaba verla, necesitaba un pedazo de mi hogar allí cerca. Carlo por supuesto que accedió. Me dejaría con Ashley mientras el iba a hacer unos pendientes. Era una de las ventajas de tenerlo de mi lado ahora; con Dan, el contrato estaba de por medio, pero con Carlo era como si no existiera dicho contrato, con él no había restricciones. No era como si el contrato fuera un problema mayor, si no que simplemente mis condiciones se regían por este, lo cual en ocasiones hacia limitada mi convivencia con el mundo exterior. Estaba aquí por trabajo, no por emociones ni sentimentalismos y me estaba esforzando demasiado por cumplirlo.

Hablé con Ashley cuando iba en camino. Me dejó sorda ante su grito de emoción por anunciar mi pronta aparición en su departamento.

—Entonces te veo después. Gracias —dije a Carlo con un gesto de agradecimiento.

—Te llamo cuando esté de regreso —dio un asentimiento. Bajé del auto y lo observé cuando se alejaba.

Un gran suspiro apareció, sintiendo de algún modo alivio y un poco de libertad. No me sentía aprisionada, en absoluto, pero cambiar la rutina de vez en cuando, se sentía bien.

Saqué el móvil de mi bolso y marqué a Ashley.

—Estoy afuera...

—¡Oh Dios. ¡Ya te vi! en un momento salgo.

Miré alegre y con extrañeza el móvil, pensando que tenía a la amiga más loca.

En cuanto vi a Ashley, se abalanzó sobre mi. La abracé con tanta fuerza que sentí como partes de mi alma se volvían a ensamblar. Nos balanceábamos de un lado a otro, sosteniéndonos la una a lo otra por un largo rato; como lo hacíamos antes, antes de crecer tanto.

Nos apartamos y sostuvimos nuestras manos en el aire.

—¡Mírate mujer! —expresaba. Su rostro irradiaba alegría absoluta, no dudaba que el mío estuviera igual.

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